Image: Sean Penn

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Cine

Sean Penn

“La valentía del protagonista de mi película es equiparable al idealismo de los soldados en Iraq”

24 enero, 2008 01:00

Es uno de los mejores actores del mundo además de una poderosa voz en defensa de las causas nobles. Sean Penn, actor de culto, figura de la aristocracia intelectual de Hollywood y rara avis en el olimpo de la fama, estrena mañana su cuarto largometraje como director: Hacia las rutas salvajes. Durante una entrevista concedida a El Cultural en Roma, Penn, que presidirá este año el jurado de la edición 61 del Festival de Cannes, reflexiona sobre el heroísmo, la pureza, su compromiso público y el futuro de su país, Estados Unidos.

Es mucho más que un actor. Durante los últimos 27 años (desde que estrenó Taps, en 1981, el filme que le convirtió en una estrella) Sean Penn (Santa Mónica, 1960) ha sido uno de los motivos por los que el cine de Estados Unidos, a pesar de todos sus defectos y prebendas comerciales, sigue teniendo un peso inigualable. Caprichoso, cargado de talento, con carácter, mediático y al mismo tiempo de apariencia incorruptible, lleva toda una vida delante de las cámaras y el público lo asocia, más que nunca, a un tipo de cine inteligente y comprometido. Desde luego, Sean Penn ha logrado convertirse en en algo más que una estrella del cine y algo menos que un político.

Muchos lo recordarán en su boda en la playa con Madonna, en aquellas lejanas fotos de 1985 realizadas por los paparazzi con helicópteros; entrando y saliendo de alguna glamourosa entrega de premios o condenado un mes de cárcel en 1987 por atizar a un extra. Ese también es (o ha sido) Sean Penn y no hay motivo para ocultarlo. Todos, como protagonista de filmes tan memorables como Crackers (Louis Malle, 1984), Corazones de hierro (Brian de Palma, 1989), Pena de muerte (Tim Robbins, 1995), Acordes y desacuerdos (Woody Allen, 1999) o las recientes Mystic River (Clint Eastwood, 2003), por la que recibió un Oscar como actor principal, o La intérprete (Sidney Pollack, 2005). Otra de sus facetas más reconocidas es como activista. En fecha reciente, ha sido unas de las voces más claras de Hollywood en contra de la calamitosa guerra de Iraq, como lo fue en el pasado contra la pena capital, la política de Estados Unidos en Suramérica o el racismo.

Ahora, Penn estrena su cuarta película como director, Hacia las rutas salvajes, en la que recupera la figura real del joven Christopher J. McCandless, según lo retrató el periodista y montañero Jon Karkauer en un libro superventas. McCandless era un chaval rico e inteligente que lo dejó todo para vivir en Alaska como si fuera un hombre primitivo, donde pretendía reencontrarse con la naturaleza y volver al origen. Penn narra su historia con estilo poético, de forma más visual que narrativa, y grandes dosis de afecto y admiración hacia su criatura.

- Gracias por esta película tan hermosa.
- De nada, el placer es mío.

- ¿Cuándo conoció la historia del joven Christopher J. McCandless?
- Hace diez años largos, cuando leí el libro de Jon Krakauer, en el que narra su gesta y muerte. Me sentí muy identificado con él.

- ¿Por qué motivos?
- Por su necesidad de pureza. Por su amor infinito a la naturaleza. Por su indisputable manifiesto hacia una necesidad de un mundo y existencia mejores, aunque le costara la vida en el empeño. Lo tenía todo y pese a ello, decidió sacrificarlo. Quiso encontrar la trascendencia absoluta.

- En estos tiempos, cuesta pensar en que un joven acomodado pueda dejarlo todo atrás. La era de los hippies acabó hace tiempo.
- Sí, cierto. Pero él era un chico fuera de lo corriente. Su familia tenía fortuna, él se había graduado por la muy elitista universidad de Emory, le esperaban con los brazos abiertos en los mejores centros de Estados Unidos... sobre todo en Harvard. Hubiera podido vivir la mejor de las vidas de los afortunados.

