Dice Fernando Roig que, tras acabar el partido entre el Villarreal y el Madrid, vio salir a los árbitros con bolsas de este último equipo. Mis informes me indican, sin embargo, que en realidad los colegiados portaban bolsas de Mercadona, lo cual es (considerando que la referida cadena de supermercados forma parte del negocio familiar de los Roig) indicativo de sabe Dios qué.

Cuando uno ocupa un cargo de responsabilidad en la vida económica y deportiva nacional, pero ello no le impide emitir en una cadena de radio de máxima audiencia una insinuación como la referida, tiene que admitir que a continuación se desaten unas cuantas coñas. Es lo mínimo. Máxime cuando algunas personas, por razones geográficas, tuvimos la fortuna de seguir el partido a través de una retransmisión distinta a la que les tocó a la mayoría de los españoles, gracias a lo cual no se nos negaron las repeticiones detalladas de ciertas jugadas anteriores al penalti del 2-2 que ha desatado la corriente biliosa contra los presuntos robos del Madrid más irrisoria y bochornosa de la que se tiene memoria.

Desde ayer, hay un antes y un después en la historia de la infamia antimadridista. Lo de ayer es un punto y aparte o un punto de inflexión, porque no cabe más cinismo por parte de más gente para convertir en un presunto atraco del Madrid lo que (si acaso) fue un fallido intento de atraco al Madrid. Nunca en la historia del fútbol español se había intentado trocar una preposición por otra con semejante desfachatez.

En el minuto 15, y gracias a la repetición de SkySports (vivo en el Reino Unido), pude salir de dudas para comprobar la descarada mano dentro del área de un defensa del Villarreal para cortar un remate de cabeza de Benzema. Fue clarísima, pero solo un poco más clara que la que sí se señaló en el segundo tiempo y que el propio Cristiano convirtió en el empate del Madrid. También esa fue clara. Bruno se encuentra con el balón a la altura de la cara y lo toca con la mano. ¿Piensa Bruno “Voy a cometer un penalti tonto para que nos empaten y se pueda liar”? Probablemente no, o no con esa literalidad, pero es una acción inequívoca e inequívocamente voluntaria. La inoportunidad de algunas de nuestras acciones, o su rapidez, o su futilidad última, no las hacen un ápice menos deliberadas. El Villarreal no puede quejarse porque el árbitro (llevara a la salida bolsas del Real Madrid o de Mercadona) señalase el segundo penalti claro de la noche.

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Sí puede quejarse el madridismo, en cambio, de que el árbitro no señalara también el primero, así como de que concediera el primer gol del Villarreal tras una dejada con la mano de Castillejo antes de que remate Trigueros. También puede quejarse el madridismo del fuera de juego de Bakambu en el segundo gol de los amarillos. El resultado justo desde el punto de vista arbitral habría sido pues un 0-4.

Yo lo sé. Yo sé que habrá personas que solo hayan tenido acceso a la retransmisión que se dio en España, y que escamoteó repeticiones de todos estos detalles (se discute si por culpa de la Liga o del propio operador), llevándose las manos a la cabeza al leerme. La intoxicación mediática es lo que tiene. A diferencia de lo que sucede con la estomacal -en la que la propia intoxicación genera mareos y/o naúseas-, en el caso de la intoxicación mediática es la presentación de la verdad, que ejerce el papel de antídoto, la que puede producir convulsiones. Yo qué le voy a hacer. Vayan a Twitter, donde reside la atomizada resistencia a la infamia, y tras la convulsión llegará la sorpresa.

“Yo vi a los árbitros salir del estadio con bolsas del Real Madrid”. El empresario de enorme éxito que pronuncia esa frase en un programa radiofónico de máxima audiencia no puede dar puntada sin hilo porque no tiene un pelo de tonto. Sabe perfectamente que habrá varias decenas de miles de cretinos mendaces que interpretarán exactamente lo que él quiere que interpreten. “No sé qué llevarían dentro de las bolsas”, añadió. Y es así cómo el presidente del club manifiestamente beneficiado por la actuación del árbitro se va de rositas tras una insinuación absolutamente repugnante a cuenta del colegiado que presuntamente ha robado a su equipo aunque en realidad, de haber robado a alguien, ha robado a su adversario. Y no pasa absolutamente nada. Ninguno de los ocho periodistas le repregunta. Nadie le inquiere: “¿Qué quiere usted decir exactamente?” Con su silencio, los tertulianos participan indirectamente de la ceremonia de la insinuación malévola. De hecho, no todos callan. “Una información impactante”, llega a acotar el más antimadridista de todos, aunque resultaría difícil dirimir cuál de ellos merece en mayor medida el galardón.

Afortunadamente, el Real Madrid trasciende las fronteras de España. Si tuviera que atenerse al trato que España le da, pese a ser un club de fútbol español y el más exitoso de todos, no habría ni tiempo para restañar las puñaladas. Hay muchísimos españoles decentes, aficionados al fútbol, que no son del Real Madrid. Comprendo que, como decía aquel personaje de 'El secreto de sus ojos', un hombre puede cambiar de religión o ideas políticas, pero nunca cambiará de equipo. Solo esto me hace entender, aunque no compartir, el que todos esos españoles de bien no miren a su alrededor, vean lo que hay y se hagan madridistas de inmediato y por la simple razón de apoyar a aquel a quien más grosera, zafia, numerosa e impunemente se sacude en ese bendito país.