'Una película inacabada': un testimonio íntimo desde Wuhan sobre ese apocalipsis que fue la pandemia

Cuando la pandemia llegó a nuestras vidas nunca pensamos que se quedaría ahí, con nosotros, como una gran mancha en el expediente de la humanidad. A algunos les pilló en la oficina, en casa, en el colegio, pero a los protagonistas de la docuficción de Lou Ye (Shanghái, 1965) les asedió en medio de un rodaje en Wuhan. Una experiencia colectiva que resuena más allá del simple cine dentro del cine.

Una película inacabada es eso mismo, un testimonio incompleto, íntimo y sincero donde la realidad envuelve a la ficción y la sobrepasa. El nuevo filme de Ye —que ha pasado por Cannes y Seminci— no se detiene en las pretensiones estéticas, sino que prefiere mirar hacia las bases del cinema verité. La cámara en mano, las grabaciones de pantalla, el formato vertical de los teléfonos móviles y las imágenes reales difundidas en redes sociales se apoderan de la narración.

Lou Ye, destacado representante de la sexta generación de cineastas chinos, propone un collage digital de cámaras diegéticas y actores profesionales y naturales. El también director de Suzhou River diluye así las fronteras entre realidad y escenificación, una decisión arriesgada por la que el espectador se puede llegar a sentir desorientado en busca de la verdad.

Algo similar le ocurre al equipo de producción que protagoniza Una película inacabada, cuyos técnicos, en muchas ocasiones, se interpretan a sí mismos. Ellos también sufren la incertidumbre, la pérdida y el miedo a causa de ese virus desconocido que parece el prólogo de un apocalipsis zombi.

El 15 de junio de 2019, el director Xiaorui (Mao Xiaorui) decide retomar una película que lleva inconclusa desde hace más de 10 años. Meses después, en enero de 2020, el equipo original del filme con Jian Cheng (Qin Hao) a la cabeza está a punto de terminar el rodaje, pero, de la noche a la mañana, la pandemia de la Covid-19 llega a la ciudad de Wuhan y junto a ella el aislamiento de Cheng y el resto de la producción.

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Es en la reclusión de su habitación de hotel donde el personaje de Qin Hao —un habitual en el cine de Lou Ye— encuentra la soledad y la distancia que le separa de su familia. Lo que antes era un hombre seguro de sí mismo y dedicado a su trabajo se derrumba con el pasar de las videollamadas y los meses de confinamiento.

La suya es una interpretación difícil, contenida y precisa. Con tan solo un teléfono móvil, una ventana y la oscuridad de su habitación, Hao es capaz de mostrar la erosión de su personaje. Lejos del melodrama, la historia de Una película inacabada es el retrato impresionista de un momento oscuro y doloroso. Aun así, donde el intérprete encuentra el aislamiento también se topa con el humor, la compañía y el deseo de seguir adelante.

Qin Hao en 'Una película inacabada'.

Lou Ye se posiciona con honestidad en el verdadero ojo del huracán, en todo lo humano que rodea a un trauma generacional como la pandemia. Su mirada es cruda e indigesta y con ella recorre antípodas como la violencia de las autoridades chinas contra la población o la solidaridad de la sociedad oriental con las víctimas.

Pero la metanarración también merece una mención especial. "El cine es verdad 24 veces por segundo", afirmaba Godard. Años más tarde, Stanley Donen respondía: "El cine son mentiras a 24 fotogramas por segundo". Lejos de participar en este debate, no es casualidad que el director chino recurra a hacer una película dentro de otra para hablar de un evento tan reciente como la pandemia.

Una película inacabada siembra, quizás de manera un tanto confusa, la idea de que una ficción también puede ser un documento que componga la memoria de China. Y es que entre los visillos de este largometraje sin final está el recuerdo, bien sea real o inventado —que más da—, de un equipo de rodaje y un mundo que jamás volvió a ser el mismo.