Devoción por Alaska
- ¿Y qué le sucedió a aquel joven tan prometedor y normal?
- Se enamoró violentamente de Alaska. Corría 1992, era tiempo aún para los idealistas. Para desconsuelo de sus padres, donó todos sus ahorros, se desprendió de sus posesiones, compró libros sobre super- vivencia y empaquetó una enorme mochila con lo básico para sobrevivir en una naturaleza difícil. Tan difícil que al final le mató.

- Sólo aguantó 112 días. ¿Qué se torció por el camino?
- Varios factores. Por supuesto, el frío, porque es muy difícil vivir en un autobús abandonado. Pero también, la incomprensión, la falta final de alimentos y la más dura de las soledades. Cuando se ven las imágenes de sus últimos días, era prácticamente, un esqueleto caminante. Aunque bellísimo. Todo pureza.

- Le ha costado diez años hacer esta película…
- Sí. El público vivía todavía impactado por los hechos reales. Los padres tenían las heridas abiertas. Los estudios preferían comedias o películas estúpidas. Las localizaciones resultaban muy caras. Ni qué decir del presupuesto. Al final, todo resultó posible cuando su familia vio que yo no trataba de hacer una historia sensacionalista, sino de rendir homenaje y hacer justicia a su hijo y su bella aventura.

- ¿Por qué cree que McCandlees eligió Alaska?
- él estaba buscando un lugar nuevo en el mundo. Un sitio en que pudiera vivir en paz consigo mismo. Un solar que le aceptara tal y como era. Además, estaba muy influido por sus lecturas. Releía hasta la obsesión los relatos aventureros de Henri Thoreau, Tolstoi, Jack London y John Muir. Algo que nos ha pasado a todos cuando somos muy jóvenes. Les quería emular y pensó que era posible. ¿Quién no es soñador a esa edad? El que no lo haga está muerto. Intentó vivir la aventura y lo pagó con su muerte.

- ¿Cómo definiría en sus palabras a Christopher McCandless?
- Hhmmmm. Era fundamentalmente un poeta en ciernes. Un hombre puro. Un joven muy trascendente para su edad. Un bohemio. Un hombre generoso. Un héroe romántico al estilo de lord Byron. Un muchacho al que un futuro de confort y riqueza no le bastaba.

- Usted apunta también que por accidente se pudo envenenar. ¿Lo considera una de las razones de su muy triste muerte?
- él era un urbanita que quiso vivir como el primer hombre en el planeta: de la naturaleza y sin conocimientos. Aunque se fue cargado de libros de supervivencia, cuando la sequía comenzó a pegar fuerte y escaseó la comida, decidió alimentarse de plantas y raíces. Y las hay venenosas…esta es la teoría de su cruel muerte.

- Permítame decirle que en los instantes finales, no había un ojo seco en todo el cine.
- Me alegro de que conmueva.

- Si no le incomoda, me atrevo a sugerir que la personalidad de Christopher tiene mucho en común con la suya propia.
- Hhhhmmm, deme detalles.

- Usted procede de una familia liberal, nunca le han gustado las reglas de Hollywood, hace películas arriesgadas, vivió en un trailer casi toda su vida, viaja por los confines de la tierra, se casó con el amor de su vida (Robin Wright) y fuma en lugares prohibidos.
- (Sonrisa). Usted lleva algo de razón pero Christopher no era tan "salvaje" como yo.

- Dígame, entonces, en qué se parecen.
- Bueno, quizá en nuestro amor por la naturaleza. En el deseo de cambiar el mundo. En el odio por la injusticia. Pero no me quiero comparar con él. Para mí es un héroe a la manera clásica romántica. Un fuera de serie. Un chaval diferente.

- ¿No cree que se trató también de una especie de suicidio?
- Lo dejo a la opinión de cada cuál. Para mí se trata de un joven que fue impulsivo, compasivo, un poco manipulador, algo cruel, loco, valiente y encantador. Quiso vivir un sueño y una aventura y por Dios que lo hizo.

