Josep Piqué ocupó varios carteras con Aznar y fue portavoz en su gobierno.

Josep Piqué ocupó varios carteras con Aznar y fue portavoz en su gobierno. Cristina Villarino

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

La última entrevista de Josep Piqué: "Feijóo dice que si no gana se va"

EL ESPAÑOL entrevistó al exministro el pasado 26 de marzo con motivo de su vuelta a la política activa a través de Reformismo21, la nueva fundación del PP. El que fuera referente del catalanismo ha fallecido a los 68 años en Madrid.

26 marzo, 2023 03:07

Josep Piqué ha vuelto. En todos los sentidos. A la vida activa después de una larga neumonía y a la política tras su fichaje por la fundación que acaba de estrenar Alberto Núñez Feijóo. Al fondo de un gesto todavía cansado, en el centro de su mirada azul, hay un análisis apasionado. Mirando a los ojos de Piqué pueden verse muchas cosas. Por ejemplo, a Vladímir Putin, sentado muy cerca, en una reunión que mantuvieron hace muchos años.

Putin ya era presidente. Piqué, ministro de Exteriores con Aznar. Hoy, se muestra franco en la respuesta. Vio a un "hombre sin escrúpulos". No lo dijo entonces por obligaciones diplomáticas. Lo dice hoy consciente, quizá, de que aquellos silencios fueron uno de los errores de Occidente.

Él mismo cuenta, a media tarde, en un salón del hotel Eurobuilding, que ya en 2007, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el autócrata ruso se mostró disconforme con la hegemonía mundial, sobre todo en términos de Defensa. Poco después invadió Georgia. No ha parado desde entonces.

[Las 'Notas diarias' de Moncloa a sus ministros contra Feijóo: "Amigo de un narco, poco patriota..."]

Putin le dijo a Piqué tres cosas: "Tengo energía, fuerza militar y determinación para devolver la moral a mi pueblo". La guerra nos ha hecho más conscientes de la importancia del Ejército, tan minusvalorado en tiempos de paz. "Las libertades también se defienden con capacidad militar y sin falsos pacifismos", resume.

Pero en este Piqué, que ha dejado de ser del Barça (ahora lo contará), hay muchas vivencias relacionadas con las portadas de los periódicos. Y no sólo en materia internacional. Está su experiencia como líder del PP en Cataluña, sus peripecias como portavoz de un Gobierno que sí unificó el voto desde el centro hasta el extremo derecha, la presidencia de grandes compañías... y su militancia roja, que fue el principio de casi todo.

Piqué es hijo del último alcalde franquista de Vilanova i la Geltrú, que luego militó en la UCD. Fue el camino de Suárez, de Fernández-Miranda, de Calvo-Sotelo. Piqué coqueteaba en aquellos tiempos con la generación que pedía ruptura. De ahí que, en su casa, sintiera muy cerca lo que fue la Transición.

En palabras de Javier Cercas, un "pacto de traidores". Por un lado, los miembros del régimen que traicionaron a Franco y aceptaron la monarquía constitucional. Por el otro, los comunistas que traicionaron la dictadura del proletariado para hacer lo propio.

[Ayuso pacta con Feijóo separarse de Vox y romper el esquema de bloques planteado por Sánchez]

Son días en que la política hace memoria continuamente. ¿Qué tal si empezamos por el principio? Por sus años de chaval y militancia roja.

Fueron los días universitarios. Hoy tengo 68 años. ¡Han pasado 45! [sonríe]. Cuando la gente me recuerda aquello, pienso: "Es lo que tocaba en el franquismo si querías defender la implantación de una democracia". 

¿Qué le queda de entonces?

Una profunda convicción democrática y europeísta. Porque abandoné aquella militancia antes incluso de que se votara la Constitución. Uno va evolucionando: hoy me considero un liberal pragmático. 

Han pasado casi cincuenta años desde la muerte de Franco, pero todavía hoy hay mucha gente joven con las mismas ideas que usted entonces. De hecho, algunos herederos de esa tradición están hoy en el Gobierno.

Es un apunte interesante, desde luego, pero sobre todo inquietante. Hoy veo a miembros del Gobierno cuestionar el espíritu de la Transición, lo que ellos llaman despectivamente "el régimen del 78". Hablan desde un clarísimo desconocimiento de la Historia. El esfuerzo por combatir la dictadura fue muy transversal. 

