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Política 23-J

Pedro Sánchez, siempre a flote: de frenar a Feijóo a la investidura y el Gobierno imposibles

El líder socialista ha logrado frenar un Gobierno de PP y Vox con la misma fórmula que usó para ganar las primarias del PSOE.

30 julio, 2023 02:48

“Soy Pedro Sánchez y voy a ser presidente del Gobierno”. Se cuenta que el líder socialista se presentaba con ese aplomo en reuniones cuando acababa de ganar contra todo pronóstico las primarias del PSOE en julio de 2014 y pretendía darse a conocer y relacionarse con diferentes sectores sociales.

En ese momento las encuestas mostraban que tenía un nivel de conocimiento de sólo el 48%, una cifra insuficiente para aspirar a ganar unas elecciones. Tomó la decisión de ir a El Hormiguero, participar en Sálvame y hasta colgarse de un generador de energía eólica para Planeta Calleja para dar la vuelta a esos datos.

Los socialistas veteranos no salían de su asombro. Pero en esos días, José Félix Tezanos, entonces reconocido guerrista, se ofreció a trabajar para Sánchez precisamente porque vio ese programa de Jesús Calleja con una veintena de personas y todos aplaudieron el arrojo del flamante secretario general del PSOE. Pensó que había que apostar por él y se puso en contacto con su equipo para trabajar con ellos.

Pedro Sánchez haciendo 'puenting' con Jesús Calleja, en el programa de Cuatro.

Pedro Sánchez haciendo 'puenting' con Jesús Calleja, en el programa de Cuatro. Mediaset

Estos antecedentes describen perfectamente el arrojo y la seguridad en sí mismo que siempre ha exhibido el presidente del Gobierno, lo que le llevó a ganar dos primarias frente a todos en el PSOE, a sacar adelante una moción de censura por primera vez en España, a construir un Gobierno de coalición insólito con el que casi completar una legislatura y, ahora, a eludir in extremis su tumba política con una jugada desesperada y una campaña electoral levantada a pulso. Lo ha vuelto a hacer.

Mientras se sacude el polvo de la última batalla mira atrás y ve a los caídos Mariano Rajoy, Pablo Casado, Albert Rivera, Inés Arrimadas y Pablo Iglesias. Y por el momento, ha frenado a Alberto Núñez Feijóo.

[El PP suma el escaño 172 contra Sánchez y le obliga a contar con el 'sí' de Puigdemont]

Es la leyenda del resiliente que nunca se rinde llevada al infinito, a la espera de que escriba el próximo capítulo: cómo hacer el imposible de pactar una investidura con PNV, Bildu, ERC, BNG y, sobre todo, Junts. Luego llegará la temporada de cómo gobernar con 176 escaños, sin opciones de “geometría variable” y con la necesidad de contar siempre con los votos de Junts. Pero a quien se le define como gran táctico no se le pueden pedir planes a medio o largo plazo. Ha salvado un match point y sigue en la pista para pelear otro set.

Por el momento ha dejado sin palabras a dirigentes socialistas y a ministros que explican ahora que se van de vacaciones tranquilos porque saben que su líder lo podrá lograr.

“La democracia encontrará la fórmula de la gobernabilidad”, les dijo el lunes a los miembros de la Ejecutiva y, en realidad, todos entendieron algo así como “dejadme a mi que yo me encargo”, y lo llamativo es que todos se quedaron tranquilos y sin preguntarse cómo. Nadie acierta a explicar cómo negociará con Junts y, posteriormente, cómo gobernará con ese Congreso tan dividido.

A día de hoy, los ministros y dirigentes socialistas consultados consideran que creen que habrá investidura de Sánchez. Dejan margen porque nadie se fía de la decisión de Carles Puigdemont por especial situación personal.