El buen o mal salvaje
La historia de Christopler McCandless guarda muchos paralelismos con otro filme reciente de gran impacto. En Grizzly Man, el cineasta Wener Herzog narraba, en este caso con tono documental, la peripecia de otro hombre que lo abandonó todo para vivir en la naturaleza: Tim Treadwell. Valiéndose de material rodado por el propio protagonista antes de su trágica muerte a manos de un oso, Herzog reflexionaba sobre la relación del hombre y la naturaleza, espantado y extasiado al mismo tiempo ante su criatura, un hombre que tras fracasar como actor (hubiera podido ser uno de los fijos de Cheers y el no conseguirlo lo hundió) que llevó hasta el extremo de querer convertirse él mismo en un oso su obsesión. Sin embargo, los enfoques de Herzog y Penn se parecen tanto como una naturaleza vista por los ojos de Friedrich o Poussin. Para los primeros, es un lugar terrible, tenebroso y peligroso en el que el hombre se reencuentra con su naturaleza más "animal" e inquietante. Para Penn y el pintor francés, el paisaje es un lugar poético de carácter épico en el que hombre encuentra su pureza. Sin duda, para unos el hombre es bueno por esencia. Para los otros no está tan claro. Lo cual no quita que tanto Treadwell como McCandless terminaran muertos.

- Usted fue un activo miembro de ayuda cuando se quebraron los diques en Nueva Orleáns y muy crítico con las guerras contra Iraq y Afganistán. ¿La película continúa su discurso?
- Me complace que lo vea así. Es su opinión y la respeto. Para mí, la gesta de Christopher es todo un rito total de iniciación. ¿Vale la pena acometer semejante riesgo? Yo creo que sí, pero cada cual puede tener su opinión. Cuando se es joven hay que arriesgar y lanzarse. ¿Usted que hizo?

- Manifestarme contra el dictador Franco.
- Exacto. Chris intentó vivir al margen del sistema del confort. Y ahí está la belleza de su gesta. Ahora podría ser un cincuentón con enorme barriga cervecera, sentado en su mansión ante la televisión, tratando de no fumar, hinchando su cuenta corriente y viviendo una vida banal. ¿Mereció la pena morir? ¿Por un sueño? Quizá sí, porque a fin de cuentas él se arriesgó por ello. Hay mucha gente cobarde que muere de puro aburrimiento.

Un cineasta incorruptible
- Volviendo a Iraq…
- Para mí, el idealismo y la valentía que los jóvenes de mi país demuestran yendo a luchar a Irak es semejante a la bravura de Chris. Otra cosa es la política y los errores de ciertos líderes. Pero nadie puede restarle a nadie un gramo de valor. Mi país se ha convertido en un sitio homogeneizado, estéril y ambiguo. Por eso, admiro el valor de quienes ponen en riesgo sus vidas por un ideal. No es política, es humanidad.

A Sean Penn tanto el show business como la vena protestona le viene de familia. Su padre, Leo, tuvo que abandonar su carrera como cineasta para concentrarse en la televisión ya que no quiso dar nombres de comunistas a la comisión de McCarthy durante los 50. Su madre, Eileen Ryan, era una conocida actriz televisiva que participó en series como Bonanza o La dimensión desconocida. Su hermano, Michael, es músico y ha compuesto las bandas sonoras de películas como Boogie Nights (1997) o El último beso (2006). Y su hermano, Chris, trágicamente fallecido a los 40 años en 2006, se hizo popular al participar como actor en filmes como Reservoir Dogs (1992) o Kiss Kiss Bang Bang (2000).

