Rima interna por Martín López-Vega

Poeta invitada: María Paz Moreno

7 septiembre, 2015 02:00
María Paz Moreno es autora de siete libros de poemas, los dos últimos de ellos publicados por la editorial Renacimiento: Invernadero (2007) y El vientre de las iguanas (2012). De ella ha escrito Julia Otxoa que "María Paz Moreno desde la luminosa herencia árabe, griega, mediterránea, elabora una nueva poesía en respuesta a nuestros días, construye puentes que nos ayudan a conocer las pérdidas y los hallazgos, estableciendo otras trayectorias para crecer en interrogación y en esperanza". Además de poeta, es editora de la obra de Juan Gil-Albert (suya es, por ejemplo, la edición de su poesía completa en Pre-Textos) y Concha Zardoya y es especialista en literatura gastronómica española de todas las épocas: su De la página al plato: El libro de cocina en España (Trea) es un sugestivo y a menudo sorprendente recorrido por el género. Los tres poemas inéditos que siguen pertenecen a un libro en preparación.   Impermanencia A veces lo intentamos demasiado. Con demasiada intensidad, como con miedo a que escape de pronto la idea, el poema, el sueño, esa persona a la que amamos. A todos nos aguarda la pérdida. Afilando su cuchillo está, sentada a la puerta de su casa como un enemigo de paciencia infinita. Vivir es perder. Es tener y destener. Es también ser perdido algún día por alguien que nos quiere hoy, ahora, y que cada mañana decide no pensarlo. Lo práctico es aceptar lo inevitable; lo instintivo, rebelarse a ello. No duele menos el dolor anunciado que el sorpresivo. Ambos nos buscan y ambos nos hallan.   Terraza con vistas Esta ciudad tiene secretos que el alacrán susurra y repiten las campanas. El grito de los perros revienta los tejados gargantas tensas, erguidas las orejas, eternamente sumidos en la espera. Colores, aromas, el agua impaciente fluyendo calle abajo. En la terraza, me abruma la extraña coexistencia de felicidad y tristeza, del momento que inunda los sentidos y el abismo que se atisba con la luz primera reabriendo ausencias, males ajenos que duelo como propios, ciclos que empiezan y terminan, enfermedades malditas que se llevan a quienes queremos. Todo aquí al mismo tiempo. Todo ahora, todo sin tregua. Velocidad y pausa, hielo y fuego, vértigo del giro planetario que nunca se detiene. Ser es habitar a un tiempo el cuarto oscuro de la pena inmensa y un luminoso balcón abierto al mundo.   Amiga del monstruo Cuando ya no tenga miedos, cuando en la oscuridad cierre los ojos confiada sin escudriñar la sombra compulsivamente, cuando no imagine respiraciones ajenas en el silencio nocturno, cuando no mida mis pasos cautelosa ni beba sin tener sed, te miraré a la cara muy de cerca y hablaremos finalmente de tú a tú. Para entonces no sostendré temblorosa los días de mi vida como las cuentas de un collar que se desgrana roto el lazo que las une. Entonces no temeré al miedo mismo, no preguntaré y ahora qué, y cuándo, y qué pasa luego. Me haré amiga del monstruo. Jugaremos a compartir momentos y miradas cómplices, y quizá me regale una flor mientras me arropa con su manto oscuro que todo lo devora. Quizá hasta me enamore de su espalda curvada o su deforme rostro, o descubra su perfecta belleza inenarrable. Solo sé que me dejaré llevar. Como todos. Me iré con él por voluntad propia, sin histerismos ni aspavientos que de nada sirven, y que nunca han conmovido ni conmoverán al monstruo.

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Image: Enrique Vila-Matas, Premio FIL de Guadalajara

Enrique Vila-Matas, Premio FIL de Guadalajara

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