Varias personas brindando con vino

Varias personas brindando con vino iStock

Actualidad gastronómica

Alertan de la estafa que más se repite en bares: "Aunque lo hacen los camareros, lo ordenan los jefes"

Se trata de un supuesto engaño que se viene llevando a cabo durante décadas en bares de París. Afecta a los vinos y es el cliente el que siempre sale perjudicado.

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Una se imagina París con calles luminosas repletas de coquetos restaurantes en los que disfrutar de la mejor cocina francesa regada con un buen vino, pero lo que ya se imagina menos, aunque tal vez lo pueda intuir, es que no siempre es oro todo lo que reluce.

La investigación llevada a cabo por el periodista Mathieu Hennequin para Le Parisien ha destapado una práctica tan común como ilegal, el repotting.

Consiste en la sustitución deliberada de vinos de calidad por opciones más baratas para maximizar los márgenes de beneficio, para entendernos, lo que en España hemos llamado toda la vida "garrafón".

Una práctica habitual ordenada por los dueños

Según los testimonios recogidos por Hennequin, este fraude no es una iniciativa aislada de algunos camareros, sino que responde a órdenes directas de los propietarios de los establecimientos.

"Excepto los clientes habituales, todos los demás eran engañados", explica Tristan, un exempleado de una brasserie en Montmartre. "Si veía turistas americanos, sabía que los iban a estafar", confiesa.

La técnica consiste en reciclar los restos de vino sobrantes de copas o botellas abiertas, verterlos en una botella sin etiqueta y ofrecerlos como si fueran una referencia de alta gama.

Un camarero admite haber servido un Sauvignon de 5,60 € como si fuera un Chablis (8,50 €) o un Sancerre (7,60 €), vinos con perfiles sensoriales muy distintos. "Solo nos descubrieron una vez, porque era un sumiller", cuenta.

Hacerse pasar por turistas

Para comprobar la existencia del fraude, Hennequin, acompañado por Gwilherm de Cerval, periodista y exsumiller en hoteles de lujo, y Marina Giuberti, experta en vinos y representante de bodegueros independientes de Île-de-France, se hicieron pasar por turistas.

Vestidos con ropas llamativas, gafas oscuras y actitud relajada, visitaron varios bares parisinos y lo que descubrieron fue alarmante.

En repetidas ocasiones, pidieron vinos concretos como Chablis o Sancerre y, sin excepción, los expertos identificaron que lo servido no correspondía con lo solicitado. En todos los casos, se trataba de Sauvignon blanc, el vino más barato de la carta.

La prueba definitiva

Para tener una nueva prueba de la estafa, en uno de los bares, tras pedir un Chablis, Gwilherm notó que lo que les sirvieron no se correspondía con lo esperado.

"Faltan los marcadores del Chablis, como el toque ahumado. En cambio, hay notas vegetales y cítricas propias del Sauvignon", declaró. Para confirmar la sospecha, pidieron una botella entera de Chablis y compararon.

La diferencia era incuestionable, el color, el aroma, el cuerpo e incluso el retrogusto confirmaban que habían sido engañados. "Para mí, no es el mismo vino. Creo que nos engañaron", sentenció Gwilherm.

Testimonios que lo confirman

Sarah, con tres décadas de experiencia en el sector, explicó cómo se lleva a cabo la práctica. "Vierto el vino que me sobra para no perderlo. Podemos poner el vino que queramos. El paladar de la gente no lo detecta", confesó.

También mencionó reemplazos habituales, Chianti en lugar de Bardolino, Beaujolais en vez de Côtes-du-Rhône, siempre priorizando la rentabilidad.

Giuberti, en una segunda visita al mismo bar, pidió un Sancerre y volvió a notar que lo servido no correspondía. "No es un Sancerre. Lo conozco bien. Esto es Sauvignon barato", afirmó.

El camarero, al verse cuestionado, sirvió un vaso con un resto que también fue identificado como Sauvignon. "No es una práctica normal. Es una pena para todos", lamentó Giuberti.

Malo para el cliente y para la bodega

Este tipo de fraude no solo perjudica al consumidor, que paga más por un producto de menor calidad que no es el que cree estar comprando; también compromete a los productores.

Jérôme Ber, representante de los productores con denominación de origen, expresó su preocupación: "Es un engaño que puede alejar a los consumidores del vino auténtico".

Se trata de una práctica que puede dañar la reputación de regiones vitivinícolas enteras y menoscaba el esfuerzo de viticultores que luchan por mantener la autenticidad.

Consecuencias legales

En España, vender un vino diferente al anunciado, adulterado o mal etiquetado se considera un fraude alimentario que está regulado por la Ley 24/2003, de la Viña y del Vino. Esta normativa establece distintos tipos de infracciones según la gravedad:

  • Multas de hasta 30.000 euros. La sanción habitual para locales que venden alcohol de garrafón puede alcanzar los 30.000 euros, especialmente si se detecta la reutilización de botellas, la ausencia de etiquetado adecuado o la venta de productos no autorizados.

  • Sanciones administrativas adicionales. Además de la multa económica, pueden imponerse medidas como la retirada del producto, la suspensión temporal de la actividad o incluso el cierre parcial del establecimiento en casos graves.

  • Multas superiores en casos muy graves. Si la adulteración supone un riesgo para la salud pública, la infracción puede considerarse "muy grave" y las multas pueden llegar a ser mucho más elevadas, incluso hasta 600.000 euros en los supuestos más extremos.

Cómo protegerse del garrafón

El periodista Hennequin y los especialistas consultados coinciden en una serie de recomendaciones para evitar ser víctima del repotting. Consejos que son casi universales y también son válidos para España:

  • Exigir ver la botella. Por ley, los establecimientos deben servir el vino mostrando la botella original al cliente. Si esto no ocurre, se abre la puerta a la sospecha.

  • Pedir botella completa. Si se va en grupo, es más seguro y económico pedir una botella entera que varias copas individuales. Y asegurarse de que la botella es descorchada en nuestra presencia.

  • Llevarse lo que sobre. Cuando se pide una botella entera, el cliente tiene derecho a llevarse esta si no se ha consumido en su totalidad, pese a que algunos camareros intenten negarlo.