[Feijóo ya tiene 137 escaños, los mismos que Rajoy cuando el PSOE se abstuvo para dejarle gobernar]

Moncloa explica que “el planteamiento ha cambiado porque ahora la cuestión no es el precio que haya que pagar a los partidos independentistas para la investidura, sino el que pagarían esos partidos en su electorado si rechazaran a Sánchez y facilitaran un futuro Gobierno con la extrema derecha que, entre otras cosas, propone su ilegalización”. 

Porque entienden que las elecciones han demostrado que será imposible que gobierne el PP mientras exista Vox, y que el PP “no tiene quien le quiera”.

Explican esos socialistas que eso es, precisamente, lo que ha logrado Sánchez el domingo. “Pedro entiende bien a la militancia del partido, eso le sirvió para ganar dos primarias y, ahora, para apelar al orgullo de los militantes socialistas, con la inestimable e inolvidable ayuda de Zapatero”, aseguran.

Con todo eso, esa épica del resistente vuelve estos días, dentro y fuera del Gobierno. “Le hicimos un documental estilo The Crown y quizás teníamos que haber hecho una película de superhéroes de Marvel”, dice con sorna un dirigente socialista.

"Te tiras al barranco si te lo pide"

El propio Sánchez ha utilizado siempre esa leyenda e incluso fue la idea central de su libro Manual de Resistencia, publicado siendo ya presidente del Gobierno.

"Yo me caí y me volví a levantar. Y esto tiene su valor en lo personal, en lo que pueda ser de ejemplarizante en un país en el que las segundas oportunidades están estigmatizadas” y “puede sonar presuntuoso, pero me di cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”, dice en ese libro al que dio forma Irene Lozano.

"Recuerdo que le pregunté a mi padre:

— ¿Y si pierdo?

— Hay batallas que hay que darlas, aun a riesgo de perderlas”, relata en otra parte del libro.

Ese espíritu ha estado presente desde el principio en el diseño y desarrollo de la última campaña electoral y, por supuesto, en la propia decisión, tomada de madrugada, de convocar las generales sin tiempo para lamentarse por las graves heridas del 28-M.

Primero, porque se puso en marcha la teoría atribuida al experto en comunicación José Miguel Contreras -próximo a todos los presidentes del Gobierno socialistas-, cuando en 1993 José María Aznar ganó un debate en Antena 3 contra todo pronóstico al entonces todopoderoso Felipe González. Contreras lo llamó “operación Rocky”, y se basa en la idea de que los electores premian y empatizan con el candidato que está caído en la lona y que se levanta para seguir la pelea, aunque acumule heridas. Como Robocop o Braveheart.

“Él siempre nos transmitió en privado lo mismo que decía en público. “No tengo ninguna duda de que ganamos o estamos ahí”, nos decía en las reuniones, y si el jefe te dice eso con convicción te tiras por el barranco si te lo pide”, asegura uno de los que más cerca han estado de Sánchez durante la campaña.

Miembros de ese equipo explican que entendieron desde el principio que con los datos de las municipales, pese a ser un desastre en términos de pérdida de poder, no había mayoría absoluta de PP y Vox y que por eso había una pequeña esperanza. Entendieron que era necesaria una campaña con muchas olas, mucho ruido y mucha tensión. Casi a la desesperada.

Pedro Sánchez, durante un acto de campaña celebrado el pasado 18 de julio en San Sebastián.

Pedro Sánchez, durante un acto de campaña celebrado el pasado 18 de julio en San Sebastián. Europa Press

Esa percepción no cambió en los estudios diarios que manejaba Moncloa. Su problema es que los recientes errores en elecciones como la repetición de generales de 2019, las de la Comunidad Madrid de 2021, las de Andalucía o las municipales y autonómicas del 28 de mayo, les hizo desconfiar de sus propios datos.

En todos esos procesos electorales, el presidente del Gobierno manejó datos muy positivos para el PSOE que luego fueron claramente erróneos y desmentidos en las urnas, lo que le produjo notables enfados del presidente del Gobierno con sus equipos.

