“Hoy en día, la principal misión de las televisiones públicas es defender la democracia y la convivencia. Y hacerlo mediante la comunicación de una esfera mediática razonable y el empoderamiento crítico de la ciudadanía”, ha escrito José Manuel Pérez Tornero en un espléndido artículo publicado en El País.

Tal y como anunció Noam Chomsky, internet ha concentrado el poder mediático a escala mundial en un puñado de empresas estadounidenses y chinas. “La proliferación de noticias falsas se ha convertido en un desafío de primer orden para la ciudadanía española y europea”, afirma Pérez Tornero. Los derechos humanos y las libertades, no solo la de expresión, se encuentran seriamente violentados. El periodismo de la insidia, del bulo, de la manipulación, se acrecienta por semanas con grave deterioro de la estabilidad social.

Si la medicina está asaltada por un curanderismo creciente, el periodismo serio apenas puede superar, sobre todo en televisión, a los aventureros, ignaros, maleantes, vividores y codiciosos que se instalan en ciertos espacios de opinión y lo deforman todo. En las Facultades de Ciencias de la Comunicación se enseña a fondo la deontología profesional, la responsabilidad del periodista ante la sociedad como administrador de un derecho ajeno: el que tiene la ciudadanía a la información. En algunos espacios audiovisuales se ampara y potencia a los curanderos de nuestra profesión.

José Manuel Pérez Tornero escarba en la herida de las radiotelevisiones públicas acosadas por las grandes plataformas que se están adueñando sobre todo del escenario y la creación audiovisuales y que comprometen la soberanía cultural. No es de ahora, aunque se haya intensificado, la presencia de Estados Unidos a escala mundial en los ámbitos de la información y la comunicación. En 1976 me esforcé desde la agencia Efe en desembarazar a España y a las naciones de habla española del colonialismo informativo que imponían las grandes agencias estadounidenses. Y ese fue mi propósito también cuando tomé la decisión de dejar la dirección de ABC, e incorporarme al esfuerzo de Emilio Azcárraga para crear Eco, un espacio que combatiese el monopolio de la CNN, empeño agostado por la muerte prematura del gran empresario mexicano.

“Las radiotelevisiones públicas europeas –afirma Pérez Tornero en su relevante artículo– deben dar cabida a una comunicación pública, respetuosa, sosegada e inclusiva. Deben sustituir la crispación y la agresividad por el entendimiento. Y tienen que garantizar, aunque sea en última instancia, que la racionalidad acabe imponiéndose a las pulsiones emocionales y pasionales”.

Impecable la exposición de Pérez Tabernero sobre el papel de las radiotelevisiones públicas. Desgraciadamente, como anticipó André Malraux, la realidad se ha convertido en todo lo contrario. Los medios de comunicación públicos, las televisiones de forma especial, en las Comunidades Autónomas españolas, salvo alguna excepción, se han politizado hasta la náusea y manipulan la información sin el menor pudor en favor de los criminales etarras, de los secesionistas agresivos, de las agrupaciones antisistema... Y de los presidentes autonómicos sean del color que sean.

¿Qué se puede hacer? Pues muy poco, mientras Pedro Sánchez necesite para mantenerse en su poltrona monclovita los votos de Bildu, el apoyo de Otegui, de los secesionistas vascos y catalanes y de los partidos antisistema. No se trata de algo desconocido. Hasta las ranas del estanque del Retiro saben que Pedro Sánchez se humilla ante los separatistas, los bilduetarras y los comunistas, concediéndoles las más varias mamandurrias económicas y políticas, porque necesita sus votos. Se trata de líneas rojas que un PSOE democrático, como el que durante trece años encabezó el Gobierno de Felipe González, no hubiera cruzado nunca. Pero el PSOE sanchista, al servicio de su César de alpargatas, sí lo ha hecho con grave deterioro de la dignidad de España y de nuestro prestigio internacional.