Hoy es el Día Internacional de los Trabajadores, y no hay una razón más contundente para echarse a la calle a trabajar que poder comer cada día. Por este motivo, trabajo y gastronomía siempre han estado íntimamente relacionados. Comer le da sentido al trabajo. Hablamos de nuestra ocupación y decimos ganarnos las habichuelas, o las lentejas, o el pan… eso ya depende de la zona. Cómo se come, lo que se come, dónde y cuántas veces al día, dice y mucho de la posición social, económica y política de la sociedad.

Este es un recorrido a través de la pintura que utiliza la gastronomía para hablar de oficios, de producto, de locales, hambre y circunstancias de la clase obrera.

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    Ayamonte. La pesca del atún. Joaquín Sorolla, 1919

    Para que lleguen los alimentos a nuestra mesa, alguien se tiene que encargar de cultivarlos, pescarlos o criarlos y darles muerte. Trabajos duros, no siempre bien pagados, que durante años hemos borrado de la escena gastronómica, como si el chef fuese el inicio y el fin del proceso. 

    En 1919 Joaquín Sorolla visitó Ayamonte (Huelva) para pintar la levantá del atún que, precisamente, se da desde finales de abril hasta mediados de junio. Ante el aumento de la demanda de este pescado, en 2016 las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) establecieron el día 2 de mayo como el día Internacional del atún para concienciar a la población de su consumo responsable y promover una pesca sostenible.

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    La Vucciria. Renato Guttuso, 1974

    En algún momento de su historia, todas las ciudades tienen un mercado venido a menos. De esta degradación hablan quienes conocieron La Vucciria, el alborotado mercado de Palermo que pintó Renato Guttuso a mediados de los 70. Un mercado que nació lleno de vida y productos frescos que, según cuentan, no vive su mejor momento.  

    En la actualidad, muchas ciudades españolas están remodelando sus mercados. En algunos casos se habían quedado obsoletos y eran espacios mal acondicionados e incómodos y en otras ocasiones, han degenerado a parques temáticos para turistas, donde es más fácil comprar zumos de frutas exóticas que unos puerros.

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    Los comedores de patatas. Vicent van Gogh, 1885

    Este cuadro pertenece a la primera etapa de la pintura de van Gogh quien quiso reflejar a los campesinos con las facciones duras, la piel curtida y las manos toscas comiendo patatas.

    En la primavera empiezan a aparecer las primeras patatas, las patatas jóvenes. Más adentrado el verano tenemos las patatas de estación y con el otoño se sacan las patatas viejas, que son las que comeremos a lo largo del invierno. Hay una patata muy preciada que es la patata de Sanlúcar, tradicionalmente cultivada en tierra arenosa de costa y regada con agua salada. Hoy soy pocos los agricultores que la siguen cultivando en estas condiciones. Si queréis ver cómo se plantan una a una con el pie y se recogen con la mano, no os perdáis el Instagram de Rafa Monge.

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    Eat less bread. Charles Spencelayh, 1917

    Tan cotidiano como el acto de comer, tan preciso como ese instante en que te acercas el pan a la boca y aún no lo has mordido. Así es la obra de Spencelayh, una obra llena de personajes comunes realizando acciones comunes.

    Spencelayh lo dijo y así lo hemos acabado haciendo: come menos pan. En los años 80, cada español consumía de media 67 kilos de pan al año. En la actualidad, la cifra ronda los 35 kilos. El problema del pan, además de la calidad, que disminuyó considerablemente hace unas décadas y ahora se está recuperando, no está en lo que engorda en sí el pan (es un alimento bajo en grasas), sino las compañías que le damos, que no son precisamente unos calabacines a la plancha.

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    La comida del obrero. Francesc Sardà, 1911

    Un obrero come sentado en una acera mientras una mujer amamanta a un bebé y una niña observa la escena con una cesta en el brazo. La comida del obrero muestra esa parada para comer en la jornada partida y, viendo este cuadro, pienso en lo engorroso que es comer en el trabajo: comer en un táper cualquier cosa poco elaborada; comer en lugares incómodos; esperar tu turno para calentar tu arroz en el microondas apestoso del trabajo o engullir una ensalada frente a la pantalla de tu ordenador. Y si no quieres pasar por eso, pero tampoco puedes comer en casa, déjate medio sueldo en menús del día y platos combinados. Luego apúntate al gimnasio para bajarlos.

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    La comida de los segadores. Jean Francois Millet, 1853

    Cuando eres pequeño y te llevan a comer al campo, te parece muy divertido. En cambio, la experiencia es muy distinta cuando tienes que guisar y comer en el campo porque estás trabajándolo.

    Si hay mujeres en la cuadrilla de trabajadores, suele ser una de ellas la que se encarga de preparar los avíos el día anterior, quitarse del corte del trabajo un poco antes para echar la lumbre y guisar y, tras la comida, mientras el resto descansa, ella lo recoge todo para limparlo en casa. Comer en el campo implica la mayoría de las veces comer todos del mismo perol, lo que requiere un ritual que podríamos resumir en “pinchar tajá y paso atrás”. El “come y deja comer” de toda la vida.

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    On the terrace in Kharkov. Zinaida Serebriakova, 1919

    A esta pintora rusa le interesaba especialmente la infancia y transmitir belleza, por eso los niños y los niños comiendo son un tema recurrente en su obra. Aquí una niña maja algo mientras su madre y sus hermanos pasan la mañana alrededor de la mesa de la cocina. Por cierto, si el vídeo mató a la estrella de la radio, como cantaban The Buggles, la Thermomix se ha cargado al mortero. Ojalá Rosalía haga una canción de esto.

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    Automat. Edward Hopper, 1927

    Los “automat” eran bares muy populares en los Estados Unidos de los años 20 donde no había camareros para servir: se echaban unas monedas a una máquina y tenías tu bebida o tu comida rápida empaquetada.

    La clase trabajadora era asidua a este tipo de establecimientos donde Hopper pintó a una mujer tomando un café de noche. Si se hubiese pintado en España casi un siglo después, en 2021, lo único que podríamos decirle a la chica es que no se lo piense tanto, aquí seguimos con toque de queda y tenemos que cerrar.

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    Niños comiendo uvas y melón. Bartolomé Esteban Murillo, 1650

    Hubo un tiempo en España en el que los niños de las clases pobres eran delgados y las pocas cosas que se llevaban a la boca eran vegetales y fruta, que devoraban cuando caía en sus manos. Hoy en nuestro país, los niños de las familias con menos recursos tienen problemas de obesidad, diabetes y colesterol debido a una dieta basada en alimentos ultraprocesados, altos en calorías, grasas saturadas y con niveles de azúcar y sal muy por encima del consumo diario recomendado.

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    Vieja friendo huevos. Diego Velázquez, 1618

    A Velázquez le llegó lo de que los bodegones eran un arte menor y debió decir algo así como “sujétame el cubata”. El artista fue pintando bodegones en sus obras y alrededor te colocaba a Baco, al aguador de Sevilla, a una cocinera mulata, unos pícaros comiendo o a su famosa vieja friendo huevos. Lo que quieras, pero el bodegón lo metía. Y ahora que vengan con la cantinela de que quien pinta bodegones no tiene mucho talento.

    Este recorrido por pinturas de temática obrera y gastronómica acaba aquí, pero si te has quedado con ganas, ya sabes, haz como la vieja de Velázquez y fríete un huevo.