'Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

'Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

Arte

Pintura del trauma: abandonar a tus hijos y una vida burguesa para pintar en una buhardilla de 9 metros

Los herederos de Monique Gies descubren, tras su muerte, una turbadora obra que mantuvo en secreto durante décadas, al igual que los abusos que sufrió de niña, y que ahora presenta la galería The Goma.

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¿Qué le puede pasar a una mujer por la cabeza para abandonar a sus cuatro hijos y una vida de comodidades para encerrarse a pintar en una vivienda de 9 m2?, ¿es la pintura una válvula de escape ante la depresión y la ansiedad?

Definitivamente, sí. Está demostrado que pintar regula el estrés, activa los sistemas de recompensa ante el trauma, y reconstruye el procesamiento narrativo (dar sentido a la experiencia). Esto explica por qué crear imágenes ayuda a modular la emoción y reconstruir significados.

Monique Gies (París, 1934 - París, 2022) probablemente desconocía estos hallazgos científicos cuando decidió abandonar, con 43 años en 1977, una vida burguesa en Alsacia —marido, cuatro hijos, dirección de escuela— y se encierra en nueve metros cuadrados en París.

Mientras vivía en su chambre de borne en París, una buhardilla destinada al empleo doméstico, pintó indiscriminadamente durante, al menos, dos años, de 1977 a 1979. Sus imágenes, las que emanan de su mente, son turbadoras y siniestras.

Mujeres acéfalas, tiradas en el hueco de una escalera de caracol con la entrepierna en carne viva, perspectivas dramáticas de su habitación en afiladas vistas cenitales, un mundo en ocres y crudos, atonales. Soledad, imágenes opresivas, muñecas rotas, que traducen al dibujo la compleja dramaturgia interior de Gies.

Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

Sus hijos no daban crédito a la crudeza de estas imágenes cuyo valor artístico despreciaban proponiendo, incluso, tirar toda esta obra a la basura, pero fue una de sus hijas quien luchó por darlas a conocer hasta que encontró una galería de París, quien presentó la primera muestra póstuma de esta enigmática mujer en 2014.

“Hablé con mis hermanos para preguntarles qué podíamos hacer con aquello, y ellos me dijeron que tirarlo a la basura. Respondí que, mientras yo estuviera con vida, no haríamos tal cosa. Y me obsesioné con los cuadros", declaró Marie-Christine recientemente en una entrevista exclusiva con El País.

Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

Monique Gies: 'Sin título', 1977-1979. Foto: The Goma

"Después de irse, y durante dos años, lloró cada día. Pero también me dijo que si no lo hubiera hecho habría terminado en el hospital psiquiátrico. En ese contexto, la pintura fue para ella una forma de sobrevivir", añadió su hija a el periódico El País. Fue ella quien descubrió que toda la depresión de su madre estaba causada por un abuso sexual infantil.

La exposición Anagnórisis en The Goma (Doctor Fourquet, 4; hasta el 11 de octubre) rescata ese núcleo fértil de 1977–1978 y lo presenta en un montaje sencillo, donde los cuadros cuelgan sobriamente sobre la pared, sin aderezos ni complementos.

Monique Gies: 'Sin título', 1977-79. Foto: The Goma

Monique Gies: 'Sin título', 1977-79. Foto: The Goma

Las pinturas recrean el lenguaje surrealista de muñecas rotas, aunque también referencian la historia del arte, como en La bañista de Valpinçon de Dominique Ingres, reinterpretada en un tétrico esqueleto.

Sus imágenes se duplican o expanden infinitamente en el espacio de modo siniestro atravesando atmósferas opresivas, y que repiten, una y otra vez, los miembros despedazados de un personaje fragmentado, también abundan los símbolos religiosos como los crucifijos. Ella misma se retrata crucificada, herencia de la profunda religiosidad que se profesaba en su familia.

Monique Gies: 'Sin título', 1977-79. Foto: The Goma

Monique Gies: 'Sin título', 1977-79. Foto: The Goma

Esta iconografía del trauma en la que muchas de las imágenes que aparecen —como el caballito balancín— son usadas por Gies como un anclaje visual a lo que la rodeaba en el momento de los abusos.

La artista en vida intentó dar a conocer su obra, y participa, de hecho, en una exposición colectiva en 1979, colaborando con la revista Sorcières, lo que le proporcionó una visibilidad muy parcial durante los primeros años en París.

La potencia emocional de sus lienzos, más allá de su condición de artista outsider, provocó un dilema ético en sus hijos a la hora de dar a conocer la intimidad de su madre. Finalmente decidieron que el mundo debía conocer su historia, y sus cuadros dar testimonio de las consecuencias mentales de sus abusos.

¿Qué es el art brut y qué podemos aprender de él?

El art brut es un movimiento artístico cuyo término fue acuñado en 1945 por el artista francés Jean Dubuffet para referirse al arte creado por personas ajenas al mundo artístico y sin formación académica, como autodidactas, enfermos psiquiátricos, inadaptados sociales, niños o ancianos.

Josefa Tolrà: 'Dibujo escritura fluídica', 1954. Foto: Archivo Josefa Tolrà

Josefa Tolrà: 'Dibujo escritura fluídica', 1954. Foto: Archivo Josefa Tolrà

Muchos teóricos y críticos de arte afirman que el art brut trabaja al margen de los cánones y las modas de la historia del arte, por lo que es un movimiento mucho más honesto y conectado con la psique humana, lejos del ego y la vanidad de un sistema del arte mercantilista.

En España tenemos sobresalientes ejemplos de artistas que se acercan al arte desde otros lugares que no son esencialmente la práctica artística. Josefa Tolrá, por ejemplo, realizó increíbles dibujos alentada por los mensajes de los espíritus durante trances mediúmnicos.

En 1993 el museo Reina Sofía inauguró, Visiones paralelas. Artistas modernos y arte marginal. La primera gran lectura en clave histórica en un museo estatal, que marca el inicio serio del tema en la agenda española.

En esta exposición comisariada por Maurice Tuchman y Carol S. Eliel se presentaban trabajos de Adolf Wölfli, Aloïse Corbaz, Auguste Forestier y españoles como Joaquim Vicens Gironella y Miguel Hernández en diálogo con grandes pintores como Picasso o Christian Boltanski.

El art brut reordena el canon, ensanchando la esencia de lo que es o no arte; conecta la producción artística con la salud mental, una relación, científicamente demostrada, que reduce el estrés, la depresión y la ansiedad, ayudando además a narrar y a verbalizar el trauma; desplaza a la academia como único transmisor legítimo de la forma y la imagen, democratizando las prácticas artísticas, reservadas a una minoría; además hacen de lo personal obra, lo biográfico como artístico, desplazando el foco de los temas históricos o mitológicos al individuo y lo personal, además de visibilizar la marginalidad y soledad de las víctimas.