Theresa Hak Kyung Cha: 'UNTITLED (PAPER)' , 1975

Theresa Hak Kyung Cha: 'UNTITLED (PAPER)' , 1975

Arte

Arte americano, pensamiento francés en el Palais de Tokyo de París

Sesenta artistas conocidos y emergentes abordan la historia de la circulación de ideas filosóficas y su apropiación creativa a ambos lados del Atlántico en esta estimulante exposición.

Más información: Annie Leibovitz, entre los dioses y los hombres: una fotógrafa colosal que se reinventa en A Coruña

Publicada

Con el título tautológico de esta reseña se plantea una relación de ida y vuelta entre Estados Unidos y Francia. Una relación tanto temporal como espacial, a tenor de ese ligero retraso, eco o reverberación al que alude el título. El punto de partida es la recepción de la French Theory en la vida intelectual norteamericana y sus consecuencias artísticas derivadas de ese influjo. Nos referimos, entre otros, a la pléyade de los de Beauvoir, Derrida, Deleuze, Barthes o Foucault en su viaje lisérgico al Valle de la Muerte en California.

Echo Delay Reverb: Art américain, pensées francophones

Palais de Tokyo. París. Comisaria: Naomi Beckwith. Hasta el 15 de febrero

Intelectualmente hablando, los años setenta del pasado siglo estuvieron marcados por el postestructuralismo francés y el concepto de Différance y la impugnación de la modernidad. A ello le siguió un acalorado debate posmoderno que aquí ni se menciona. No obstante, esta propuesta resulta históricamente fascinante y profundamente contemporánea, al sugerir los estrechos lazos entre el arte y la filosofía y, también, entre las esferas casi siempre separadas del activismo y la academia.

Una de las herencias aquí es la de los artistas autoconscientes que leen crítica y se la apropian. Lo que hoy conocemos como “teoría”, tan presente en las prácticas artísticas, es en sí mismo un producto de la conflación entre postestructuralismo, psicoanálisis y, en menor medida, marxismo. La exposición cobra además un mayor interés al ser su comisaria Naomi Beckwith, directora adjunta y conservadora jefa del Museo Guggenheim de Nueva York y próxima directora artística de la Documenta de Kassel en 2027.

Así, de entrada, la muestra se inauguró envuelta en la polémica: el artista Cameron Rowland propuso la obra Replacement, o sustitución de la bandera francesa de la fachada del Palais de Tokyo por la de Martinica. Después de su colonización en 1635, este territorio de ultramar es un departamento más del estado francés. El Palais de Tokyo entendió que la obra podía llegar a ser ilegal y decidió censurarla. Sin embargo, la cartela de la no-obra de Rowland, así como la nota de su retirada, permanecen en la exposición. Una prueba de su neutralización institucional.

He aquí una de las tantas contradicciones existentes en el arte entre la negatividad del gesto radical y su cooptación discursiva. No en vano, uno de los temas aquí son las políticas de descolonización, diáspora, reparación y criollización de pensadores caribeños como Aimé Césaire y Édouard Glissant.

Vista de la exposición. Foto: Aurélien Mole

Vista de la exposición. Foto: Aurélien Mole

Al fomentar la distancia a través de aquella “crítica de las instituciones” enarbolada por Sartre, Bourdieu y Foucault, nos topamos con un buen ramillete de nombres asociados a la llamada “Crítica institucional” de los años ochenta: Fred Wilson, Andrea Fraser, Renée Green y, sobre todo, Hans Haacke, quien, además de su Condensation Cube (1963-1967), pieza clave en la asimilación de las instituciones como sistemas complejos, introduce una encuesta informatizada que revela la clase social y la ideología del público visitante.

Pero lo más potente es el lugar otorgado a las luchas del deseo, las “economías libidinales”(aunque Lyotard apenas sale en la foto), y a toda la “esquizo-cultura” post-Mayo del 68. Salen así al paso, en atractivos displays que aúnan texto, libros y fotografías, las “máquinas deseantes” de Deleuze y Guattari; la “dispersión” y “diseminación” de la deconstrucción derridianas; Barthes y la idea de que el significado de un texto no se reduce a la intención de su autor; la abyección de Kristeva y Bataille (perceptible en las obras de Cindy Sherman, Kiki Smith y Mike Kelley); junto a los feminismos materialistas de Monique Wittig y Simone de Beauvoir.

Lo más potente es el lugar de las luchas del deseo, las “economías libidinales” y la “esquizo-cultura”

Todo esto se traduce en una importante presencia de poéticas del cuerpo, feminismos y queer, y no puedo dejar aquí pasar las irónicas acuarelas de Paul Chan para una ópera sobre el primer volumen de Historia de la sexualidad de Foucault con el propio filósofo como protagonista. Resulta estimulante el espacio dedicado a la revista y editorial Semiotext(e), fundada en 1974 por Sylvère Lotringer y cuyo espíritu subcultural sirvió de puente entre la “alta teoría” y el underground, o entre la ficción y la no-ficción en escritoras como Chris Kraus.

Tampoco puede faltar la “otredad” de artistas como David Hammons, o las provocadoras y absurdas performances públicas del artista conocido como Pope. L. (Al escultor abstracto afroamericano Melvin Edwards se le dedica una retrospectiva, una exposición individual dentro de otra más grande).

Kiki Smith: 'Puppet', 1993-1994. Collection Frac Normandie. Courtesy Galerie Lelong (Paris) © Kiki Smith Studio

Kiki Smith: 'Puppet', 1993-1994. Collection Frac Normandie. Courtesy Galerie Lelong (Paris) © Kiki Smith Studio

Puede resultar de provecho extrapolar un país, Francia, a Europa en su conjunto, en la ya vieja crítica a la americanización y al imperialismo cultural de los Estados Unidos. En plena “cultura de la queja” y la corrección política, esta exposición sirve para calibrar las fracciones reaccionarias y progresistas mediáticas y académicas a ambos lados del Atlántico.

Como dice la comisaria Beckwith en una entrevista, aunque se piense que lo woke proviene de un sitio, de muchas maneras, ¡es algo profundamente francés! Este es un argumento peligroso porque, de facto, supone dar la razón a liberales conservadores como Jordan Peterson, empeñados en culpar del malestar de la sociedad a los pensadores “posmo”. Aquí está el asunto de la discusión, junto a la siempre incómoda posición francesa al hablar de su pasado colonial.