Se refiere a la reconciliación. 

Desde el franquismo se defendían posiciones inmovilistas o, en el mejor de los casos, meramente reformistas. Desde la oposición democrática se defendía la ruptura. Al final se encontró un punto de territorio común que llamamos entonces la ruptura pactada. Se cerró el franquismo, pero entramos en la Democracia de manera acordada entre los herederos del régimen y la oposición. Se pactaron reglas comunes que permitieron la convivencia.

¿Se olvidó el pasado? Esa es la crítica que suelen lanzar a la Transición sus detractores.

No. Precisamente, todo eso fue gracias a no olvidar lo que había ocurrido. Como lo teníamos muy presente, queríamos mirar hacia delante. El resultado ha sido innegable. España nunca ha tenido un periodo democrático tan largo y consolidado como este. En un pestañeo, como quien dice, pasamos de ser un país muy dictatorial a una nación moderna con todas las libertades. 

Obviamente, tenemos hoy muchos problemas. Pero las bases de la convivencia son imprescindibles para solucionarlos. Soy partidario de hacer todos los esfuerzos posibles por mantener los consensos básicos y el respeto a las instituciones. 

¿Están en riesgo esos “consensos básicos”? En un extremo se banaliza la dictadura afirmando que Sánchez es peor que Franco. En el otro, se ataca la Transición llamándola "régimen del 78”. Uno de esos extremos tiene 52 escaños y, según las encuestas, podría llegar al Consejo de Ministros. El otro extremo ya está en el Gobierno.

Creo que sí. En determinados temas fundamentales, como la política exterior, ya se han roto. También corremos el riesgo de romper ese consenso sobre la monarquía parlamentaria. Estamos erosionando el papel del Congreso como órgano de control al Gobierno.

Lo mismo cabría decir de la independencia del poder judicial. O de los ataques desde los dos extremos a los medios de comunicación. Lo que oímos al señor Abascal en la moción de censura no es muy distinto en ese sentido a lo que suele decir el señor Iglesias.

La política de hoy tiene muchas dificultades en el trato con el contrincante. Incluso en el trato personal.

Entre los fundamentos que hicieron posible la Transición está el de considerar a tu oponente como adversario. El adversario es alguien que puede llegar al Gobierno y, por tanto, conviene escucharlo. Veo algo que me inquieta profundamente: se ve al adversario como alguien a quien conviene destruir.

"Están en riesgo algunos de los consensos básicos más importantes alcanzados en la Transición"

Acaba usted de entrar a formar parte de la nueva fundación del PP, recién estrenada por Feijóo. ¿Cuál va a ser su papel?

No tendré responsabilidades ejecutivas o funciones concretas. Lo que se me ha pedido es que exprese mis opiniones libremente para ayudar a afrontar los problemas del país. La perspectiva que quiere Feijóo es amplia, inclusiva e integradora.

Siempre se habla de las dos almas del PP: antes eran Casado y Ayuso. Ahora son Feijóo y Ayuso. El primer binomio no acabó bien. ¿Lo hará este? 

No tengo ningún motivo para pensar que vaya a acabar mal. Feijóo viene de gobernar Galicia muchos años, ganando las elecciones con mayoría absoluta. Sabe perfectamente lo que significa el Estado de las Autonomías. Está mucho más interesado en formar un gobierno para España con espíritu de diálogo que en el control orgánico del PP.

Todo este diagnóstico era exactamente el mismo que se exponía en los círculos próximos al PP sobre Casado y Ayuso. Hasta que todo explotó. 

Con todos los respetos al señor Casado, incluso desde el afecto, diré: él estaba más preocupado por garantizarse su continuidad tras una eventual derrota que en ganar las elecciones. Y la ambición de ganar es imprescindible para poder hacerlo.

¿Con cuál de esos dos liderazgos se siente más cómodo? ¿Ayuso o Feijóo?

No voy a entrar en esa dinámica que intenta contraponer a Ayuso con Feijóo, igual que con Casado en su día. Cada uno tiene su forma de ser, su modo de expresarse. Comparten muchísimo más de lo que les separa. No tengo la menor duda de que Feijóo desea una mayoría absoluta para Ayuso. Y Ayuso, por su parte, sabe que este país necesita un cambio. Eso pasa inevitablemente por Feijóo.

