Christina Koch, la primera mujer en la historia en pisar la luna, en una foto de archivo.

Christina Koch, la primera mujer en la historia en pisar la luna, en una foto de archivo. Josh Valcalcer NASA

Ciencia Astronomía y Astrofísica

Por qué la mujer irá a la Luna 50 años después del hombre: sexismo en la carrera espacial

Christina Koch ha sido el primer miembro anunciado de la tripulación de la Artemis 2, que sobrevolará el satélite a finales del año que viene.

5 abril, 2023 03:06

La NASA anunciaba este lunes los nombres de los cuatro astronautas que formarán parte de la Artemis 2, la primera misión tripulada de la agencia espacial para lograr un establecimiento a largo plazo en la Luna. "Estas personas serán los primeros en volar a los alrededores de la Luna por primera vez en más de 50 años. En la tripulación se encuentran la primera mujer, la primera persona de color y la primera persona canadiense en una misión lunar. Los cuatro representarán lo mejor de la humanidad mientras exploran el espacio en beneficio de todos", expresaba al respecto Vanessa Wyche, directora del centro espacial Johnson de la NASA.

El discurso Wyche no es baladí. Desde que ser humano pisara por primera vez la Luna en 1969, 24 hombres han viajado u orbitado el satélite y ninguna mujer. Han tenido que pasar casi 55 años para que una lo pueda hacer. Si bien, el problema de la NASA —y de las agencias espaciales en general— con la igualdad entre sexos no se concentra sólo en el ámbito lunar.

Según los datos disponibles de la base de datos del CSIS Aerospace Security Project, de los más de 500 astronautas que han viajado al espacio, apenas 65 han sido mujeres. La primera en hacerlo fue Valentina Tereshkova, de nacionalidad rusa. Voló el día 16 de junio de 1963, en una nave llamada Vostok 6, del mismo programa que sólo dos años antes había puesto a Yuri Gaharin en el espacio exterior, el primer hombre en hacerlo.

El corto periodo de tiempo entre uno y otro podía interpretarse como la señal de que en el espacio no hay techo de cristal. No fue así. Tuvieron que pasar 19 años para que otra mujer retomara el relevo de Tereshkova. Fue Svetlana Savitskaya, también rusa. Ella ostentó, además, el honor de ser la primera mujer en darse un paseo espacial.

En los años por la conquista del espacio, la URSS parecía ganar a Estados Unidos, al menos en cuanto a materia de paridad. Sin embargo, Ronald Reagan, que por aquel entonces desempeñaba la presidencia, se iba a poner las pilas y sólo un año más tarde, en 1983, Sally Ride se convertía en la primera mujer estadounidense en alcanzar el espacio exterior.

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Estos nombres conforman la de la historia de la mujer astronauta, pero este relato, por desgracia, no se puede escribir sin las anécdotas que dan cuenta de la desigualdad que le ha marcado. Según narra el libro Women in space (Mujeres en el espacio), Savitskaya, durante la rueda de prensa que concedió al regresar a la Tierra, explotó ante la cantidad de periodistas e invitados que alababan el hecho de que una mujer pudiera hacer más agradable la estancia a los hombres de la estación espacial. "No vamos al espacio para mejorar el estado de ánimo de la tripulación. Vamos al espacio porque estamos a la altura del trabajo", replicó.

Más sonada es, quizá, la anécdota de Sally Ride, a la que los ingenieros preguntaron que si tendría suficiente con 100 tampones para su viaje. Duraba, tan sólo, seis días. "Esa cantidad no es correcta", contestó. Más imperdonable serían los problemas que tuvieron para diseñar su traje espacial. Al parecer, el equipo desconocía cómo orinaba una mujer.

Sesgo en equipos e investigación

La respuesta ante tal confusión probablemente residía en que, de entre todos los trabajadores de la misión, sólo cuatro eran mujeres. La poca participación de féminas es algo que también se ve en la propia investigación sobre las condiciones que pueden soportar los humanos en los viajes espaciales, lo que hace que sea mucho más seguro enviar a hombres y lo que ha favorecido que en una cuestión cultural entren en juego también cuestiones científicas.

María Ángeles Bonmatí, doctora en Fisiología por la Universidad de Murcia e investigadora en CIBERFES, abordaba precisamente este tema en su libro Que nada te quite el sueño (Crítica). En él relata que fue escogida para participar en un proyecto coordinado y cofinanciado por la Agencia Espacial Europea (ESA) y que consistía en simular qué les ocurriría a los astronautas que pasarían meses en la Estación Espacial Internacional. En el experimento sólo participaron hombres.

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"En ciencia, la proporción de estudios realizados en hombres es apabullantemente mayor que la realizada en mujeres. Incluso cuando se trata de animales (no humanos) de experimentación se evita incluir hembras. ¿Por qué? Pues porque nuestros ciclos hormonales estropean los datos y se consideran, a menudo, factores de confusión. Eso ha llevado a que buena parte de lo que conocemos hoy en día esté más que demostrado en hombres, pero no tanto en mujeres", explica.

Pudo ser y no fue

"En el caso del experimento que nos ocupa, intuyo que se decidió restringir el acceso sólo a hombres porque el ciclo menstrual podría interferir en el experimento también logísticamente", prosigue la experta. Los participantes debían permanecer tumbados en una postura determinada dos meses, lo que hacía complicada la tarea del aseo. No obstante, Bonmatí reivindica que no se busque la manera en un experimento de tal envergadura para poder solventar el problema. Como ella misma reivindica: "Necesitamos saber qué le ocurre a la mitad de la población, aquí en la Tierra como en el cielo".

Por desgracia, el sexismo en la ciencia espacial no queda ahí. En 2009, un trabajo titulado A forgotten moment in physiology: the Lovelace Woman in Space Program (1960-1962) recogía la historia del Mercury 13, un programa de investigación llevado a cabo en Estados Unidos por William Randolph Lovelace II para lanzar a la primera mujer al espacio. Las participantes seleccionadas no sólo superaron las mismas pruebas físicas y psicológicas de los hombres, sino que en algunos casos superaron sus marcas.

A pesar de estos resultados prometedores, el Mercury 13 se canceló y disolvió en 1962. La opinión pública pensaba que mujeres con tales pretensiones nunca podrían atender bien a sus familias. Un año después, Rusia enviaba a Valentina Tereshkova.