“Teníamos datos desde el principio que indicaban que podíamos estar en 120 diputados y el PP poco más de 130, pero no terminamos de fiarnos”, explican.

El sábado 15 y el martes 18, los trackings que manejaba el equipo socialista de campaña registraron picos notables de acercamiento del PSOE al PP, aunque mantenían la desconfianza. El miércoles 19, EL ESPAÑOL abría su portada reflejando ese acercamiento con el título “El PSOE se acerca al PP en los tracking y endurece los ataques a Feijóo para que no tenga mayoría”.

Tuvimos más sensaciones que datos”, asegura una ministra, para explicar que durante la campaña dejaron de mirar sus propias encuestas, pero percibieron en la última semana mayor participación en los mítines y, sobre todo, más intensidad de los que acudían.

Sobre esa base y su propio carácter edificó el candidato socialista su optimismo. “Tengo un feeling en los mítines que no recordaba desde las primarias o desde 2019, y que no ha habido el 28-M”, confesó en esa línea el propio Sánchez a uno de los miembros del equipo de campaña durante esos días.

Los barones le daban por muerto

Desde Moncloa se diseñó una campaña totalmente reactiva y flexible, tanto que fue experimentando cambios sucesivos para adaptarse a la agenda y a los acontecimientos, lo cual no es frecuente que ocurra con tanta intensidad.

Sí tenían claro desde el principio que la voluntad de Sánchez era asumir de frente las circunstancias y afrontar de inicio las acusaciones y reproches contra él, aun a riesgo de entrar en el marco de la derecha.

“Había una decisión consciente de entrar directamente en los marcos que sabíamos que se iban a plantear y combatirlos. Para eso hace falta el coraje y la valentía de entrar en ellos. Por ejemplo, sobre los pactos con Bildu, los efectos de la ley del sí es sí, el sanchismo, el que te vote Txapote, el uso del Falcon y hasta el Perro Sánxe”, aseguran.

Sobre esto último, explican que habían detectado en redes que los jóvenes usaban lo de Perro Sánxe con cierta naturalidad y no en tono negativo, y decidieron usarlo desde cuentas no oficiales con notable éxito.

Necesitaban detectar y corregir los errores que llevaron a la derrota del 28-M, incluido el de no acudir a los medios de comunicación críticos y, por eso, Sánchez asumió afrontar esas entrevistas con Carlos Alsinacon Pablo Motos o con Ana Rosa Quintana. Como hizo en las primarias de 2014 cuando se colgó del generador de Iberdrola.

Cambiaron sobre la marcha y pasaron a un segundo plano la gestión económica, tras el intento frustrado del “nosotros tenemos a Nadia y ellos tienen a Nadie”, al comprobar que esta campaña no iba de eso.

Como la línea que separa el arrojo y la apariencia de sobrado a veces es muy fina, Sánchez se lanzó a pedir seis debates, con la seguridad de que era capaz de ganar a Feijóo. Pero pinchó en el cara a cara con una estrategia equivocada y con una noche pésima, según admiten en su equipo.

Sin embargo, su campaña flexible se adaptó al día siguiente con una estrategia muy dura e intensa para aprovechar y poner el foco en el marco de la credibilidad de Feijóo, pese a que la campaña se inició con la referencia a las mentiras de Sánchez. Ese ruido debía tapar el error del debate.

Pedro Sánchez, en la entrevista que concedió a Pablo Motos en 'El Hormiguero' durante la campaña electoral.

Pedro Sánchez, en la entrevista que concedió a Pablo Motos en 'El Hormiguero' durante la campaña electoral. Mediaset

“Funcionó porque Feijóo colaboró con algunas intervenciones nefastas en la última semana y tropiezos como el de las pensiones en TVE”, explican en el equipo del PSOE. Algo parecido ocurrió con la referencia a las fotos con el narco Marcial Dorado, que terminaron de embarrar la campaña.

