Reportajes gastronómicos

Elegir el vino en un restaurante, trucos para parecer un experto

Te enseñamos cómo elegir el vino en un restaurante sin que te posea el espíritu del ‘cuñado’ de turno. Apréndete las reglas básicas para hacerlo como un experto.

9 marzo, 2019 10:36

Elegir el vino en un restaurante puede ser un auténtico reto. Hay quien se deja guiar por el sumiller para no meter la pata y asegurarse el mejor maridaje posible, y hay también quien aprovecha la ocasión para demostrar sus conocimientos sobre la materia, con mejor o peor resultado.

Cómo elegir el vino en un restaurante sin parecer el cuñado de turno

Si eres de los segundos pero sueles elegir regular a pesar de todos tus cursillos de cata, ten en cuenta estos rituales. Ya que vas a seguir encargándote del vino, que sea con criterio.

Prueba el vino, si sabes para qué

Una de las grandes ceremonias que perduran en el servicio de los restaurantes es servir una pequeña cantidad del vino pedido para que el anfitrión lo pruebe pero, ¿sabes realmente por qué se hace? Pues bien, en el restaurante nos dan a probar el vino para ver si está a nuestro gusto o no. Así de simple.

Se trata de que compruebes la temperatura (si está a tu gusto) y si tiene algún defecto grave (léase TCA o ‘corcho’), y así se lo hagas saber al profesional. Nadie espera que hagas un ensayo sobre el mismo, sobre todo porque los demás aún no tienen vino en sus copas. Así que la próxima vez neutraliza tu vena sabelotodo y limítate a dar tu aprobación o tu desaprobación antes de marear al camarero. 

Comprueba la temperatura del vino

Esto es importante, pues la temperatura influirá en la degustación del vino que has elegido, ya sea o no la mejor opción. Después de probar esa pequeña cantidad que te ha servido el sumiller, debes apreciar si el tinto está muy caliente (para lo cual siempre puedes pedir una cubitera) y si el blanco está demasiado frío (si es así, asegúrate de que el camarero lo deja fuera de la cubitera).

No es necesario que saques el termómetro del bolsillo. Bastará con apreciar la temperatura teniendo en cuenta si es verano o invierno, si es un menú ligero o potente, y si es un vino joven o viejo. Un truco para medir la temperatura a ojo es que el tinto no sepa demasiado alcohólico por exceso de calor y que el blanco no empañe la copa por exceso de frío. Aunque todo es cuestión de gustos.

Devuelve la botella si tiene "corcho"

Esto que parece tan obvio, a veces no lo es tanto. Primero porque un corcho con TCA no es fácil de detectar si no estás familiarizado con estos olores, y segundo porque a veces nos puede la vergüenza a la hora de devolver una botella. Para estar seguros y no confundir un vino ‘con corcho’ con un vino especialmente viejo, es saber identificarlo. 

Se dice que un vino tiene corcho, TCA o bouchoné cuando el corcho de la botella está contaminado con una sustancia química llamada tricloroanisol, y su mayor característica es que ese vino, una vez servido en la copa, huele a moho, a humedad.

Aunque este olor no siempre es desagradable porque el nivel de contaminación puede variar enormemente, el TCA es lo suficientemente grave como para devolver la botella sin miramientos (pero sin reprochárselo al restaurante, ojo, que este no tiene la culpa) pues si hay corcho, por poco que sea, se habrá estropeado el vino. Una ayuda para detectarlo si en nariz no estamos seguros: un efecto secundario del TCA es la falta de fruta en el paladar.

Llena la copa en su justa medida

Dos de los hábitos más irritantes de algunos camareros son llenar la copa con más frecuencia de la que quisiéramos y/o llenarla más de la cuenta. Lo primero molesta porque puede que no pretendamos beber mucho y lo segundo porque evita que quede espacio por encima del vino y que se acumulen los aromas.

Lo mejor es dejarle claro al sumiller nuestro parecer sobre estas prácticas y a partir de ahí servir el vino a nuestro gusto. Recuerda que rellenar con frecuencia una copa de blanco o de espumoso a veces viene bien para refrescar, y que el tinto, si queremos apreciar todas sus características organolépticas, siempre será mejor servido un dedo por debajo de la curvatura de la copa.