Josep Piqué conoció a Putin personalmente durante su etapa como ministro de Exteriores con Aznar.

Josep Piqué conoció a Putin personalmente durante su etapa como ministro de Exteriores con Aznar. Cristina Villarino

Suele hablar de la reunificación del voto desde el centro hasta el extremo derecho. ¿Lo ve posible en este clima de polarización?

Sánchez tiene en su cabeza lo siguiente: la única manera de conservar el poder es fomentar la división en el espacio del centro derecha. Tenemos que romper con eso. Cuando el PP ha ganado las elecciones, ha sido porque ha conseguido unificar el espacio que va del centro hacia la derecha. Pero esa unificación tiene que pasar por la aplicación del programa del PP.

La cuestión es cómo.

Yo no estoy de acuerdo con una gran parte de los planteamientos de Vox, pero me resulta difícil entender que quien ha roto todos los consensos en contra de sus compromisos electorales nos pida a nosotros que establezcamos cordones sanitarios. El PSOE ha pactado con Unidas Podemos y ha asumido algunos de sus planteamientos, sobre todo los de la ingeniería social. También ha pactado con los independentistas y con los bilduetarras. 

No creo que puedan dar lecciones a nadie de posibles acuerdos entre PP y Vox. Si la estabilidad depende de eso, la clave estará en el contenido de esos pactos. Desde luego, no podrán ir en contra de los principios básicos del PP. Dicho esto: la aspiración del PP debe ser conseguir una mayoría suficiente para poder gobernar en solitario.

¿De su respuesta puedo inferir que, si al PP no le queda más remedio que gobernar con Vox, lo hará alegando que el PSOE no tiene “razones morales” para criticarlo?

No es de recibo que nos dé lecciones quien no ha cumplido con sus compromisos. Se trata de aplicar el realismo en política, no de una justificación moral. Se trata de hacer las cosas pensando en España y los ciudadanos. 

Entonces, aunque Feijóo y usted no quieran gobernar con Vox, cree que al PP no le deberá temblar el pulso si no hay otro camino. 

Es de puro sentido común.

"No estoy de acuerdo con buena parte de los planteamientos de Vox"

¿Dónde le va a resultar más fácil a Feijóo conseguir los votos que no tiene? ¿Entre los arrepentidos del PSOE o entre quienes votan a Abascal? 

Hay que ir a por todo. No me lo plantearía en términos de dicotomía. Creo que el PP ya está absorbiendo buena parte de los votantes de Ciudadanos. Vamos a ver cómo evolucionan las cosas. Conforme se vayan acercando las elecciones generales y se vea que la única alternativa al Gobierno de Sánchez es el PP, se podrá captar a muchos votantes de Vox. Del mismo modo, la llamada a la moderación convencerá a muchos de los que apoyaron al PSOE. 

Suele decirse que las elecciones se ganan en el centro, pero eso sólo es verdad del todo cuando dos partidos se reparten el gran espacio común. Cuando el Parlamento está tan fragmentado, los votos se deben ganar en el centro, pero también por el otro lado.

Supongo que en algún momento de su vida habrá coincidido con Ramón Tamames.

Oiga, Ramón Tamames tiene 21 años más que yo. 

Lo decía porque Tamames lleva muchas décadas en todas partes. 

Ya, ya [suelta una carcajada]. Siento un profundo respeto por el profesor Tamames. Soy economista. Uno de mis primeros libros que estudié fue su “Estructura económica de España” en la primera edición. La trayectoria de Tamames es algunas veces difícil de explicar. Y para mí ha sido muy difícil de explicar que Tamames haya accedido a esa perversión del espíritu constitucional que está detrás de las mociones de censura.

¿Qué opinión le ha merecido la moción de censura?

A corto plazo, creo que sólo ha beneficiado al Gobierno. La moción ha sido un error. Por extemporánea y por excéntrica. Las mociones no están para lo que hemos visto estos días en el Congreso.

El PP ha pasado del “no” a la abstención. ¿Le parece correcto? Si tan excéntrica y extemporánea era, ¿por qué no se votó en contra? 

