Pedro Castillo y Cristina Fernández de Kirchner.

Pedro Castillo y Cristina Fernández de Kirchner.

América

De Kirchner a Pedro Castillo: cómo la izquierda latinoamericana acumula condenas sin ceder poder

El líder peruano es el último de una larga lista de gobernantes latinoamericanos que ha acabado entre rejas.

9 diciembre, 2022 02:09

Hay algo estrictamente peruano en la historia de terror y comedia que protagonizó este miércoles el expresidente Pedro Castillo, apodado “Sombrero Luminoso” en redes por sus hábitos de vestimenta y en referencia al grupo terrorista que asoló al Perú durante los años ochenta. Castillo fue el sexto presidente elegido desde que Alán García ganara las elecciones de 1985 y se ve ahora en prisión, como sus cinco predecesores.

El propio Alán García, quien ganara las elecciones de 2006 en una inesperada resurrección política, se suicidó en la cárcel en 2019. Alberto Fujimori, ganador en 1990, dio un golpe de estado, huyó a Japón y sigue ahora mismo, a sus 83 años, entre barrotes. Alejandro Toledo, elegido en 2001, fue procesado en 2017 por blanqueo de capitales y se encuentra ahora mismo en libertad bajo fianza tras pasar por una cárcel de California.

El ganador de las elecciones de 2011, Ollanta Humala, también fue detenido y encarcelado por corrupción, aunque después saliera en libertad vigilada. Por último, Pedro Pablo Kuczynski, ganador en 2016, duró solo dos años en el cargo al verse involucrado también en el caso Lava Jato que se llevó por delante a Toledo y a Humala. Estuvo en arresto domiciliario hasta abril de este año y ahora espera la celebración de su juicio.

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La tradición de golpistas y corruptos que han pasado por la presidencia de Perú, de todos los signos políticos posibles, es tristemente noticiable. En ese sentido, Castillo es el último eslabón de la cadena, aunando en una sola figura y un solo año en el poder todos los defectos de sus antecesores.

Si de algo puede estar satisfecho el país sudamericano es de la velocidad con la que se resolvió toda la astracanada: como escribió Jaime Bedoya en el periódico 'El Comercio', incluso el España-Marruecos, con su prórroga y sus penaltis, duró más que el intento de golpe de estado de Castillo.

Kuczynski celebra su victoria en las elecciones de Perú.

Kuczynski celebra su victoria en las elecciones de Perú. Mariana Bazo Reuters

Problemas con la justicia

Ahora bien, igual que Castillo es el último de una larga serie de presidentes peruanos encarcelados, no es casualidad que su detención se produjera apenas veinticuatro horas después del anuncio de la condena de Cristina Fernández de Kirchner por sus acciones como presidenta de Argentina. Castillo y Fernández se unen a Lula da Silva (Brasil), Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador) como representantes de la izquierda supuestamente regeneradora que han acabado entre rejas o en el exilio por distintas acusaciones de corrupción.

En un momento en el que los gobiernos de izquierda populista copan prácticamente todo el continente -solo resisten Lasso, en Ecuador, y Lacalle, en Uruguay-, es curioso ver cómo incluso los que dicen representar de manera más fidedigna al pueblo no tienen problema alguno en saquear a sus ciudadanos como hicieron sus antecesores de otras ideologías. También es curioso, y en ocasiones desolador -y no entramos ya en casos como los de Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua, cuyos regímenes autocráticos poco tienen que ver con verdaderas democracias- que esa corrupción apenas se pague en las urnas.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro. Reuters

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Obviamente, la izquierda no inventó el discurso de la excusa constante. El “van a por mí porque los poderosos me temen” es un recurso a la pataleta que se escucha por todo el espectro político cada vez que pillan a alguien con las manos en la masa. Dicho esto, es curioso como ese discurso cala a un lado y al otro del Atlántico.

Los mensajes de apoyo a Fernández de Kirchner por parte de destacados nombres de la izquierda española no dejan de ser chocantes. Nadie ha sido más poderoso en Argentina que CFK durante tres lustros. Lo mismo pasó cuando el afectado fue Morales o cuando lo fueron Correa o Lula. Incluso Wilma Rousseff tuvo que abandonar la presidencia brasileña tras su segunda victoria electoral y nadie se planteó que realmente pudiera haber hecho algo mal. Son seres puros e incuestionables.

Perseguidos… pero aún en el poder

Al político de izquierdas latinoamericano se le trata desde España con una condescendencia inaudita, como si protagonizara el cuento del “buen salvaje”. Se equivocan, sí, pero por el bien del pueblo. Les condenan, sí, pero porque los jueces son unos fascistas. No es complicado observar algunos paralelismos con determinadas situaciones legislativas y judiciales en nuestro propio país. Lo increíble es que su propio electorado asuma esa condescendencia y perdone todos los pecados.

Porque el hecho es que, de los cinco nombres mencionados, uno ha vuelto al poder y otros tres han colocado a presidentes afines. Lula fue condenado a nueve años por el juez Sergio Moro, pero la propia Corte Suprema brasileña anuló todas las sentencias no ya porque los hechos no fueran ciertos, sino por entender que Moro había prevaricado a la hora de juzgarlos. Tras su liberación y rehabilitación política, se presentó a las elecciones de 2022 y las ganó tanto en primera como en segunda vuelta.

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Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina de 2007 a 2015, tras la enfermedad y muerte de su marido, Néstor Kirchner, siempre estuvo relacionada con la corrupción y el tráfico de influencias. Pese a los distintos procesos judiciales a los que se ha ido enfrentando, en 2019 concurrió a las elecciones como vicepresidenta de Alberto Fernández y el peronismo le ganó con cierta comodidad a Mauricio Macri, que lidiaba también sus propios problemas con la justicia.

Lo mismo se puede decir de Evo Morales. Su partido, el MAS, sigue en el poder gracias a Luis Arce. Presidente de Bolivia entre 2006 y 2019, la sombra política de Morales sigue siendo gigantesca… pese a las sospechas de que tanto él como su partido habían manipulado el recuento de las elecciones de 2019, lo que provocó su dimisión y huida del país. De hecho, se pasó un año exiliado en Argentina, junto a Fernández, a la espera de que su partido recuperara el poder y las nubes negras de un posible enjuiciamiento se disiparan definitivamente.

Luis Arce (c) celebra su victoria en las elecciones en Bolivia.

Luis Arce (c) celebra su victoria en las elecciones en Bolivia. Reuters

Ahora, como decíamos, el turno es de Castillo y de Perú Libre. El expresidente se enfrentará probablemente a un cargo de sedición, a los que habrá que añadir los de corrupción y malversación. Sin embargo, su partido no ha cedido (aún) el poder. Ahí queda Dina Boluarte, su vicepresidenta, como nueva líder del país. La corrupción y los excesos salen baratos políticamente en Latinoamérica. No es nada nuevo, pero choca más en quien más limpio se presenta. Y a quien más se está dispuesto a perdonar desde la trinchera moral. Cabría pensar que la regeneración era otra cosa.