La XXVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno se había propuesto trabajar en cuatro líneas maestras: la transición ecológica, la transformación digital, la seguridad alimentaria y la reforma de la arquitectura financiera internacional.

El encuentro, que ha reunido a 22 misiones diplomáticas y 13 jefes de Estado y de Gobierno este fin de semana en Santo Domingo, ha supuesto la reanudación del foro más importante de Latinoamérica después del parón por la pandemia. Y en él se han aprobado el Plan de Acción de la Cooperación Iberoamericana 2023-26, la Carta Medioambiental o Pacto Verde, la Carta de Derechos Digitales y la Estrategia de Seguridad Alimentaria.

Sin embargo, el último de los cuatro objetivos no ha podido cumplirse, ya que no ha salido adelante la propuesta de reforma de arquitectura financiera. Se trataba de explorar formas de financiación más equitativas, que permitieran reducir el endeudamiento de los países en desarrollo de la región para facilitar la recuperación pospandemia, mitigar la desigualdad, la pobreza y el hambre, y reforzar los otros tres vectores de transformación.

También ha naufragado el propósito de que la declaración final condenase la agresión a Ucrania. Al fin y al cabo, regímenes como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela no han repudiado la campaña rusa. Al igual que Evo Morales, quien recientemente se solidarizó con su "hermano Putin" por la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra este.

Son estas fracturas en los apoyos a Ucrania las que han impedido que en la Declaración de Santo Domingo se haya incluido una referencia expresa al país agredido. Pese a la contundencia y la insistencia de Pedro Sánchez, no se ha logrado alcanzar una posición común en esta materia más allá de un acuerdo de mínimos.

En lo tocante a España, es muy significativo que junto a Sánchez y el rey Felipe VI haya intervenido también el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, siendo la primera vez que esta institución europea participa en el foro.

A pocos meses de que España asuma el 1 de julio la presidencia de turno de la Unión Europea durante el segundo semestre del año, Sánchez y Borrell han querido enfocar esta Cumbre como una primera toma de contacto con el liderazgo español de la UE.

El presidente del Gobierno y el jefe de la diplomacia europea quieren impulsar negociaciones para acuerdos en materia de cooperación y comercio e intensificar las relaciones entre Europa e Iberoamérica. Y esta cumbre ha sentado las bases para ese acercamiento entre la UE y la región en el que España espera jugar el papel principal por medio de su presidencia del Consejo.

Al margen de los beneficios para España, esta cumbre también le ha servido a título personal al presidente para seguir sacando pecho por su abultada agenda internacional y su proyección en foros extranjeros. Así se entiende que el también presidente de la Internacional Socialista se haya reunido en la República Dominicana con los líderes progresistas de la nueva izquierda latinoamericana al margen de la Cumbre.

Además, y frente a lo que vaticinó Esteban González Pons, Sánchez ha podido finalmente esquivar la fotografía con Nicolás Maduro. Porque ni el dictador venezolano ni los presidentes de Brasil y México (los dos países más grandes de la región) han asistido al encuentro.

Y aunque Maduro hubiese acudido, no cabría acusar a Sánchez, como hizo el sábado Feijóo, de "rendir pleitesía a aprendices de autócratas". Porque a estos foros van los jefes de Estado en ejercicio sin que se vete a los considerados autócratas.

La más elemental conveniencia diplomática explica que el presidente del Gobierno despache con ellos al igual que el Rey. De hecho, todos los presidentes españoles han tenido que reunirse con tiranos indeseables como los Castro.

No obstante, hay algo de razón en la crítica de los populares a que en la Cumbre no se haya mostrado una mayor contundencia (como sí hizo el chileno Gabriel Boric contra la persecución de opositores por parte de Daniel Ortega) contra las violaciones de derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Y más cuando líderes como la presidenta hondureña salieron en defensa de estas tres satrapías.

En cualquier caso, el eje que dividía de forma irreconciliable a los populistas y a los antichavistas ya no es tan marcado. Para el futuro de la región y de sus relaciones con Europa, está en el interés compartido de Iberoamérica y de la Península ibérica seguir alcanzando consensos, y fortalecer el multilateralismo y la cooperación transatlántica.

Para ello será necesario que Brasil vuelva a asumir un papel de liderazgo en la región, que el presidente mexicano deje de tensionar las relaciones con la antigua metrópoli a cuenta de la colonización de América y que se pacifiquen los focos de inestabilidad como Perú.