Los datos que arroja el sondeo de EL ESPAÑOL son claros. España está resignada a volver a votar. Después del fracaso de la sesión de investidura de Pedro Sánchez y después de que Podemos promoviera a la desesperada la oferta -que rechazaron un mes antes- de una vicepresidencia y tres ministerios a la carta, un 35% de los ciudadanos quiere elecciones ya. Pero es que hay otro dato más demoledor aún: más de la mitad de los españoles creen que el escenario de unas nuevas elecciones es inevitable.

En realidad, el sondeo que publicamos no hace sino consignar que en España hemos asistido a un fracaso de la clase política en general, incapaz de llegar a un mínimo acuerdo para evitar que un Ejecutivo en funciones acabe siendo la norma. Claro está que las presumibles elecciones tienen una culpa repartida: por una parte el enroque de Podemos que quería formar casi un Ejecutivo paralelo como condición indispensable para apoyar a Sánchez, y por otro, la falta de sentido de Estado de PP y Cs al no  abstenerse y evitar, entre otras cosas, esta sensación de interinidad que empieza a ser sistémica. 

Intransigencia

Dejando a un lado que ya sólo uno de cada cinco votantes del PSOE quiera un Gobierno de coalición con los populistas -y de que por la intransigencia de Pablo Iglesias, Podemos haya abortado un insostenible Ejecutivo que hubiera castigado al país con el dogmatismo-, España ha asistido a un triste fenómeno: la percepción de que todo programa político pasa por culpar al otro de la repetición electoral. Y eso, sin que se pongan sobre la mesa alternativas, que es y debe ser la obligación de todo representante público. 

Técnicamente, Pedro Sánchez ya no tiene el encargo de formar Gobierno, y qué duda cabe de que esta coyuntura le libera y le beneficia en su proyecto de resistencia. Sin embargo, estamos a tres semanas de que el reloj vuelva a correr y nos encaminemos irremediablemente a unas elecciones en noviembre.

Desunión

Un Gobierno en funciones no es lo más aconsejable cuando España afronta desafíos como las indudables consecuencias derivadas del brexit o la recesión que amenaza nuestra economía. Y eso por no hablar de la desunión de los constitucionalistas frente al desafío del separatismo, envalentonados ante el inminente fallo del Supremo en el juicio al procés

Es significativo comprobar cómo el clima de opinión ha cambiado desde la primavera hasta ahora. Si en la madrugada del 28-A se daba por seguro un Gobierno de izquierdas, hoy ni siquiera el votante socialista que celebraba en Ferraz el resultado electoral ve calamitoso volver a las urnas. No obstante, los ciudadanos no pasarán por alto que, por la ineficacia de algunos, se empiece a cuestionar la credibilidad de nuestra democracia. Habrá castigo. Y será repartido.