Begoña Rodrigo, en la coctelería de La Salita (Valencia), a la entrada del restaurante.

Begoña Rodrigo, en la coctelería de La Salita (Valencia), a la entrada del restaurante.

Actualidad gastronómica

Begoña Rodrigo estrena nueva coctelería en La Salita: cocina líquida sostenible con bocados como su sándwich de pastrami

La chef al frente de la Salita ha estrenado un espacio en la planta baja de su restaurante convertido en coctelería cuya propuesta se nutre de destilados vegetales, vinagres y una selección de platos para acompañar.

Más información: La chef estrella Michelin que defiende horarios razonables para cuidar a camareros y cocineros

Publicada

Begoña Rodrigo ya contaba con una de las coctelerías más interesantes de España, ubicada en uno de los rincones de la terraza de su restaurante con estrella Michelin, La Salita. Este espacio, hasta entonces capitaneado por el ucraniano Denys Cherkasov, servía para poner la nota líquida al inicio del menú degustación, pero el potencial del local y la naturaleza del proyecto han hecho que la chef valenciana cierre el círculo con la consolidación de CookTL.

Una vez más, Begoña Rodrigo, vuelve a agitar el panorama gastronómico valenciano. Esta vez, no con cuchillos ni sartenes, sino con cócteles que fermentan, destilados que cuentan historias y vinagres que maduran como un buen recuerdo. La chef, que este año celebra sus 50 años de vida y dos décadas de La Salita, abre una nueva puerta (literal y figuradamente) a una nueva experiencia: una coctelería de autor, sostenible y profundamente coherente con su universo culinario.

La coctelería como extensión del plato

“Para mí lo importante con la coctelería siempre ha sido que esté en línea con el restaurante”, afirma Rodrigo. Y lo está. No hay mojitos ni caipiriñas, sino destilados de tirabeque, cacahuete, guisante o setas. Hay mistelas propias, espumas que coronan cócteles con la misma precisión con la que se emplata un bocado de autor, y hasta un tiramisú líquido con vinagre de higos. Aquí, el cóctel no es un apéndice del restaurante, sino una prolongación líquida de su filosofía vegetal y sostenible.

El espacio se ha instalado en la planta baja del icónico edificio que alberga La Salita. Allí, tras una pequeña puerta que invita a la curiosidad más que al protocolo, los visitantes encuentran un ambiente más relajado, casi clandestino, donde la música y la atmósfera invitan a quedarse, a explorar y a romper con la solemnidad habitual del fine dining.

De barra, terrazas y brunches: un espacio vivo

La coctelería no solo añade una capa más al universo de Rodrigo; le da movimiento. Se puede acceder sin necesidad de pasar por el restaurante principal, frente a la barra de la cocina donde se rematan muchos de los cócteles en vivo, disfrutar desde la terraza pequeña hasta la más grande. Es un espacio polifacético, adaptable al momento y al ánimo del comensal, con la libertad de reservarlo por separado o como prolongación de un menú de La Salita.

Y es que parte del encanto de esta propuesta radica en su informalidad sofisticada. “Me parecía guay montar la parte de abajo con un poco de música, para darle un poco de rollo antes de subir a la paz total de la sala de arriba”, comenta la chef. Una coctelería pensada no solo como aperitivo o cierre, sino como destino en sí mismo.

Cocina líquida, bocados sólidos

Para quienes piensan que de cócteles no se 'come', Rodrigo responde con hechos: “Con el sándwich de pastrami has cenado”. Y es que la carta incluye platos contundentes y creativos, pensados para acompañar la coctelería sin quedar en segundo plano. Cada creación encuentra su eco en un cóctel diseñado a medida: un maridaje de ocho pasos, ocho platos, ocho cócteles. Pero también se puede disfrutar de los clásicos de manera independiente.

Coctelería en La Salita.

Coctelería en La Salita.

Para picar, han creado una serie de bocados, algunos individuales y otros perfectos para compartir como las berlinas de anguila, su icónica Tiara, o ese sándwich de pastrami que menciona Rodrigo.

Y todo esto bajo el liderazgo de Denis Coppola, coctelera principal, que junto a un equipo enteramente femenino, ha convertido esta barra en un laboratorio líquido donde se ensayan nuevas formas de beber y saborear. Muchas de las fórmulas nacen en Cookroom, el espacio privado de I+D que Begoña utiliza para sus showcookings y pruebas experimentales.

Sostenibilidad con sabor ácido

Fiel a su esencia, la propuesta no se olvida de la proximidad ni del respeto por el producto. El vinagre, fetiche declarado de la chef, vuelve a ser protagonista: damajuanas de distintos tamaños descansan detrás de la barra como silenciosas guardianas de un sabor ancestral, listo para estallar en forma de shrub, espuma o destilado.

Este nuevo espacio no solo representa una evolución de La Salita, sino también una declaración de intenciones: se puede beber bien, de forma distinta, sin caer en los clichés y con una coherencia ética y estética que atraviesa toda la experiencia.

La barra de La Salita, desde su nueva 'coctelería', con sus vinagres.

La barra de La Salita, desde su nueva 'coctelería', con sus vinagres.

Una invitación con alma

Con precios que rondan los 15 euros por cóctel o plato y una experiencia completa en torno a los 50, la nueva coctelería de Begoña Rodrigo es una invitación a descubrir la alta cocina en formato líquido. Es un lugar donde cada sorbo y cada bocado cuentan algo más que una receta: cuentan una historia, una forma de entender la tierra, el producto y el placer de comer y beber, de la mano de Rodrigo.