En este caso, la abstención me parece correcta. Haber votado a favor o en contra suponía legitimar una moción totalmente anómala. Hay muchas diferencias entre PP y Vox, a pesar de que el Gobierno intente que parezcan lo mismo. Por otro lado, votar en el mismo sentido que el Gobierno me habría parecido muy difícil de explicar. La abstención relata ese distanciamiento del PP. Era la mejor opción posible.

"Me parece correcta la abstención en la moción. Haber votado a favor o en contra habría supuesto legitimarla"

Feijóo fue criado en el galleguismo de Fraga. Sobre Cataluña, ha hablado de “catalanismo constitucionalista” y de “constitucionalismo catalanista”. ¿Qué quiere decir esto? ¿Sería capaz de explicármelo? Conoce bien tanto a Cataluña como a Feijóo. 

Las aspiraciones de lo que históricamente fue el catalanismo se materializaron con la Constitución de 1978. Hablo de promover la lengua, la cultura… El catalanismo también pretendía europeizar y modernizar España. A partir de ahí, el catalanismo perdió su sentido político. Empezó a ser una reivindicación permanente, a convertirse en una queja constante. Ya no hablábamos de catalanismo, sino de nacionalismo. Primero nacionalismo soberanista y luego nacionalismo independentista.

Si volviera a gobernar la derecha, se acabaría la aparente tranquilidad en Cataluña. Los indultos y las concesiones de la sedición y la malversación parecen haber relajado al separatismo. ¿Qué tendría que hacer un gobierno del PP para lograr la convivencia en Cataluña? 

La percepción, no sólo en términos de independentistas, sino entre muchos otros ciudadanos del resto de España, es que no hay líneas rojas. Si hay que mantener el poder a base de cesiones inadmisibles, como la sedición o la malversación, el mensaje que se transmite es que no hay límites.

Hay que volver a una expresión un tanto ñoña, quizá ingenua: la lealtad institucional. Llevamos muchos años con el mismo sistema de financiación de las Comunidades autónomas. Revisémoslo entre todos y sin que suponga la destrucción de las estructuras del Estado. El dinero es de todos, no se puede utilizar para debilitar el Estado con el objetivo final de destruirlo.

Entonces, no le parece que el clima haya mejorado en Cataluña.

Hablar de que el clima ha mejorado en Cataluña, por lo que acabo de exponer, es engañoso. El objetivo de los secesionistas sigue siendo claramente el mismo y lo han expresado de forma explícita. Pero después de la derrota del secesionismo ante el Estado de Derecho, están intentando recomponerse. No vamos a cambiar su naturaleza. Lo que debemos conseguir es que no tengan mayoría política ni social.

Si gobiernan es porque la ley electoral prima determinados territorios de Cataluña sobre otros. Más de la mitad de los catalanes piensa que lo que más le conviene es seguir formando parte del proyecto común que se llama España.

Josep Piqué también fue portavoz del Gobierno.

Josep Piqué también fue portavoz del Gobierno. Cristina Villarino

No es frecuente encontrar a dirigentes o exdirigentes del PP que hablen con naturalidad de los errores que cometieron respecto a Cataluña. Usted sí suele hablar de esto de manera desacomplejada. ¿Cuáles fueron los errores del PP?

El principal error fue pensar que el proceso se agotaría por sí mismo y, en todo caso, a través de la aplicación de la ley. Estábamos ante un problema político. El gobierno del PP se concentró en la crisis económica y en evitar el rescate, pero no abordó de forma mucho más decidida lo que se estaba gestando en Cataluña.

¿Podría poner un ejemplo? 

Uno muy concreto. Habría que haber aplicado el 155 cuando el Parlamento de Cataluña aprobó las famosas leyes de desconexión. Porque eran anticonstitucionales y porque eran un menosprecio a la voluntad popular y al Estatuto de autonomía. Se recogían aspectos tan preocupantes como el control de la justicia desde el poder ejecutivo. Se tuvo que aplicar el 155 y no esperar a que se concretara el hecho sedicioso.

