Rocío Mesa. Foto: Begin Again

Rocío Mesa. Foto: Begin Again

Cine

Rocío Mesa estrena 'Secaderos': "Parece que porque hay tres películas de campo ya son demasiadas"

La cineasta granadina debuta con una cinta de “costumbrismo mágico” en la que realiza una elegía a la vida rural andaluza

2 junio, 2023 11:05

El mundo rural como paraíso en el que brota lo mágico, pero también la crisis económica y la existencial, en un ámbito en el que escasean las oportunidades laborales. Todo eso está en Secaderos, debut en la dirección de la granadina Rocío Mesa. Tras doce años en Los Ángeles, varios cortos experimentales y el documental Orensanz, dedicado al artista de origen aragonés instalado en Nueva York, Mesa regresa a su pueblo de Granada para realizar una película en la que cobran todo el protagonismo tres mujeres de edades muy distintas.

La más joven es Vera (Vera Centenera), una niña de siete años que viaja al pueblo desde la ciudad para pasar las vacaciones. Nieves (Ada Mar) es una joven de unos 20 años que sueña con viajar por el mundo mientras su novio desea quedarse donde está y una vida tranquila. Su madre es Tamara (Tamara Arias), una mujer en sus cuarenta que observa desolada junto a su marido cómo el negocio ancestral de la familia, la producción de tabaco, ya no es rentable y no tienen más remedio que vender las tierras.

Dice Mesa que no solo no le molesta que comparen su película con Alcarràs, de Carla Simón, sino que siente que hay un “hechizo” por el cual se establece un diálogo con esa película y también con Elena López Riera y su filme El agua. Tres retratos muy distintos del mundo rural en tiempos de la España vaciada y la crisis de la agricultura y la ganadería, dirigidos y protagonizados por mujeres.

En Secaderos vemos, por una parte, un minucioso retrato de ese pueblo granadino y católico, con su peculiar acento y lenguaje; por la otra, la incursión de lo mágico con la aparición de un monstruo formado por hojas de tabaco creado por DDT SFX, oscarizados por El laberinto del fauno. Todo ello con una marcada influencia psicodélica, un movimiento que la autora conoce a fondo.

Además del filme, la cineasta nos cuenta también su intensa labor de promoción del cine español en Estados Unidos y el boom artístico underground que está viviendo Los Ángeles en los últimos diez años: “Ya casi comienza a ser demasiado”, asegura.

Pregunta. ¿Se siente identificada con esa joven Nieves (Ada Mar) que dice que quiere salir del pueblo y ver el mundo?

Respuesta. No es una película autobiográfica, aunque sin duda me ha sido facilísimo empatizar con todos los personajes y escribirlos con fluidez y naturalidad. Empatizo con ellos porque, al haber crecido en un pueblo, he sentido lo que han sentido estas mujeres, las conozco muy bien porque son mis tías, mis abuelas, mis vecinas, mis propias amigas del instituto… Hay un poco de todo.

P. ¿Lo siente como un regreso a las raíces desde Los Ángeles, donde reside?

R. Mi generación está en la diáspora. Hemos pasado de tener padres que nunca cogieron un avión a que todas las personas que conozco en algún momento han tenido que vivir fuera de España y arrastramos el síndrome del inmigrante. Ha sido una excusa para volver a mi tierra y eso se ve en la película, es granadina en todos sus pliegos. Hay un deseo exacerbado por ser lo más fiel posible: el acento, el diseño de arte, la música, los objetos, todo… Quiero documentar algo que va a desaparecer para preservarlo.

»Surge un viaje que consiste en aceptar de dónde vienes y perdonar. Secaderos es un viaje reconciliador a los orígenes y al perdón con la ilusión de recobrar un lugar sano, en ese mundo en el que muchas veces se sobrevive con la autosubsistencia, plantando un huertecito y adelante. El peso está en las mujeres, esas dos adultas, la niña y la abuela. Muchas veces he pensado que podrían ser la misma mujer en distintas fases de la vida. O yo misma si hubiera tomado otras decisiones o me hubiera quedado embarazada joven.

"Es fantástico que Carla Simón, Elena López Riera y yo, sin conocernos, rodáramos el mismo verano tres cintas que dialogan entre ellas"

P. ¿El pueblo es un lugar mágico para Vera, la niña, y una prisión para la joven?

R. Esa dualidad del pueblo fue siempre parte esencial del proyecto. Lo rural conecta con pulsiones primigenias y vemos cómo existe esa búsqueda de la libertad, la paz, la conexión, beatus ille… Al mismo tiempo, surge ese sentimiento de estar atrapado, de encontrarse en un ciclo en el que nada cambia. Y luego está la realidad de las pocas oportunidades laborales y la pobreza que contrasta con esa riqueza de la sencillez. Mi intención era hacer un retrato poliédrico de lo rural sin entrar a juzgar si es mejor o es peor. No sé cual es la respuesta o la verdad acerca de lo rural.

[Carla Simón, Premio Nacional de Cinematografía]

P. La familia protagonista se desespera porque la producción de tabaco, su actividad ancestral, se extingue, un tema que también veíamos en Alcarràs. ¿Le molesta que comparen su película con la de Carla Simón?

R. No me molesta para nada que me comparen con Alcarràs. También siento una conexión con El agua, de Elena López Riera. Es fantástico que las tres, sin conocernos, rodáramos el mismo verano tres cintas que dialogan entre ellas. Son películas conectadas en la preocupación por la ecología que ponen el foco en la mujer rural. Parece que seamos brujas y hayamos hecho un hechizo.