No te dejes guiar (sólo) por el precio

Es inevitable que te fijes en el precio, pero ya que lo haces, hazlo con cabeza. A igual precio, elige la denominación de origen más modesta. Es preferible elegir el vino más caro de una pequeña región que el menos caro de una DO prestigiosa.

Si hay ofertas especiales, pregunta la razón. No te lo dirán, pero que el restaurante tenga un exceso de botellas de esa bodega y quiera venderlas para dejar sitio a otras, no es igual a que el vino no esté en buenas condiciones o sea demasiado viejo y por eso lo oferten. Por último, y antes de lanzarte a la aventura, consulta en el móvil las valoraciones y opiniones de críticos y aficionados al vino. Estamos en la era de la información al instante. Aprovéchalo.

No te dejes seducir (sólo) por la botella

Es difícil, porque el sentido de la vista juega un papel muy importante en la elección del vino y los profesionales del marketing lo saben. Pero en la medida de lo posible, trata de no elegir el vino única y exclusivamente por la etiqueta o la botella. Un diseño llamativo y un embotellado curioso no siempre aseguran que lo que hay en el interior es bueno. En el vino importa más el contenido que el continente. 

No te dejes engañar por etiquetas demasiado específicas en la descripción del sabor o de los maridajes, pues ese tipo de datos solo convence a los aficionados. Interésate más por las etiquetas que explican cómo y dónde se elaboró ese vino. Y tampoco te dejes llevar por que la hendidura de la base de la botella esté muy marcada o emplee un vidrio especialmente grueso. Normalmente estas peculiaridades no son más que herramientas de venta.

Busca la honestidad en la contraetiqueta

La contraetiqueta puede darte mucha información útil a la hora de elegir el vino adecuadamente, lo veíamos en el artículo de la semana pasada. Te apuntamos una clave más: fíate de vinos que hayan sido embotellados cerca del lugar donde se cultivaron las uvas.

En la contraetiqueta encontrarás la dirección del embotellador que a veces, pero no siempre, es la misma que la del productor. Desconfía de un vino que haya sido elaborado en un sitio y embotellado en otro si hay mucha distancia entre ambos puntos. Y qué decir tiene si hay países de por medio. Es la única manera de que no te den granel por ecológico. 

Para elegir añada, sigue la regla del 5

Todo amante del vino que se precie debe empezar a hablar el idioma de las añadas. En los vinos buenos a veces es difícil recordar cuál fue el mejor año en cada región. Por eso nos agradecerás haberte descubierto ‘la regla del cinco’ de la crítica de vino Jancis Robinson, que dice que todas las cosechas desde 1985 divisibles por cinco (es decir, que acaben en cinco o en cero) han sido lo suficientemente buenas como para arriesgarse a pedirlas sin pensarlo. Es muy general, pero funciona. Otra forma de acertar es elegir, en el caso de vinos económicos blancos o rosados, la añada más joven.

Deja que el vino respire

Todo el vino mejora si se le deja respirar entre el momento de abrir la botella y de servirlo. Deja que respire, pero no lo estreses. El vino está vivo y no deja de evolucionar una vez abierto, por eso puede entrar en shock si lo decantas sin sentido y, sobre todo, sin cuidado. Si el vino ha sufrido cambios de temperatura bruscos y movimientos agitados durante su traslado (a veces de un país a otro pero otras veces simplemente por una mala praxis entre la bodega y el restaurante), es probable que esté cerrado o tenga olores de reducción.

En este caso lo mejor es darle un tiempo de reposo antes de descorcharlo, pero si ya es tarde para eso, también conviene darle su espacio una vez servido en las copas. No hace falta ningún decantador. De esta forma, el vino tendrá una aireación suficiente para desprenderse de los olores negativos y recuperar los positivos a su ritmo. Como sucede con las personas, cuanto más viejo o delicado sea el vino, más afectado se verá y más le costará recuperarse.