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“No guardes los calabacines en la nevera”, el consejo de una experta para que duren frescos hasta 3 meses

Una de las hortalizas más ligeras y deliciosas del verano que, si se guardan correctamente, nos pueden aguantar en buenas condiciones hasta el invierno.

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Cuando llegamos a casa después de haber comprado verduras y hortalizas frescas, el primer impulso suele ser guardarlas en el cajón para verduras de la nevera. Sin embargo, no todos los vegetales agradecen las bajas temperaturas. Uno de los ejemplos más claros es el calabacín.

Somos muchos los que, en alguna ocasión, tras unos pocos días en la nevera, nos hemos topado con unos calabacines arrugados que ya no están firmes al tacto y que, por las dudas, han terminado en la basura.

La buena noticia es que existe un método sencillo y eficaz, lejos de la nevera, que permite alargar su vida útil hasta tres meses, manteniendo su frescura y sabor intactos.

El consejo de una experta

La creadora de contenido francesa Marie Gioan, conocida en redes sociales como @cjustemarie ha compartido un vídeo en su perfil de Instagram en el que explica cómo deben conservarse diversas hortalizas para que duren el mayor tiempo posible. En el caso de los calabacines, la diferencia puede ser asombrosa.

Conservarlos tal como propone la experta no solo alarga su vida útil, sino que también nos ayuda a reducir el desperdicio alimentario.

Algo tan sencillo como guardar esta hortaliza en un entorno fresco, seco y oscuro, nos permitirá aprovechar al máximo su sabor y su textura crujiente durante muchas semanas. Un pequeño cambio de hábito que, además de beneficioso para nuestro bolsillo, resulta respetuoso con el medioambiente.

Jamás en la nevera

El frío extremo es enemigo del calabacín. La razón es que las bajas temperaturas afectan directamente a sus paredes celulares, provocando una pérdida rápida de agua y, en consecuencia, un marchitamiento prematuro.

En lugar de mantenerse tersos y "frescos", los calabacines conservados en frío se vuelven blandos y pierden sabor, por lo que, si no se consumen enseguida, es muy probable que acaben en la basura.

El sitio perfecto

Como hemos visto, lo mejor es un sitio fresco, seco y alejado de la luz. Lo recomendable es almacenar los calabacines en un espacio donde la temperatura se mantenga estable, entre 12 °C y 16 °C, sin luz directa ni fuentes de calor cercanas.

Una despensa, un lavadero en el que no dé el sol o incluso un armario de cocina nos pueden funcionar perfectamente. La oscuridad frena el proceso de maduración y ayuda a conservar la firmeza de la piel durante mucho más tiempo.

La humedad es otro de los enemigos de los calabacines. En ambientes húmedos, el riesgo de moho y podredumbre aumenta de forma considerable, aunque las temperaturas sean las adecuadas.

Por ello, conviene alejarlos de zonas cercanas al fregadero o de estancias donde se genere vapor, como la cocina durante la cocción. Mantenerlos en un lugar seco garantiza que se conserven intactos durante semanas.

Por esta misma razón, se debe evitar lavarlos antes de guardarlos. El agua puede dejar restos de humedad en la superficie y acelerará la descomposición. Lo ideal es limpiar los calabacines justo antes de cocinarlos o consumirlos.

Nada de plásticos

Otro error común es guardar los calabacines en bolsas de plástico, pues se puede condensar humedad dentro de la bolsa que acabaría por estropearlos.

En su lugar, se aconseja optar por bolsas de malla, de lona, de papel o incluso cajas de cartón o de madera. Estos materiales permiten que el aire circule, reduciendo la condensación y ayudando a que los calabacines conserven su textura firme.

Para terminar, conviene señalar que, aunque los calabacines pueden mantenerse en buen estado hasta tres meses con este método, debemos revisarlos, al menos, semanalmente.

Así, si detectamos una pieza dañada, podremos retirarla para evitar que afecte al resto. Con este sencillo hábito, garantizamos que la mayoría de los calabacines se conserven durante toda la temporada sin problema.