Emmanuel Macron ha salvado a última hora los muebles de la cumbre del G7 en la que ejercía de anfitrión. Si el clima con el que se abordaba la cita en Biarritz era de pesimismo, y no eran pocas la voces que cuestionaban la idoneidad de reuniones como esta, Macron ha aprovechado su vis diplomática para erigirse como ese líder mundial que es capaz de templar los ánimos y conseguir los entendimientos más básicos.

Bien es verdad que el multilateralismo, como ya dijimos, ha pasado a mejor vida en la nomenclatura de la política internacional. Sin embargo, Macron ha jugado hábilmente sus cartas y ha logrado encauzar, directa o indirectamente, contenciosos que parecían enquistados. Y es que si la opinión pública internacional temblaba ante la escalada la tensión en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, en Biarritz se ha rebajado el tono de Donald Trump y se ha logrado que el norteamericano acerque  posturas con Pekín. Trump ha prometido reanudar "muy próximamente" sus negociaciones con China y con su presidente, Xi Jinping, al que el magnate ha definido como "un gran líder". 

Escalada nuclear

Y no es el único logro de un Macron que ha trabajado contrarreloj para que Biarritz no pasara a la Historia como el símbolo del fracaso. En plena escalada de la crisis nuclear con el régimen iraní, Macron ha arrancado de Trump el compromiso de una cumbre "en las próximas semanas" con el presidente de Irán, Hassán Rohani, pero eso siempre que se den lo que Washington entiende que son las circunstancias "correctas". 

En realidad, en la búsqueda de este acercamiento entre Teherán y Washington se han volcado los dirigentes de Francia, Japón, Canadá, Alemania y Reino Unido, para los que la presencia en Biarritz del ministro de Exteriores iraní no fue una sorpresa, como ha acabado reconociendo el propio Donald Trump. 

Popularidad

Emmanuel Macron se ha consolidado como un líder -quizá el único- capaz de generar los mínimos consensos, y uno de los más simbólicos es el de que el G7 haya acordado destinar "una ayuda inmediata" para hacer frente a los pavorosos incendios que asolan la Amazonia. Y todo esto mientras se estudia, además, un ambicioso plan de reforestación.

De una cumbre destinada a la irrelevancia, el presidente de Francia ha conseguido unos logros que el tiempo valorará en su justa medida. Macron puede respirar tranquilo. Si bien su gestión de los problemas domésticos con los chalecos amarillos ha erosionado su popularidad, Macron, gracias a la cumbre de Biarritz, hasta puede remontar el vuelo.