"No vamos a cambiar la naturaleza de los políticos independentistas. Lo que debemos conseguir es que no tengan mayoría política ni social"

Buena parte de la población sostiene que la crisis nacionalista comenzó con los sucesivos pactos de PP y PSOE para poder formar gobierno. Ustedes firmaron el del Majestic. ¿Fue un error? ¿Contribuyó a esa dinámica según la cual los nacionalistas apoyan al Gobierno a cambio de competencias y dinero?

Creo que no. Aquellos eran pactos, a diferencia de los actuales, que no cedían en nada básico y que eran públicos y transparentes. Estaban plasmados por escrito y se cumplieron escrupulosamente. Voy a una prueba concreta: si hubieran sido un error, el PP no habría podido ganar en el 2000 con mayoría absoluta. Y lo hizo.

¿Se puede o se debe hacer más transferencias competenciales a Cataluña?

En un Estado cuasifederal como el nuestro, no es bueno que tengamos el reparto competencial permanentemente abierto. Creo que lo básico está transferido, pero la realidad es cambiante. Algunas cosas se pueden debatir, pero nunca sobre la base de que eso pueda favorecer un nuevo clima en Cataluña. Acaba siendo contraproducente. Se puede debatir la financiación y las competencias, pero entre todos. 

¿Alguna vez intuyeron la corrupción que había detrás de Jordi Pujol? La relación de ustedes con él fue muy estrecha. 

No conocíamos la magnitud del fenómeno. Mi reflexión es: en cualquier sistema constitucional, la lucha contra la corrupción tiene que ser un elemento fundamental. Si no, acaba erosionando la propia democracia. La corrupción es un cáncer para la democracia. Afecta a todos los partidos en un momento u otro, así que no hay que hacer distingos.

Me parece un gran ejercicio de hipocresía decir que el PP tiene que asumir su corrupción interna sin hablar, por ejemplo, de los ERE o del tito Berni. La lucha contra la corrupción debe ser un tema de Estado y formar parte de esos consensos básicos.

Un momento de la entrevista celebrada en el hotel Eurobuilding, de Madrid.

Un momento de la entrevista celebrada en el hotel Eurobuilding, de Madrid. Cristina Villarino

Una curiosidad: ¿es usted del Barça? 

Lo era.

¿Se puede dejar de serlo?

Dicen que es mucho más difícil cambiar de club de fútbol que de pareja. Pero me resulta muy difícil mantener ese sentimiento de identificación que yo tenía con el Barça. El club está haciendo cosas que me parecen absolutamente negativas. No hablo sólo de la corrupción, sino del independentismo. Me parece desagradable ese intento de reducir el Barça a un club de Cataluña. El Barça era un fenómeno universal. Todo eso se ha dinamitado y es una pena.

¿Cómo ha sido el proceso? 

No es de un día para otro. Se trata de una evolución. Debo decir que, con la edad, uno va reduciendo sus pasiones, también las deportivas. Si veo que el Barça juega bien, lo admiro. Pero me inquieta ese reduccionismo independentista, porque se ha cargado el espíritu del Barça. Y no sólo eso: el independentismo también se ha cargado la proyección universal de Barcelona ciudad. 

Me transformo en periodista deportivo: ¿realmente ha dejado de ser del Barça? Si se enfrenta al Real Madrid, ¿quién quiere que gane?

Probablemente, el sentimiento íntimo sería el de querer una victoria del Barça. Pero si gana el Madrid habiendo jugado bien, no tendría problema en alabarlo y, desde luego, cenaría con toda tranquilidad. 

Un Piqué que deja el Barça tiene lo suyo.

Oiga, no me lo lleve al titular, que es una chorrada. Pero no es que yo haya dejado de ser del Barça. Es el Barça el que me ha dejado a mí. 

¡Me dice que no lo ponga en el titular y me acaba de dar uno mucho mejor!

[Se parte de risa].

¿Qué opina del caso Negreira? La Ley del Deporte supone que las infracciones más graves prescriban en tres años. Por tanto, no parece posible que pueda producirse un descenso administrativo ni una pérdida de títulos. ¿Cree que es justo? ¿Habría que cambiar la ley?

No he analizado a fondo este caso. Echo de menos explicaciones convincentes por parte del Barça. Mientras no las dé, la sombra de la sospecha estará ahí. Me parece un tema muy serio, pero no puedo ir más allá porque no he pensado demasiado sobre esto.