Y, sobre todo, la campaña la marcó a favor del PSOE la gestión de los pactos del PP con Vox en ayuntamientos y comunidades. “Los ciudadanos vieron esta vez que las referencias al miedo a la extrema derecha no eran amenazas o cuestión de fe, sino que eran reales y se trataba de reunir votos útiles alrededor de Sánchez”, añaden.

Pese a todo, el mismo domingo de las elecciones no había ninguna seguridad en el PSOE y en la Moncloa de que sería posible evitar un Gobierno de PP y Vox.

De hecho, hubo barones regionales del PSOE movilizados esa misma tarde y con conversaciones con periodistas sobre el futuro del partido, con una hipotética gestora y congreso extraordinario. La pregunta que circulaba era si Sánchez se mantendría al frente del partido si salía de Moncloa, y la respuesta casi unánime era que no, que de ninguna manera. Se le daba por muerto.

"Como Rajoy, pero al revés"

A las 20 horas, las encuestas no resolvieron las dudas, porque casi todas abrían las horquillas, sin aclarar si la derecha tendría mayoría absoluta o no. La de GAD3, que en otras ocasiones había sido la más acertada, sí daba a Feijóo como futuro presidente con Vox, y en la Moncloa y en la sede del PSOE cundió el desánimo.

El recuento oficial empezó, y poco después de las 21 horas su modelo que analiza las 100 primeras papeletas les decía que el PP no superaría los 130 escaños. Sánchez recibió estos datos en la Moncloa con su equipo más próximo, obviamente muy satisfecho.

En Ferraz, ministros y dirigentes socialistas seguían atónitos el recuento oficial, divididos entre los que con el 10% escrutado ya veían imposible que el PP diera la vuelta y llegara a 160 diputados, y los más escépticos, que siguieron dudando hasta casi el 60% escrutado.

Sánchez llegó a Ferraz con el recuento tan avanzado que ya era imposible que el PP llegara a lo previsto.

En la puerta de la sede de Ferraz estaban preparados los equipos de luces y de música para recibir a los simpatizantes congregados. El montaje valía para un funeral y para levantar el ánimo, pero no para una celebración, porque no estaba preparada ni prevista la plataforma para que subiera Sánchez y se dirigiera a ellos. Hubo que montarla de manera precipitada en tiempo récord de 15 o 20 minutos, cuando el recuento ya estaba avanzado. La nueva gesta de Sánchez se consumó.

Un ministro que le conoce bien asegura que nunca jamás le ha visto “flojear ni venirse abajo”. “Uno puede estar muy fuerte, pero tener momentos de bajón, sin embargo él nunca lo ha mostrado”, apunta.

Añade que siempre le ha llamado la atención “la contundencia con que toma las decisiones”, y lo explica gráficamente: “Es como Rajoy, pero al revés, es decir, el expresidente se borró en su moción de censura en 2018 y hasta fue sustituido en su escaño por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría, pero Pedro lo hubiera peleado hasta el último momento y el último voto”.

En esta línea, se refiere a “la paliza que se ha dado estos días, pasando de una cumbre europea en Bruselas a un mitin en Huesca, y luego otro en San Sebastián”.

Esos ministros destacan también su intuición y tenacidad. “Está encima de todos los temas y a veces parece que no escucha, responde con un “lo tengo en cuenta” o “lo pienso”, y al día siguiente te llama para hacerte el encargo”.

Sus carencias tienen que ver con la empatía y con la sensación de lejanía con los ciudadanos en estos cinco años. En estos cinco años se ha hecho muchas más fotos con líderes mundiales que con “personas corrientes” y cuando se intentó corregir con vídeos forzados no funcionó.

La campaña más extraña

Ahora, en la campaña más extraña, ha vuelto a ser el de 2014, y sí ha encontrado los huecos para llegar a los votantes, por ejemplo, participando en programas de televisión que hacía mucho que no pisaba, y hasta en un pódcast (La Pija y el Quinqui) dirigido a un público muy diferente al de los grandes medios.

