Image: Pedro Costa

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Cine

Pedro Costa

“Quiero demostrar que es posible hacer un tipo de cine que no tenga nada que ver con Hollywood”

11 junio, 2010 02:00

El director portugués Pedro Costa

Es uno de los más ilustres desconocidos de la cartelera española. El portugués Pedro Costa estrena hoy en Barcelona Ne change rien, documental que retrata la evolución artística de Jeanne Balibar. Hablamos con el cineasta para profundizar en una de las filmografías más prestigiosas de Europa.

Desde hace dos décadas, Pedro Costa (Lisboa, 1959) es uno de los secretos mejor guardado de la cinefilia. Sus películas, siempre apegadas a la más rabiosa realidad, fulminan las fronteras entre documental y ficción para ofrecer un retrato duro y bello sobre las clases desfavorecidas. El barrio de Fontainha, un suburbio de Lisboa habitado por inmigrantes y foco de marginalidad, drogas y delincuencia, es el escenario predilecto de una obra sofisticada en la que la belleza de la fotografía sirve como equilibrio de la dureza de la narración. Surgen títulos fundamentales del cine europeo moderno como Ossos (1997), No Quarto Da Vanda (2000) y Juventude em marha (2006), quizá su película más conocida. Celebrado en todo el mundo, habitual del Festival de Cannes y objeto de una retrospectiva en la TATE Modern, su ausencia hasta hoy mismo de las salas comerciales españolas es casi escandalosa.

Costa, para más inri, se asoma por primera vez al circuito comercial nacional de forma algo tortuosa (estrena hoy en Barcelona y el 29 en Madrid) con una película tan atípica (aunque no menos personal) en su filmografía como el documental musical Ne change rien, grabación durante seis años de distintas interpretaciones de la actriz francesa, metida a cantante, Jeanne Balibar. Ese inexplicable ninguneo de las distribuidoras no convierte, de todos modos, al cineasta en un absoluto desconocido. El año pasado, PhotoEspaña expuso buena parte de sus fotografías. También la Filmoteca Española le dedicó una retrospectiva en la que pudo comprobarse su peculiar forma de rodar, implicándose al máximo en las vidas reales que retrata. Además, su obra prácticamente completa está accesible en DVD en un cofre editado por Intermedio.

- ¿Cómo surge el proyecto de Ne change rien?
- Fue una feliz casualidad. En 2003 coincidí con Jeanne Balibar en el Jurado de un festival de documentales. Las películas eran muy malas y Jeanne y yo pasamos muchísimo tiempo conversando. Enseguida nació una bella amistad. En esa época ella acababa de publicar su primer disco y estaba muy emocionada con la experiencia. A partir de allí, la idea de colaborar quedó latente. Unos meses después, en una sesión con el técnico de sonido Philip Morel, la propuesta surgió de una forma natural. Lo más obvio era filmar un concierto y por allí empezamos. A partir de ese momento, durante los siguientes seis años compartí muchas horas con ellos en ensayos, actuaciones en directo, momentos más íntimos... Y poco a poco fui recopilando muchísimo material que al final se ha convertido en los 100 minutos de la película.

- Usted lo ha descrito como "un filme de amigos".
- Nunca hubo un contrato de por medio, ni dinero. Rodamos con una cámara digital y cuando podíamos: un fin de semana aquí, cuatro días allá... Fue un trabajo muy complicado porque, al tratarse de una película musical, había que estar muy atento no sólo a la imagen, también al sonido. Además, para un cineasta de mi "familia" -jamás utilizo música a no ser que provenga de una radio- trabajar con música fue especialmente inquietante. Además, apenas tenía referentes. La historia del pop y el rock se ha conjugado mal con la historia del cine. Existen pocos, poquísimos, documentales musicales que valgan la pena. Se me ocurre a bote pronto el que Godard realizó sobre los Rolling Stones pero no mucho más. La mayoría de estos documentales parten del esquema entrevista-actuación, no tienen ningún interés.

Otra forma de rodar
Pedro Costa es un absoluto marciano en la cinematografía mundial. Espíritu libre donde los haya, el compromiso con su obra alcanza cotas insólitas. Su método de trabajo consiste en imbuirse hasta el final en el trozo de vida que retrata, conviviendo con sus "actores" como uno más y haciendo de la experiencia fílmica un proceso orgánico en el que se diluyen las jerarquías y prebendas habituales de los rodajes: "No me interesa en absoluto el papel de director de cine tal y como está concebido industrialmente. La mayoría tienen chóferes que los llevan al rodaje, enlazan a una actriz guapa como protagonista con la otra, tienen asistentes... El resultado son unas películas bien "hechas", con imágenes muy bellas y acabados perfectos, que a mí por lo general no me interesan nada. Para empezar, prefiero trabajar con actores no profesionales que se interpretan a sí mismos. Personas que quieren ser filmadas, que se prestan al juego sin dobleces. No llamaría a mis filmes documentales sin más, porque me gusta introducir pequeñas ficciones. Por ejemplo, para Ne change rien me basé en esas películas americanas de serie B sobre una pandilla de fugitivos. Me gustaba pensar en los componentes de la banda musical como esos amigos que se esconden de la policía en el bosque". El propio Costa, con su delgadez extrema y su look a lo Nick Cave (de los comienzos), no desentonaría en esa pandilla de forajidos.