"He dejado de ser del Barça. En realidad, ha sido el Barça quien me ha dejado a mí"

La corrupción, por cierto, va a volver a ser uno de los temas principales de la campaña electoral. Hay dos frentes abiertos: el del tito Berni y el de la operación Kitchen (se piden quince años de cárcel para el exministro del Interior). Aparte de la sociedad y del hartazgo que esto genera, ¿quién tiene que perder en esta batalla? ¿El PP o el PSOE?

Los dos. Y sobre todo, tiene que perder la salud de la democracia española. No haría distingos. Dejemos que la justicia siga su curso. Me resulta profundamente incómodo entrar en la dinámica del “y tú más”. La respuesta debe ser conjunta y contundente.

Usted ha sido presidente de grandes compañías. Por primera vez, existe un gobierno que verte ataques contra los empresarios: Juan Roig, Amancio Ortega, Rafael del Pino… 

Forma parte de esa estrategia divisiva de la que venimos hablando. El PSOE cree que le puede favorecer electoralmente. Pero me parece una estrategia muy negativa. No conozco mejor manera de que los más vulnerables puedan verse protegidos que apoyando nuestro tejido empresarial. Si establecemos un debate entre buenos y malos, entre los de arriba y los de abajo, nos situaremos en un escenario decimonónico.

De un tiempo a esta parte, ha sido lo normal que los exministros lideren grandes empresas en el sector privado, pero también grandes empresas públicas. Las llamadas “puertas giratorias”. ¿Entiende que genere una mala impresión en el ciudadano? 

Cuando se habla de “puertas giratorias”, se simplifica en exceso. Ese intercambio entre responsabilidades públicas y privadas favorece la propia actividad empresarial y la gestión pública. Yo no estuve en ministerios relacionados con el mundo empresarial. Llegué a la política de carambola, después de muchos años al frente de una compañía. Y no me resultó difícil regresar a la actividad privada porque formaba parte de mis orígenes profesionales. 

Otra cosa es que determinados puestos, sobre todo públicos, se utilicen como recompensa para políticos más o menos amortizados y sin experiencia previa. A mí tampoco me gustan esas puertas giratorias.

Josep Piqué presidió grandes compañías en el sector privado.

Josep Piqué presidió grandes compañías en el sector privado. José Verdugo

Sánchez parece haber encontrado su mejor vocación en la política internacional. Está bien relacionado y en Europa se le respeta. ¿Usted le reconoce ese trabajo?

Se ha aprovechado una buena relación personal con las autoridades europeas para conseguir cosas para España. Pero eso también lo hicieron Felipe González y José María Aznar. En términos generales, España ha perdido mucha influencia en América Latina y en el norte de África. Se ha hecho un esfuerzo de recomposición que valoro. Pero hemos estado demasiado tiempo sin tener una relación normal con Estados Unidos. No nos quedemos sólo en las imágenes y en el lenguaje no verbal. 

¿Cree que llegan a Europa asuntos como la malversación y la sedición? Realmente, no parecen haberle pasado factura.

Probablemente, la opinión pública europea ya tenga bastantes problemas y no preste atención a estos asuntos internos. Pero creo que sí se ha empezado a mostrar cierta preocupación. Por ejemplo, el comisario de Justicia. Al final, sí podría tener un coste. 

Tampoco parece que hayan trascendido en Bruselas las opiniones de Podemos, reacias al envío de armamento a Ucrania. 

Bruselas evalúa la posición oficial del Gobierno. Si luego hay discrepancias internas, mientras se resuelvan en favor de los intereses de Europa y la OTAN, tienen menos impacto. Otra cosa es el margen de maniobra real que un país como el nuestro tiene para poder ayudar militarmente a Ucrania.

Estamos viendo las consecuencias de las políticas presupuestarias cada vez más restrictivas en el ámbito de la Defensa. Si no consideramos la Defensa un bien público tan importante como la sanidad o la educación, cometeremos un grave error. 

Ahora parece que todos hemos cambiado de opinión. No hace tantos años, Pedro Sánchez, estando en la oposición, dijo que quitaría el Ministerio de Defensa si tuviera que reducir el Gobierno. No seamos hipócritas, las libertades también se defienden con capacidad militar y sin falsos pacifismos. 

