Las 10 comidas españolas que más odian los extranjeros: alguna seguro que tú también
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Las 10 comidas españolas que más detestan los extranjeros: alguna seguro que tú también

La cocina española es famosa en el mundo entero por su calidad, pero ¿son igual de apreciados todos los platos?

3 abril, 2024 06:00

Eso tan manido de que sobre gustos no hay nada escrito es una afirmación que, a veces, es la única manera de explicar el éxito de algunos platos que se ponen de moda en el mundo entero y la sorprendente mala prensa de otros.

En el momento de escribir este artículo son tendencia y se expanden cual virus los croissants mezclados con masa de galletas y los croissants aplastados. Los primeros no los veo especialmente apetecibles, pero a los segundos es que no les veo sentido, salvo como medida para evitar el desperdicio alimentario cuando no quieres tirar un croissant que lleva tres días dando vueltas por la vitrina. Vamos, lo de toda la vida, cuando una pieza de bollería se pone revenida, la tuestas para no tirarla.

Pero, de manera igualmente inexplicable, también sucede lo contrario, platos que llevamos comiendo toda la vida y que, al menos supuestamente, nos encantan, lejos de conquistar el mundo, horrorizan a los paladares foráneos.

En el portal Taste Atlas han publicado una recopilación con los 97 peores platos de la cocina española según los lectores de esta plataforma y los resultados son, cuando menos, sorprendentes. Hay platos que parecen no estar muy bien ubicados, otros que no me explico por qué tan poco éxito y uno que igual no está muy desencaminado. Repasemos la lista y veamos qué 10 platos de la cocina española gustan menos a los de fuera.

10. Rosquillas de Santa Clara

Un clásico madrileño que nunca falta en las fiestas de su patrón, San Isidro. No son las únicas rosquillas que se consumen en esta celebración, aparte de las de Santa Clara, están las tontas, las listas y las francesas. Sin embargo, las inventadas por las monjas del Monasterio de la Visitación de Santa Clara, pese a ser unas de las más elaboradas, son las que menos gustan fuera de España.

[Rosquillas de San Isidro o rosquillas del Santo, la receta más popular de las romerías]

Estas rosquillas se hacen con una base de masa horneada que se recubre de un merengue y luego se vuelven a hornear para que el merengue quede seco.

9. Albóndigas a la catalana (Boles de picolat)

Se trata de unas deliciosas albóndigas hechas con carne de cerdo y ternera que se cocinan en una salsa de cebolla, setas y aceitunas y se sirven con un potaje de alubias blancas. Un plato contundente y reconfortante típico de la cocina catalana más tradicional.

[Trucos para que las albóndigas queden más jugosas y tengan más sabor]

Uno de esos platos que en los días más fríos del año te devuelven la vida.

8. Arroz al horno (Arròs al forn)

Arroz al horno, una receta valenciana casi más típica que la paella

Arroz al horno, una receta valenciana casi más típica que la paella

Otro plato cuya presencia en esta lista no se explica es este clásico de la cocina valenciana. Un arroz elaborado con distintos cortes de cerdo y embutidos que se cocina en una cazuela de barro en el horno. Un plato humilde que puede hacerse con las sobras de un cocido, pues lleva garbanzos, patatas, morcillas, costillas de cerdo, y es, además, una bomba se sabor.

[Arroz al horno, una receta valenciana tan típica como la paella]

7. Porrusalda

Un plato sencillo y reconfortante típico de la cocina vasca que es perfecto para cenar en una noche fresca, pues se trata de un plato saludable y reconfortante a la par que sencillo.

[Porrusalda, receta tradicional vasca]

Patatas, zanahorias, puerros y un caldo de pescado en su versión más sencilla, aunque también suele llevar algo de bacalao es lo que se necesita para preparar este plato a medio camino entre un plato y una sopa.

6. Caracoles

Un clásico de los bares de muchas localidades españolas, famoso por lo delicioso de las salsas con las que se cocinan. Es curioso que aparezca este plato en esta lista, cuando en el país vecino, los caracoles hasta se exportan en conserva y son considerados una delicatessen.

[Caracoles a la montañesa, el plato de las Nochebuenas cántabras]

5. Hojaldres de Astorga

No hay parada en Astorga que no acabe con una caja de mantecadas y otra de hojaldres. Las primeras no aparecen en esta curiosa clasificación, pero sí los segundos, unos pasteles cuadrados compuestos por varias capas de hojaldre y bañados en un almíbar de miel que les da una textura pegajosa. Solo aptos para aquellos que son muy muy golosos y no le tienen miedo al azúcar en grandes cantidades.

4. Caldo de papas

Este humilde guiso de patatas y vegetales en el que se cuajan unos huevos para hacerlo aún más nutritivo es típico de la cocina canaria. Sin ser un plato de lujo, su caldo aterciopelado gracias al almidón que sueltan las patatas, lo convierte en un imprescindible para días fríos.

3. Bocadillo de carne de caballo

Un clásico del almuerzo valenciano, el esmorzaret, donde la cultura del bocadillo está muy extendida, pues es un tentempié habitual en esta comida. El de carne de caballo es uno de los entrepà típicos que se puede encontrar en las cartas de los bares acompañando a otros como el Brascada (ternera, cebolla frita y jamón serrano), Chivito (lomo, beicon, tomate, queso, mayonesa) o Almussafes (sobrasada, cebolla caramelizada y queso).

El bocadillo de caballo, aparte de un filete de esta carne, la más rica en hierro, suele llevar ajos tiernos, patatas fritas y alioli.

2. Gazpacho de mango

Una variante del clásico gazpacho andaluz que, en un intento de modernidad, incorpora una fruta tropical que ahora es más fácil de encontrar en nuestros mercados. No está mal, pero tampoco mejora la receta original y, quizá sea esa la razón por la que no tiene éxito entre los extranjeros.

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1. Peladillas

Estas almendras o piñones recubiertos de una gruesa capa de glasa de azúcar endurecida son uno de esos dulces viejunos que nunca faltaban en las bandejas de dulces navideños. Podían tirarse todas las fiestas en la bandeja viendo como se acababan y se reponían polvorones y turrones.

Misteriosamente, al año siguiente se volvían a comprar y, de nuevo, pasaba lo mismo. Fuera de España, parece que las peladillas no correrían mejor suerte.