»Quizá en estos tiempos de revolución tecnológica y digital tenemos un interés por volver a la raíz. Las tres hemos nacido en lo analógico y hemos querido poner la mirada en lo más básico, la tierra, para tocarla con nuestras manos. Vemos también la atención a los acentos locales, el folclore, las tradiciones, los cuidados a la tierra… Hay una historia invisibilizada de la mujer rural y no pasa nada con que haya tres películas que tengan su propia mirada. Parece que hay tres películas de campo y ya son demasiadas. ¿Cuántas hemos visto sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre la vida urbanita en Manhattan?

P. ¿Cómo introduce ese elemento sobrenatural, el “monstruo” formado por hojas de tabaco, en una película tan realista e incluso localista?

R. Cuando yo era pequeña y veía los secaderos de la Vega de Granada fantaseaba con que eran garitas en las que vivían criaturas gigantes de la tierra. A cualquier niña que viviera en esa zona se le pasaba por la cabeza porque eran fantasmas arquitectónicos. Luego entendí que cuentan la historia de la desaparición de un monocultivo, el cierre de la fábrica y la crisis económica, que fue brutal. Partiendo de esa fantasía de niña aparece este realismo mágico con una criatura cubierta por hojas de tabaco que transmite una ternura grandísima. Tuvimos mucha suerte de que quisieran hacerlo los creadores de El laberinto del fauno, que suelen trabajar en superproducciones y quisieron entrar en este proyecto de bajo presupuesto porque les gustaba. El monstruo es una obra de orfebrería, hoja a hoja, mano a mano. con un montón de amor.

P. ¿Cómo ha sido el trabajo con actores no profesionales?

R. Salvo la madre, Tamara Arias, todos los demás son granadinos de la zona que nunca se habían puesto delante de una cámara. Los abuelos son una pareja real que lleva junta toda la vida y todos han trabajado en el tabaco. Las personas que hacen la película están muy cercanas al personaje que interpretan. Incluso la niña, Vera, es de Madrid y cuando rodamos descubrió el campo. Se establecen muchos paralelismos.

»Había un guion, por supuesto, muy elaborado y dialogado, pero hemos trabajado mucho desde la emoción y no desde la memorización. Los actores leyeron el guion y sabíamos lo que iba a pasar pero también quería que hubiera libertad. Se trataba de ser mucho más naturalista y conectar con los sentimientos con esas palabras y expresiones que están vivas y lo enriquecen. Trabajo desde una memoria emocional a partir de pequeños momentos, instantes más íntimos… También mezclo cosas.

»Ese Cristo luminoso de la casa de los abuelos, por ejemplo, que yo llamo el Cristo del LSD, me lo traje desde California. Lo había visto en casa de un novio rockero psicodélico que tuve. Representa a la perfección esa España costumbrista, católica y folclórica y al mismo tiempo tiene un elemento fantástico que conecta con la película. Esos objetos están conectados con una memoria emocional y sensorial, actúan como una magdalena de Proust de mi infancia y adolescencia.

Una imagen de la película

Una imagen de la película

P. Ha mencionado el aspecto psicodélico, también está ese momento de la película más experimental que lleva a ese mundo.

R. En Los Ángeles hubo un revival psicodélico de los 60 y lo gocé a fondo. Desde hace años practico cine experimental, con Super-8 y 16 mm. Esa secuencia está rodada con Super-8 y lo tenía en bandeja para expresar esos sentimientos más reconciliadores y de maduración. Fui rodando esas imágenes en la “hora mágica” durante la preproducción.

»Luego también hay otra secuencia en 16 mm en la que la criatura le regala este encuentro con la nieve. Allí escuchamos Soy una nube, una canción de Elia y Elizabeth, un grupo de Granada de los 70, en una versión que ha hecho Unidad y armonía, un grupo psicodélico también granadino, con Soleá Morente. Además, en Granada sigue habiendo muchos hippies que fueron en los 60 y allí se quedaron, hay una tradición psicodélica.

[Elena Trapé estrena 'Els encantats': "Es duro asumir que hay sueños irrealizables"]

P. ¿Cómo termina una granadina en Los Ángeles?

R. Comencé trabajando como periodista, pero también sentía una pulsión creativa que no podía satisfacer. Conseguí una beca en Los Ángeles y cuando fui allí pasó la crisis en España y me tuve que quedar por las circunstancias. Se conoce sobre todo la ciudad por el cine pero me he movido sobre todo en movimientos underground contraculturales y no tanto en Hollywood. Es un lugar con el que me siento muy conectada a través de la música como ese revival de la psicodelia que viví a fondo. La ciudad lleva unos años viviendo en un boom artístico que a veces ya casi comienza a ser demasiado.

»Es algo que he podido vivir ya siendo adulta porque viniendo de un entorno rural en el que no conoces a ningún artista necesité un proceso de años para poder llegar hasta allí. También organizamos a través del programa La ola proyecciones del mejor cine de vanguardia español en Nueva York, Los Ángeles y México. Hemos tenido mucho éxito, por ejemplo, con el rescate de Arrebato, de Iván Zulueta, que no se conocía en Estados Unidos y a raíz de los estrenos que hemos organizado ha sido editada en DVD.

P. ¿Es difícil sobrevivir en una ciudad tan cara como Los Ángeles?

R. Cuando llegué hace doce años los precios de los alquileres no eran tan elevados como ahora. Hay mucha precariedad, ha habido épocas en las que he llegado a tener cinco trabajos a la vez. Poder hacer esta película y tener un sueldo me posibilitó descansar de todos esos trabajos.