¿La mediación de China es el camino?

China está muy incómoda y en desacuerdo con la agresión de Rusia a Ucrania, por más que se diga lo contrario. China quiere que esto se acabe cuanto antes. Han presentado una hoja de ruta, que contiene un aspecto muy equívoco, y ese es el quid de la cuestión: “Hay que respetar la integridad territorial de los países”.

El tema es cuál se considera la “integridad territorial” de Rusia: si ese concepto incluye, por ejemplo, Crimea y más territorios invadidos… 

Efectivamente. Eso es lo que habrá que ir aclarando. Los errores estratégicos de Rusia desde hace décadas han convertido el país en un subordinado de China. Pero no sé hasta qué punto China va a utilizar por primera vez su posición de ascendencia para alcanzar una situación justa.

Porque el final de la guerra no tiene por qué significar la paz.

Claro. Un alto el fuego o un armisticio no tiene por qué significar la paz. La paz sólo se consigue de verdad cuando se ha sido capaz de construir una arquitectura internacional de seguridad en la que todo el mundo se siente reconocido.

Josep Piqué asegura en esta entrevista que ha dejado de ser del Barça.

Josep Piqué asegura en esta entrevista que ha dejado de ser del Barça. José Verdugo

¿Conoció personalmente a Putin cuando fue ministro de Exteriores?

Sí. 

Cuénteme.

Lo conocí en los primeros años de su mandato. No explicitó, cuando le vi, esa ambición nacionalista de recuperar el área de influencia de la Unión Soviética y la filosofía de la Rusia imperial de Pedro el Grande y Catalina.

Recuerdo una larga reunión en el avión presidencial de Putin. Nos dijo que su principal objetivo era recuperar la autoestima del pueblo ruso, muy debilitada tras el colapso de la Unión Soviética. Al preguntarle cómo lo iba a hacer, respondió: “Tengo energía, fuerza militar y determinación”. Pensaba que Occidente carecía de las tres cosas.

En 2007, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, dijo que Rusia no compartía el orden internacional ni la hegemonía de Estados Unidos y que actuaría conforme a sus intereses. Un año después invadió Georgia. El error de Occidente ha sido haber dado pie a que Putin creyera que, pese a hacer determinadas cosas, no se le iba a frenar con tal de evitar un conflicto. No es distinto de lo que llegó a pensar Hitler de la política de apaciguamiento.

¿Y en el trato personal? 

Es como parece. Frío, determinado y de convicciones profundas. Entonces no sé si me hubiera atrevido a decirlo. Hoy, sí: me pareció una persona sin escrúpulos.

¿Qué hay de Marruecos? Nadie sabe exactamente qué pasó para que España cambiara radicalmente de postura sobre el Sáhara. ¿Qué le dice su olfato? 

No sabemos qué ha pasado. El presidente no ha dado ninguna explicación. Tampoco ha informado al principal partido de la oposición. España sólo puede tener una política exterior fiable si mantiene la idea de los consensos básicos. Cuando algo de tal importancia no se explica claramente, se da pábulo a las especulaciones. Yo no voy a entrar. Pido un ejercicio de transparencia.

Los españoles se enteraron de que se rompía la tradición diplomática del país a través de una carta de nuestro gobierno que publicitó el rey de Marruecos. Créame de verdad que lo lamento.

Acaban de cumplirse veinte años de la guerra de Irak. Fue miembro de aquel gobierno. ¿Se equivocó yendo a esa guerra?

Dada la información disponible en aquellos momentos y que después resultó falsa, apoyar la posición de Estados Unidos, desde el punto de vista de los intereses de España, fue adecuado. Dicho esto: hubo apoyo político, pero no militar. 

En cualquier caso, la percepción de que España apoyó la intervención es obvia y responde a la realidad. Ganar una guerra convencional puede ser fácil, aunque no siempre. Estados Unidos perdió en Vietnam, en Irak y en Afganistán. Ganar una guerra convencional para derrocar al régimen y al poder establecido, como en Irak y Afganistán, se consiguió de manera rápida.

Pero la experiencia nos demuestra que es más importante gestionar la posguerra que la guerra. Todavía estamos pagando las consecuencias de algunos errores clamorosos de Estados Unidos.