La marca Podemos debería ser comprendida como una cosa no sólo local, sino internacional. Sus orígenes ideológicos, trabajos, contratas y demás intersticios tienen conexiones más allá de nuestras fronteras. Y no precisamente en lugares de fiabilidad democrática, como sabemos.

Ada Colau boicotea un acto electoral de Imma Mayol, antes de ser alcaldesa de Barcelona, en 2007.

Ada Colau boicotea un acto electoral de Imma Mayol, antes de ser alcaldesa de Barcelona, en 2007. YouTube / V de Vivienda

En lo doméstico, un día la ingenuidad les regaló un millón de votos prometiendo el cielo en la tierra, recurso comunista. Y, allende los mares, con Venezuela, Argentina, Cuba o ahora la Rusia de Vladímir Putin los chavales (ya talludos) de la Complutense y demás mareas engrasan sus afectos en los enemigos de la democracia liberal.

Casualmente, al debilitado régimen del 78 se le torcieron las columnas desde que su real jefe, Juan Carlos I, le espetó en reunión pública al golpista Hugo Chávez aquello tan recordado de "¿por qué no te callas?".

Bueno, luego vino la foto del elefante y todos los dolores de cabeza que la Casa Real ha padecido desde entonces, incluida la aparición de Corinna Larsen, que llamaremos, por decoro, señora internacional.

Alguien podrá decir que son conjeturas, aunque resulten, tantas veces, demasiado agarradas al realismo mágico. Un panorama político que vio nacer a gentes salidas de lugares insospechados, antes desconocidas y que, sorpresivamente, ocuparon puestos de poder a remolque de un ambiente enrarecido.

Inmaculada Colau saltó a la fama por un escrache, disfrazada de linda abejita. Alcanzó, anclada en la demagogia y las redes sociales, la alcaldía de Barcelona, que todavía conserva gracias a una estrafalaria operación de un señorito francés ya desaparecido (Manuel Valls) y con el inestimable apoyo de los socialistas, siempre solidarios con antisistemas y nacionalistas sediciosos.

La última hazaña de Colau, sumida ya la ciudad en una decadencia tan bien planeada como ejecutada, ha sido un viaje a las sudaméricas. Ufana, tildaba de "histórica" la semana de vacaciones en Chile (saludo protocolario al nuevo presidente, Gabriel Boric) y Argentina, país al que acudió para rendir pleitesía a la Kirchner.

Le acompañaba uno de los más siniestros personajes catapultados por aquella fiebre podemita, el argentino Gerardo Pisarello, seguramente el político más perezoso que ha dado nunca la democracia española. Como virtud, sólo se le conoce la capacidad de vivir del erario, llegando a diputado sin haber dado un palo al agua. Claro que, observando el destrozo perpetrado por su antigua jefa (Colau), uno llega a la conclusión de que es preferible la inactividad del citado señor a cualquier posible acción, escalofriante contingencia.

De hecho, la agenda del periplo americano del trío (les acompañaba Candela López, otra de la inagotable cantera argentina podemita) resulta extrañamente opaca. Poco se sabe de sus actividades y mucho menos del contenido de las conversaciones con Kirchner.

Eso sí, no han puesto peros, avión tras avión, a la huella contaminante generada por la misteriosa excursión. Acerca del reciente suicidio político de Chile, la alcaldesa de Barcelona habría declarado, solemne, que es un país "referente en el mundo por su proceso social, por la movilización amplísima del movimiento feminista y ecologista y por la lucha social en la calle".

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No ha tardado la nueva izquierda en recordar a Salvador Allende, mientras Boric posa con el puño en alto. Si en 1973, las caceroladas populares y un golpe militar evitaron que Chile cayera en manos del comunismo internacional, ahora han sido los propios chilenos, mediante sufragio, quienes han optado por el populismo, una muerte anunciada.

El hecho de que la alcaldesa de la Condal se muestre encantada con el resultado electoral y les visite debería ponerles en seria alerta, vistas las capacidades destructivas de la mujer. Aunque bien es cierto que el pueblo, en ocasiones, es el más terco enemigo de sí mismo.

El fenómeno podemita, infantilizado, imagina un mundo a su medida. Es, por consiguiente, tan ideológico como autoritario. No repara en las consecuencias que esa tara de origen, llevada a la práctica en Ministerios, Consejerías o Ayuntamientos, pueda provocar.

Desconoce, cual infante excitado, la gestión de recursos públicos y, lo que es todavía más trágico, no ha comprendido nunca que haya otros infantes (con sentido común) a quienes no les agradan ni les convienen sus juegos sociopáticos.

"Hay personas cuyo único mérito consiste en decir y en hacer necedades, y que lo estropearían si cambiaran de proceder", dejó escrito La Rochefoucauld. El ejemplo sintético y desgarrador sería Ada Colau.