Sean inició su andadura como cineasta con Extraño vínculo de sangre (1991), una asfixiante película sobre dos hermanos antagónicos (cada uno a un lado de la ley) condenados a convertirse en una versión contemporánea de Caín y Abel. Desde entonces, el actor y director se ha mantenido fiel a un cine profundamente estadounidense (con referencias a Casavettes o Peckinpah) pero muy alejado de los patrones del Hollywood convencional. De esta manera, Cruzando la oscuridad (1995) era un opresivo melodrama protagonizado por Jack Nicholson y Anjelica Huston en torno a la venganza y El juramento (2001), de nuevo con Nicholson como estrella, gira en torno a la investigación del asesinato y violación de una niña de siete años. Filmes secos, duros y viriles.

- Usted es conocido por sus desafíos y compromiso humanitario y político. ¿Por qué arriesgaría su vida?
- Por proteger a los que amo.

Heredero de los 70
- Aquí, en Roma, ha elegido unos versos a James Salter, de su obra Muerte o victoria para presentar la película.
- Son palabras que se ajustan exactamente a la historia. Me las repito mucho. Porque como a él, me gustan los hombres que intentan cosas, que conocen los nombres de los árboles y de las piezas de maquinarias, que saben del significado de ciertas nubes y los remolinos de los vientos. Admiro el conocimiento que lleva tiempo y silencio. Y sobre todo, admiro a los hombres para los que las posesiones no son lo primero en sus vidas.

- En su vagabundeo, Chris se topa con un veterano viudo de guerra, Ron Franz, que intenta salvarle. Está interpretado por el magnífico Hal Holbrook, un artista que como su padre estuvo en las "listas negras" del maccarthysmo.
- Elegí a Hal simplemente porque es el más grande actor que conozco. Suma 82 años y jamás he conocido a alguien tan joven, con tanta vitalidad y tan comprometido. Me volví loco por conocerle después de oír su voz como "Garganta profunda" en Todos los hombres del presidente (1976). Es una maravilla gozar de su amistad y sus conversaciones. Con sus anécdotas, se podría escribir una enciclopedia.

- La personalidad de Holbrook casa mucho con la de su padre, Leo Penn. Y le agradezco esta película porque respira el aroma de los filmes estadounidenses de los años 70, un cine casi desaparecido en combate.
- Gracias. Pero es fácil porque es el cine con el que me destetaron y crecí. No puedo hacer otro tipo de película. Sentiría que me traiciono.

- Manifestándose tanto contra el sistema de George Bush ¿le resulta complicado encontrar financiación para sus proyectos?
- No del todo, porque mis elecciones son muy personales y jamás rodaré Mission: Impossible, 27. Se trata de ser fiel a uno mismo y tener amigos. Y es un placer, por ejemplo, rodar con Clint Eastwood. El lo tiene todo: éxito, buenas taquillas e independencia. Es todo un ejemplo a seguir.

- Para acabar, una última definición de Chris McCandless, ¿loco, aventurero o fraude?
- Yo en vez de llamarle Chris, prefiero utilizar el nombre que eligió para su segunda vida, Alexander Supertramp. Admiro su afán de libertad. Cómo donó sin pestañear sus 24.000 dólares de ahorros a Oxfam. Sus encuentros con los hippies por las carreteras y autopistas. Y de su deseo de huir de la seguridad del exceso material. El mundo está necesitado de más Supertramps.

Izquierda, caviar y compromiso útil

Sean Penn es uno de esos actores de Hollywood implicados en todo tipo de causas. Ahora, con Hacia las rutas salvajes, se apunta a la última fiebre: el problema medioambiental. Tras el éxito de Una verdad incómoda (que le dio a Al Gore un Oscar), Leonardo DiCaprio presentó en el último Festival de Cannes The 11th Hour, un documental producido y narrado por él mismo en el que destacados científicos alertan sobre las consecuencias del cambio climático. En The Arctic Tale, otro 0documental, en este caso dirigido a los niños, llegará a España el 14 de marzo con Queen Latifah como narradora de la catástrofe de la Antártida. Por su parte, Robert Redford ha sido durante las dos últimas décadas el artista más comprometido y a través del Instituto Sundance despliega numerosas actividades que relacionan medio ambiente con cine (www.sundance.org). Otros nombres comprometidos son Penélope Cruz o Steven Spielberg.