La Venta de Vargas en San Fernando (Cádiz).
El restaurante de Cádiz donde Camarón de la Isla actuó por primera vez se vende: famoso por sus tortillitas y papas aliñás
Fundada en 1921 bajo el nombre de Venta Eritaña, la Venta de Vargas, en San Fernando, busca continuidad en un futuro comprador a falta de relevo en la familia que lo dirige desde hace cuatro generaciones.
Más información: La azotea de Cádiz con piscina y vistas al mar que querrás visitar: tiene a uno de los mejores chefs de sushi del mundo
En la esquina luminosa de la calle Santo Entierro, en pleno corazón de San Fernando (Cádiz), sigue latiendo uno de los templos más sagrados del flamenco y la gastronomía andaluza: la Venta de Vargas. Allí donde un niño del barrio de Las Callejuelas, apodado Camarón, subió por primera vez a un tablao para embrujar al mundo, hoy se sirve con la misma devoción la tortillita de camarones más célebre de la Bahía.
Pero la historia de este lugar emblemático está a punto de cerrar un capítulo: la familia Picardo, que ha mantenido vivo el espíritu de la venta durante cuatro generaciones, ha puesto el establecimiento en venta.
Fundada en 1921 bajo el nombre de Venta Eritaña, el local adoptó su denominación actual en 1937, cuando Juan Vargas se hizo con el negocio. Desde entonces, el nombre de la Venta de Vargas ha estado ligado a la historia viva del cante y del sabor gaditano.
Por sus paredes han pasado artistas y curiosos, turistas y vecinos, políticos y toreros. Pero sobre todo, ha sido punto de peregrinaje para los amantes del flamenco, atraídos por el eco de aquella primera actuación de un joven Camarón de la Isla, que con apenas doce años dejó boquiabiertos a quienes lo escucharon.
Las tortillitas que hicieron escuela
Si el flamenco fue el alma de la Venta, la gastronomía fue su cuerpo. En su cocina se fraguó la versión más popular y refinada de las tortillitas de camarones, esas finas y crujientes joyas elaboradas con harina de garbanzos, cebolleta y camarones de la Bahía. Se dice que fue aquí donde la receta adquirió su forma definitiva, la que hoy se sirve en media provincia como bandera del sabor gaditano.
Las célebres tortillitas de camarones de Venta de Vargas.
El resto del menú mantiene el mismo respeto por el producto local: guisos marineros, pescados de estero, chocos en su tinta o papas aliñás que honran una cocina humilde pero profundamente identitaria. Todo servido bajo la atenta mirada de retratos antiguos, guitarras colgadas y fotografías de Camarón, Paco de Lucía o La Paquera de Jerez.
Tras el anuncio de su venta en enero de 2025, los rumores no tardaron en circular. Hubo conversaciones con un empresario local afincado en Madrid e incluso con el propio Ayuntamiento de San Fernando, interesado en preservar el legado del lugar si no aparecía un comprador privado. Por ahora, ninguna de esas opciones se ha concretado, y la familia Picardo continúa al frente, “por el momento”, con la misma dedicación de siempre.
Una mesa en la Venta de Vargas.
En un comunicado reciente, los actuales propietarios agradecieron “el apoyo, el cariño y la comprensión de sus clientes, amigos y visitantes”, asegurando que mantendrán la actividad habitual con “la calidad, el servicio y la tradición que caracterizan a esta casa”.
Un pedazo de historia viva
La Venta de Vargas acaba de ser reconocida como Mejor Venta de la Provincia en los Premios Gurmé 2025, un galardón que reafirma su importancia no solo como restaurante, sino como emblema cultural. “Nuestros ancestros pueden estar tranquilos”, afirmaba el comunicado familiar, en un mensaje que mezcla serenidad y nostalgia.
Porque si algo está claro es que la Venta de Vargas no es solo un restaurante. Es una casa donde se cruzan el cante, el arte y el guiso. Donde cada tortillita de camarones encierra un siglo de historia. Donde el eco de Camarón sigue resonando entre azulejos y mesas de madera.
El futuro de la Venta aún está por escribirse, pero su legado —ese que huele a mar, aceite y compás— ya pertenece a la memoria colectiva de Andalucía.