El compromiso del director se revela de otras maneras no menos contundentes. Por ejemplo, en un insólito caso de coherencia vive en la barriada de Fontainha, junto a los propios protagonistas de sus filmes más emblemáticos. El cineasta ya está preparando su cuarta película sobre ese área deprimida de Lisboa: "Al principio se quedaron todos muy sorprendidos de que me quedara a vivir entre ellos. Pero yo me siento muy a gusto en el barrio. Me gustan las casas, los colores, los sonidos... Yo soy una persona sencilla".

- Su aparente facilidad para sumergirse en los bajos fondos es la marca de su cine. ¿Cómo evita la mirada del "turista" sobre la pobreza?
- Trabajando. Cada una de mis películas me lleva muchísimas horas de rodaje. Se trata de una búsqueda, de una aventura que emprendemos tanto los actores como yo. No hay diferencia entre lo que está delante y detrás de la cámara. El problema de la mayor parte del arte actual - es algo que uno ve en el 90% de las videoinstalaciones- es que el artista no se implica en lo que está contando. La forma de producir una película es la propia película, no puede haber trampa en la fabricación del filme. Cuando uno rueda partiendo de unas convicciones muy firmes, debe mantenerse fiel a ellas hasta el final. Yo quiero demostrar que es posible hacer otro tipo de cine que no tiene nada que ver con la industria de Hollywood, que en realidad es la única industria que existe. En Europa este trabajo sigue siendo artesano.

El barrio, con el director
- No deja de ser una paradoja su compromiso con los más desfavorecidos ya que, al mismo tiempo, sus espectadores suelen ser personas con una buena formación artística, lejos de esas clases populares.
- A mí me fastidia mucho ir a Cannes y compartir fastos con tótems como Almodóvar o Amenábar y que ellos después estrenen en los minicines de extrarradio y yo no. No creo que mis películas sean deliberadamente intelectuales o complicadas y estoy convencido de que podrían gustar a muchísima más gente. La prueba la tengo en Fontainha. La gente del barrio son siempre los primeros espectadores y mi cine les gusta.

Es posible que Costa tenga razón pero también que, mal que le pese, cuesta pensar que una mayoría se sienta a ver las tres horas de Juventude em marcha, película que sigue los pasos de un inmigrante de Cabo Verde viejo y pobre como una rata en un entorno de miseria y destrucción. El propio director explica, divertido, cómo en un pase de Ne change rien en Cannes un espectador a la fuga que pasó al lado de su butaca comentó que la película le parecía "aburridísima". Lo cual no quita para que, superado un primer shock (Costa pone la cámara en los lugares más insospechados, la iluminación es tenue y los planos pueden alargarse ad infinitum) el cine del portugués acaba penetrando como lluvia fina en la sensibilidad del espectador. Se deja arrastrar hacia un universo poético que busca lo sublime.

- La idea del "proceso" como parte clave de la obra en sí puede verse en Ne change rien. Se dice una frase muy explícita: "Encontrar es buscar".
- Ya trabajé la idea del proceso artístico en mi documental ¿Dónde se esconde tu sonrisa? sobre los cineastas Danièle Huillet y Jean Marie Straub. Cuando uno trata este asunto debe partir de la base de que es imposible captar el "proceso creativo", porque es algo que sucede durante muchísimas horas y que al final es inmaterial. Uno sí puede hacer una aproximación. Lo que me interesaba de trabajar con Jeanne es el hecho de que no es una cantante profesional y que vemos cómo ella misma está aprendiendo, cómo se equivoca. Podía haber rodado los conciertos maravillosamente bien y también habría tenido su interés, pero me gusta que la cámara acompañe a Jeanne en esa búsqueda, que observemos sus fragilidades. El modelo siempre es Proust y En busca del tiempo perdido, que es el canon narrativo.

- Está muy presente la idea de lo "sublime". Del arte como una disciplina ardua para alcanzar la perfección.
- Lo sublime es el objetivo final de todo artista, y es un momento, sólo un momento que pasa. Porque la mayoría del trabajo es más cansado y aburrido de lo que la gente puede pensar. Hay muchos momentos banales y otros muy duros. En mi caso, además, como también me produzco a mí mismo, me pasa lo mismo que decía Brecht, que me lleva más tiempo poder producir que producir.

Horas y horas de grabación
- Introduce pequeñas narraciones en sus documentales. ¿Manipula la realidad?
- No, en absoluto. Es cuestión de acumular horas y horas de grabación. Para Ne change rien llegué a acumular más de 1.000 horas con imágenes. Pero en el momento en que esos actores no profesionales salen en la pantalla, dejan también de ser ellos mismos para convertirse en otra cosa, en personajes, por ejemplo, pero también en algo más, porque el cine mixtifica la realidad. No tengo muy claro que Jeanne sea sólo Jeanne, mi visión la confunde con otras mujeres, cantantes... Al final es una referencia fantasmal.

Costa, a pesar de su aspecto controladamente descuidado, habla de forma tan pausada como sus películas. Los espectadores que se atrevan con Ne change rien descubrirán que, efectivamente, existe otra forma de hacer cine. Y es que el compromiso es para algunos bastante más que una pose.