Image: El contrapanóptico de Dionisio González

Image: El contrapanóptico de Dionisio González

Exposiciones

El contrapanóptico de Dionisio González

Del espacio amurado a la transparencia

21 julio, 2005 02:00

Avda. Roberto Marinho II, 2004

Comisaria: Neus Cortés. Casal Solleric. Paseo del Born, 27. Palma de Mallorca. Hasta el 11 de septiembre

En su proyecto Panópticos. La escritura de lo visible presentado en el año 2002 en la Fundació Pilar i Joan Miró de Mallorca, Dionisio González (Gijón, 1966) reflexionaba sobre una identidad individual y colectiva coercitiva mediante una serie de fotografías de personas uniformadas. A través del concepto de hipervisibilidad y de la reflexión de Foucault sobre los espacios de "vigilancia y castigo" (ejemplificados por el Panóptico de Bentham), el artista creaba una poderosa imagen sobre el encierro, la dificultad de comunicación, el anonimato y la alienación contemporáneas.

Dos años y medio más tarde, una especie de colmena de cajas de luz habitadas por retratos hiperrealistas de personas extremadamente visibles (casi parecen reales), abre el recorrido de su nueva exposición en el Casal Solleric de Palma. "Capturadas" de los foros de Internet y encajadas con gran verismo en ese cubículo mínimo, a donde nos conducen estas fotografias de la serie Rooms y las distintas obras seleccionadas por Neus Cortés es hacia el "contrapanóptico por excelencia", hacia el espacio denso, mutante y paradójico, hermético a la mirada, de la favela.

Doctorado en Bellas Artes con una tesis sobre la estética del horror, Dionisio González pone el dedo en una de las peores llagas de nuestra civilización, una de las formas más flagrantes de exclusión y castigo: el que inflige la pobreza. Y aunque nos sitúa en una suerte de crescendo de incomodidad, haciéndonos transitar desde los retratos de personas bien vestidas, saludables y aparentemente acordes a esos escenarios del horror donde se hacinan los miserables, no deja de apuntar la solución del raciocinio, el orden y la geometría.

Articulando su propuesta desde el dominio de la apariencia y en torno a la idea de piel o límite, de esa superficie que "alberga" y "oculta" un interior, Dionisio González establece un estrecho paralelismo entre los personajes retratados (representantes del "mundo occidental") que nos muestra en primer lugar y ese entramado arquitectónico caótico y multicolor habitado por los desposeídos del "Tercer Mundo" que le sigue. Desvela conexiones simbólicas entre ambos, cuerpos y moradas, incluso cuando aplica los mismos recursos expresivos y un tratamiento formal basado en una puesta en escena teatral y en la manipulación y el collage digital.

La continua oposición/asociación de imágenes portadoras de códigos y signos propios de la sociedad de consumo occidental con las de esos precarios enjambres urbanos construidos con materiales de reciclaje que por momentos parecen "sanarse" con las implantaciones de nítidas estructuras de cristal y otros modernos materiales, o la dialéctica artificio/literalidad, rige todo el proyecto. Por otra parte, el uso abundante de técnicas del diseño gráfico y la estética de la publicidad que afecta al tratamiento de todas las fotografías, no obsta para que haya notas de belleza, nostalgia y poesía "como en esas fotografías de viejos edificios coloniales" que suavizan la visión crítica de Dionisio González y le confieren un acento un tanto utópico.

Cierra esta estimulante exposición la proyección de dos videos que recorren lenta y pormenorizadamente los entornos de las acumulaciones de desechos convertidas en habitación. Es ahí donde descubrimos a los verdaderos seres humanos que se esconden tras la chatarra. Anónimos vigilantes detrás de la cámara, todos nos convertimos así en el ojo occidental que observa y vigila, el que se asombra y compadece, aquel se mantiene a la distancia infranqueable que marca la pantalla.