Dag Johan Haugerud. Foto: Serck Hansen

Dag Johan Haugerud. Foto: Serck Hansen

Cine

Dag Johan Haugerud, último Oso de Oro: "Dijeron que no había sexo en mis películas y me lo tomé como un reto"

Estrena en España 'Sueños en Oslo', que sigue a una adolescente que siente una pasión arrolladora por su profesora de francés.

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A los oficios de guionista y director, Dag Johan Haugerud (Eidsberg, Noruega, 1964) antepone los de bibliotecario y novelista. Su camino hacia el cine fue bastante accidental. De hecho, su intención era dedicarse plenamente a la escritura. Si no se le hubiera permitido rodar lo que tenía en mente, asegura que, simplemente, se habría vuelto a los libros.

Eso le ha otorgado libertad, hasta el punto de que al ponerse como meta un filme de mayores dimensiones, decidió acometer una trilogía, Sex, Love, Dreams. La tercera entrega, Sueños en Oslo, llega a los cines este viernes, laureada con el Oso de Oro y el premio FIPRESCI en Berlín.

Su protagonista es una adolescente que sueña despierta como cualquiera a su edad, hasta que su inquietud se transforma en una pasión arrolladora por su carismática profesora de francés. Su monólogo interior termina convertido en una novela.

Pregunta. ¿Cuál fue la chispa para este tríptico?

Respuesta. Me estaban entrevistando en una radio universitaria y me dijeron que en mis películas nunca había sexo. Pensé entonces en tomarlo como un reto. La sexualidad es un tema universal, así que consideré interesante desarrollar diferentes historias basadas en reflexiones sobre la intimidad y la identidad sexual, e intentar cuestionar algunas normas sobre cómo pensamos y percibimos nuestra propia sexualidad.

»Ese fue el punto de partida, pero también estuve pensando mucho en cuántas películas me quedaban por hacer, porque cuando te haces mayor y sabes que tardas cuatro o cinco años desde el guion hasta la producción… Concluí que debía darme prisa y hacer varias de una vez.

P. Hizo el casting antes de escribir los guiones. ¿Qué responsabilidad tienen los actores en sus historias?

R. Las historias las encontré, efectivamente, a través del elenco. Esa fue también una de las razones para hacer tres películas: había muchos actores con los que quería volver a trabajar, pero no podía meterlos a todos en un solo filme. Escribí los personajes para ellos, basándome en los desafíos que quería proponerles.

P. ¿Se identifica con la protagonista, Johanne, en la forma en que ella ve el mundo y lo convierte en arte?

R. Me relaciono con todos los personajes. Tengo que hacerlo para poder escribirlos bien. Para entender y conectar con sus pensamientos he de haberlos tenido o considerado yo mismo.

P. Todos los personajes son tridimensionales y muy distintos entre sí. ¿Cómo encuentra esas voces y les da verosimilitud?

R. Es un encuentro entre mis ideas, mi persona y los actores. Escribo desde mi memoria y mi experiencia, y también intento desafiar mi forma de ver las cosas. Eso lo hace interesante. Si tengo una opinión, me pregunto: “¿Es posible pensar lo contrario?”. Y la respuesta casi siempre es sí. Ese es un gran motor de escritura: darle la vuelta a todo y mirarlo desde otro ángulo.

»Y luego están los actores, lo que expresan, lo que ves en sus ojos. Yo nunca he sido una mujer joven, pero recuerdo muy bien lo que es enamorarse a esa edad.

P. En Sueños en Oslo cuenta una historia delicada, que podría haber derivado hacia el abuso de menores.

R. Para mí era importante evitar el conflicto obvio. Como comenta, podría haberse convertido en una historia sobre abuso, especialmente si el profesor hubiera sido un hombre, pero entonces ya no habría sido un área gris, sino una película de blancos y negros. No era la historia que me interesaba, yo solo quería contar la experiencia de una chica joven que se enamora y vive algo enorme en su cabeza, quizá exagerándolo, pero que la transforma y alimenta su escritura. Cuando escribes sobre tus sueños y tus deseos, también te expandes como persona.

P. La protagonista menciona el libro L’esprit de famille (1979), de Janine Boissard. ¿Fue importante para su educación sentimental?

R. Sí, lo leí cuando tenía unos doce años y me impresionó mucho. Lo recuerdo muy bien, la idea de enamorarse y vivir esa experiencia era algo muy atractivo. Pensé que era un buen punto de partida, porque cuando te abres a la literatura, tu mundo también se abre; puedes soñar con que tu vida sea como las historias que lees.

Selome Emnetu interpreta a la profesora de francés de la que se enamora Johanna. Foto: Agnete Brum / Filmin

Selome Emnetu interpreta a la profesora de francés de la que se enamora Johanna. Foto: Agnete Brum / Filmin

P. ¿Qué importancia tiene Oslo en su cine?

R. Mucha. La localización dice algo de los personajes: quiénes son, su estatus económico, qué tipo de vida llevan. Oslo está muy estratificada socialmente, y quien conoce la ciudad entiende que el lugar donde vive un personaje ya cuenta parte de su historia. Elegir bien dónde viven es un elemento clave. Y si no deberían vivir allí, también hay que explicar por qué.

»Además, en lo personal, me permite observar la ciudad de un modo diferente. Puedo ponerme unas gafas casi antropológicas y mirar las distintas zonas con atención. Me fascina.

P. En sus películas hay un delicado equilibrio entre la sinceridad, la melancolía y un humor muy fino. ¿Cómo encuentra el tono?

R. No ruedo comedias, pero creo que el humor siempre es esencial. Le doy muchas vueltas. Es una forma de cariño. Cuando la gente habla de una relación en la que es feliz, a menudo dice: “Nos reímos mucho juntos”. Y cuando no se ríen, normalmente no es una buena señal. El humor es confianza y amor, y así me gusta usarlo.

»Además, la vida cotidiana está llena de cosas divertidas. El tono depende también del actor, de la situación. Además, intento evitar el conflicto cuanto puedo, porque lo vuelve todo más predecible. Y cuando algo es predecible, al menos yo, pierdo el interés muy rápido.