Proyectaron una Stasi con barretina que realizó seguimientos y grabó, sin autorización judicial, a políticos de la oposición y a periodistas incómodos. Fue proverbial la detención del vehículo de los Mossos en el momento en que se dirigía a destruir las pruebas de su infamia. Quisieron cooptar a un agente para el grupito secreto, y le hablaron de torturas con agua y toallas. ¿Estaban montando una checa? El agente salió asqueado y denunció la cosa a sus superiores. Los espiados -entre ellos un histórico abogado de los propios Mossos- han empezado a denunciar a los mortadelos.

Tacharon a una juez de exagerada porque le pareció sospechosa la explosión en agosto de ciento veinte bombonas de butano a la vez, más artefactos explosivos caseros. El jefe de los Mossos, y sus superiores, desataron las iras contra El Periódico porque ese medio cumplió con su obligación: revelar que en la Generalitat tenían conocimiento, a través de la Inteligencia estadounidense, de riesgo de atentado en Las Ramblas. Nadie se sumó a la solicitud de Cs de crear una comisión de investigación sobre los atentados de Barcelona y Cambrils en el Congreso de los Diputados. En una descentralización siniestra, el bipartidismo consideró que lo adecuado era que investigara el Parlament, como si la Comisión del 11-M se hubiera creado en la Asamblea de Madrid.

Desatendieron las llamadas de auxilio de la Guardia Civil y personal de Justicia sitiados toda una noche por decenas de miles de personas en la Consejería de Economía. En esos días, buscaban y detenían a chavales por colocar pegatinas con la bandera de España en las farolas. Mientras, nada se ha sabido nunca de los agresores separatistas que acorralaron, amenazaron e insultaron a un padre con su hija pequeña en la Ronda de San Pedro, ni de los ocupantes separatistas de autobuses, ni de los valientes separatistas que propinaron una paliza a dos muchachas favorables a la selección española, ni de los vándalos separatistas que dejaron los muros de San Gervasio pintarrajeados con su diarrea mental.

Engañaron como a chinos a los representantes del gobierno y del CNI, que quedaron convencidos de la buena disposición colaboradora de la policía catalana para cumplir con las resoluciones judiciales que prohibían la celebración del referéndum del uno de octubre. No sólo no colaboraron los Mossos, sino que se dedicaron a vigilar a la Policía Nacional, consagrando a ello todos sus recursos, de modo que ni controles de alcoholemia hubo ese día. Son muchos. Van armados.