Hasta la última semana se eludieron los mítines por miedo a la desmovilización, por falta de medios económicos por hacer dos campañas seguidas y también por temor a las protestas.

Otra de sus características es lo que sus próximos llaman flexibilidad y sus lejanos tachan de falta de coherencia. Con ella, en todo caso, consigue cerrar acuerdos y pasar de ser socio de Albert Rivera (Ciudadanos) a aliado de Pablo Iglesias (Podemos).

Le lleva también a pasar de ganar unas elecciones en 2019 con el compromiso de traer a España a Carles Puigdemont para ser juzgado, a buscar ahora una investidura con el imprescindible apoyo, precisamente, del expresidente de la Generalitat fugado en Waterloo.

Esa flexibilidad, la tenacidad y ese arrojo están sobre todo presentes en su política respecto a Cataluña y, como explica Moncloa, es justo lo que le ha permitido este resultado, porque con los datos de Cataluña ha compensado la caída en comunidades como Andalucía, Madrid o Valencia.

Ha tenido la inestimable colaboración de Santiago Abascal al anunciar que si el PP y Vox gobernaban se aplicaría un 155 duro en Cataluña y la situación iría a peor, según admiten los socialistas. Esa declaración disparó el voto útil para el candidato socialista en Cataluña.

En esta parte, varios ministros explican que es fundamental el papel de Salvador Illa, que con el respaldo e impulso evidente de Sánchez, tiene el encargo de cerrar el ciclo electoral en Cataluña logrando la Generalitat, tras haber conseguido alcaldías en ayuntamientos importantes como el de Barcelona y ahora la victoria del PSC en las generales.

Pedro Sánchez, junto a Salvador Illa, Zapatero y Jaume Collboni, en el cierre de la campaña de las autonómicas en Barcelona.

Pedro Sánchez, junto a Salvador Illa, Zapatero y Jaume Collboni, en el cierre de la campaña de las autonómicas en Barcelona. Europa Press

Eso, según explican, justificaría la arriesgada apuesta por desinflamar la política catalana y debilitar el independentismo y su apoyo social con los indultos o las reformas del Código Penal.

Un alto cargo de Moncloa relata que el pasado mes de enero, el presidente francés Enmanuel Macron acudió a Barcelona a la cumbre hispanofrancesa cuando justo ese día las calles de París estaban incendiadas con protestas. Macron se asomó con Sánchez a una ventana desde el Museo Nacional d'Art de Catalunya y, al ver desde lejos la minoritaria manifestación independentista, le dijo al presidente español algo así como “¿A esto le llamáis protesta?”. Eso, según esa fuente, es justo lo que explica el resultado del domingo en Cataluña y sus consecuencias en el resto de España.

Otro miembro del Gobierno destaca la capacidad de Sánchez para “tomar distancia cuando la situación es muy complicada”. “Toma distancia de la situación y de su propio equipo para tomar las decisiones”, añade. En los últimos meses lo ha hecho reiteradamente.

Según recuerda un destacado colaborador de Sánchez en sus inicios, en 2014 hubo periódicos que no publicaron siquiera su intención de presentarse a las primarias contra Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, simplemente porque no le tomaron en serio, y ahora tampoco muchos se creyeron que después del 23-J iba a tener opciones de seguir en la Moncloa. Al menos ha alejado su final y ha parado un Gobierno de coalición entre PP y Vox, a la espera del próximo reto extremo en la investidura.

Igual que en 2014 ganó las primarias y cumplió con lo de "soy Pedro Sánchez y voy a ser presidente del Gobierno”.

Alguno de los barones regionales del PSOE se lamentan de que ellos han sufrido en sus carnes el desgaste del Gobierno de coalición mucho más que el propio Sánchez. Les irrita, pero admiten que sólo pueden reconocer que Sánchez se ha ganado el derecho a maniobrar ahora con libertad para su investidura.