BIOPICS. El paso por nuestras pantallas de la muy aseada, incluso hermosa –pero poco vigorosa y vigorizante– Münter y el amor de Kandinsky, del alemán Marcus H. Rosenmüller, nos puede permitir alguna reflexión y recapitulación sobre las películas biográficas, en especial sobre las dedicadas a mujeres artistas.

Los biopics conforman un subgénero sembrado de peligros, pues el afán de totalizar a la persona biografiada –incluso cuando se opta, cosa frecuente, por ceñirse a una época de su vida– suele dar lugar a películas de guion plano, obsesionadas por no dejar fuera hitos y datos, lo que deriva en visiones más informativas e ilustrativas que otra cosa. Eso suele agradar, sin embargo, a una parte del público que, en un par de horas, se siente en posesión de un briefing suficiente sobre un personaje histórico. Pero es raro ver un biopic en las nutridas listas de las mejores películas de la historia del cine.

En el caso del arte, es abrumadora la cantidad de películas dedicadas a varones artistas frente al reducido número de filmes biográficos centrados en mujeres artistas. Pero los hay sobre la escultora Camille Claudel (La pasión de Camille Claudel y Camille Claudel 1915), la pintora barroca Artemisia Gentileschi (Artemisia), la mexicana Frida Kahlo (dos Frida), Dora Carrington (Carrington), la expresionista alemana Paula Becker (Paula), la francesa naif Séraphine Louis (Séraphine), la abstracta sueca Hilma af Klint (Hilma), la danesa Gerda Wegener (La chica danesa) y otras pocas más. Por no hablar, claro, de documentales y telefilmes, que el listado se engrosaría mucho. La expresionista norteamericana Lee Krasner tuvo relevancia en el biopic sobre su marido: Pollock.

MURNAU. Tuvimos la suerte, el curso pasado, de ver en el Museo Thyssen una extraordinaria retrospectiva sobre la berlinesa Gabriele Münter (1877-1962), en la que aparecía por doquier la figura del ruso Wassily Kandinsky (1866-1944), su profesor y amante entre 1902 y 1916, ambos fundadores del grupo expresionista alemán El Jinete Azul.

A quienes no vieron esa magnífica exposición, comisariada por Marta Ruiz del Árbol, y si ahora están interesados por Münter a raíz de la película, les queda la posibilidad de ver los cuatro lienzos de la pintora que el Thyssen tiene en su colección permanente y de adquirir el espléndido catálogo y la novela gráfica de Mayte Alvarado que Astiberri coeditó con el museo: Gabriele Münter, las tierras azules.

Es abrumadora la cantidad de películas dedicadas a varones artistas frente al reducido número de filmes biográficos centrados en mujeres artistas

El azul, uno de los vivos y fauvistas colores clave del paisaje de Münter, que tantas veces pintó en la pequeña ciudad bávara y alpina, próxima a un lago, de Murnau, donde vivió con Kandinsky y luego sola y con su marido, el filósofo e historiador del arte Johannes Eichner, después de que el artista ruso –futuro y sorprendente abstracto– la engañara y la abandonara, lo que le costó a la pintora diez años de depresión e inactividad.

La casa de Murnau, recreada en la película con sus paredes exteriores amarillentas y sus contraventanas azules, es ahora casa-museo de Gabriele Münter.

CORAJE. La película comienza con una visita de los nazis a la casa de Murnau, dispuestos a requisar todo lo que pillaran del arte que Hitler había tachado de “degenerado”. No encuentran nada. Pero Münter, con el valor y el coraje que le caracterizaron y que el filme resalta, tuvo escondidos durante años numerosos cuadros propios y de sus compañeros expresionistas, incluido Kandinsky. Gracias a ello se salvó un importante muestrario del movimiento.

En Münter y el amor de Kandinsky aparecen episódicamente, por cierto, otros destacadísimos artistas de El Jinete Azul como Franz Marc, August Macke, Alexander von Jawlensky, Marianne von Werefkin e, incluso, Paul Klee, vinculado inicialmente al grupo, antes de derivar hacia la abstracción.

La menuda y frágil en apariencia Gabriele Münter, de familia adinerada y pronto huérfana, también fotógrafa, diarista y viajera –amén de exiliada durante años–, dejó una huella profunda.