Luis Claramunt: 'Bar de alterne', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

Luis Claramunt: 'Bar de alterne', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

Arte

Cuando Luis Claramunt pintó la calle Betis de Sevilla: paisaje urbano sin adornos

La exposición que presenta la galería Ehrhardt Flórez de Madrid, que custodia el legado del pintor, devuelve al artista a la primera línea del arte del siglo XX.

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Sucede algo sobrecogedor en los lienzos de Luis Claramunt (Barcelona, 1951-Zarautz, 2000). Cierta tristeza que se expande por las telas, una contenida violencia en sus pinceladas, erráticas, pero llenas de sentido.

Luis Claramunt. Sevilla

Galería Ehrhardt Flórez. Madrid. Hasta el 8 de noviembre. De 4.600 a 54.500 €

Al entrar en la galería Ehrhardt Flórez el espectador necesita unos minutos para adecuar sus retinas a lo abrumador, entender qué demonios ocurre ahí. Paisajes abstractos que se convierten –no en las calles– sino en la atmósfera misma de las calles y locales de Sevilla. Estamos en 1985. Viajamos en el tiempo.

Perspectivas vertiginosas y encajes claustrofóbicos traducidas a una escasa gama cromática: azul oscuro, negro, naranja y amarillo se convierten en sus únicos lexemas. Los tamaños imponentes de los cuadros invaden y rodean al espectador, producen cierto efecto inmersivo. Nos provocan vértigos centrífugos.

Luis y su mujer, Teresa Lanceta, vivieron en Sevilla de 1985 a 1989. Esta exposición documenta esta etapa con sus fabulosos lienzos, además de dibujos, acuarelas, cuadernos, planos y un autorretrato de 1974, más una publicación que desvela por primera vez las fotografías de Andrea Stappert tomadas en su estudio sevillano (1988) y rescata un núcleo poco visto de su década de los 80, cuando el artista se instala en la pintura, celosa y urgente, quien le exige otra escala, otra disciplina y otro aire.

Claramunt pinta a través de la mancha, sin boceto, exprimiendo gamas de color reducidas que, sin embargo, vibran como un halo subterráneo. En Calle San Luis, Calle Betis o La taberna, las siluetas se subordinan a la arquitectura del cuadro.

Luis Claramunt: 'El Puente de Basel', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

Luis Claramunt: 'El Puente de Basel', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

En Los puentes (incluso los de Basilea), la veladura suaviza la violencia del trazo; en los cauces del Guadalquivir el amarillo del agua pelea con los márgenes como si el río fuera también una línea de fuerza. No hay concesiones: una sobriedad casi ascética que, paradójicamente, enciende el dramatismo.

“En resumen, me interesa cada vez más que parezca que el cuadro se pinta solo”, afirmó en una conversación con el crítico Kevin Power en 1986. Sus lienzos esquemáticos, esenciales, de paisaje urbano, sin adornos ni retóricas accesorias, a los que incorpora la figura humana, forman un todo, un patrón o una trama de pinceladas. La materia habla por sí misma.

Luis Claramunt: 'La Taberna', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

Luis Claramunt: 'La Taberna', 1985. Foto: Ehrhardt Flórez

Claramunt mantiene una especial relación con las ciudades en las que vive, Barcelona, Sevilla o Marrakech, que definen e inundan su pintura. Para él el viaje es una forma de entender el mundo: “Como otros grandes viajeros –escribe Lanceta– eligió como destino el propio viaje y encontró en las ciudades el paisaje donde transitar la vida”.

A pesar de ser autodidacta, estaba profundamente conectado con la intelectualidad de la época. Se independizó con 18 años, iniciando un proceso de desclasamiento en el que abraza la vida libre cercana al pueblo gitano, llegando incluso a vender cacharros en mercadillos.

Luis Claramunt: 'Calle Betis'. Foto: Ehrhardt Flórez

Luis Claramunt: 'Calle Betis'. Foto: Ehrhardt Flórez

Claramunt inspiró a Juan Marsé en la creación del personaje de Joan Marés, protagonista de El amante bilingüe. Ehrhardt Flórez representa su legado desde 2024, tomando el testigo de la extinta Juana de Aizpuru, quien lo acompañó precisamente desde el año 1985 hasta su fallecimiento.