ORIGINAL. Guionista de cómics, realizador de videoclips, anuncios y series, director de cine (seis largometrajes) y escritor (cuatro novelas y un libro de cuentos), Óscar Aibar (Barcelona, 1967) ha demostrado en todas sus facetas un talento muy personal, original y con frecuencia sorprendente.
Edita ahora El baile fantasma (Pepitas), su cuarta novela, que tiene la singularidad de ser, desde ya mismo, la mejor y más completa narración publicada hasta el momento por un escritor español sobre las interioridades y vicisitudes de un rodaje cinematográfico (dos, en realidad) y sobre los profesionales del cine de antes (años 80) y del presente.
Eso, si no fuera que Aibar había hecho ya una brillante aproximación al mismo tema, más autobiográfica, en Making of (2008), inmersa en el humor y el tono entre surreal, esperpéntico y fantástico que impregna varias creaciones del director de la excelente Platillos volantes (2004), una de las mejores películas españolas, en mi opinión, de las últimas dos décadas.
No obstante, el filme que le ha dado más éxito al cineasta entre el público fue El gran Vázquez (2010), con guion propio y protagonizado por Santiago Segura, su visión sobre el muy peculiar y legendario historietista Manuel Vázquez.
LANCES. Entre quienes han ostentado u ostentan la doble condición de escritores de ficción y cineastas (o viceversa) en España a lo largo del tiempo, y con obra considerable en ambos campos –Neville, Fernán Gómez, Suárez, Armiñán, Álvaro del Amo, Manuel Gutiérrez Aragón, Augusto Martínez Torres, David Trueba...–, no recuerdo una novela, y menos dos, centrada en las circunstancias de un rodaje.
La novela trasciende el mundo del cine para convertirse en un espejo de la realidad, de la evolución de la sociedad española
Hay aproximaciones en El viaje a ninguna parte (Fernán Gómez), Rodaje (Gutiérrez Aragón) y, permítaseme añadir, en algún cuento de Mario Camus. Es posible (probable) que la memoria me falle.
Si con unos apuntes muy críticos y a veces zumbones –particularmente, sobre el presente– y una sustancia esencialmente dramática, El baile fantasma recoge multitud de detalles de los procedimientos y lances de un rodaje y de los perfiles y personalidades de sus intervinientes (con frecuencia marcados por los egos, las rivalidades, el autoritarismo, los malos modos...), la novela de Aibar, estructurada en cuarenta cortos capítulos que fluyen estupendamente y en dos planos temporales muy bien barajados, tiene un personaje principal, Julia, que la hace trascender más allá del mundo del cine y la ayuda a convertirse en un espejo de la realidad, de la evolución de la sociedad española.
TRAUMA. Julia, de cincuenta y tantos años, soltera y sin hijos, nacida y crecida en una familia acomodada y franquista del madrileño Paseo de la Castellana, desaparecido su padre, sigue apechugando con los cuidados a una madre deteriorada y de carácter imposible antes y ahora.
Esquivando una carrera universitaria teledirigida que no le apetecía, fue teclista y cantante de un grupo tecno poco relevante en los 80 –hay muchas alusiones a la música y a esa época– y se metió en el cine poco menos que por casualidad como último mono de un rodaje. Entonces sufrió el trauma de su vida, el abuso sexual por parte de la célebre estrella masculina de la película, Juan Fajardo, de quien fatalmente se quedó colgada –sometida– durante un breve tiempo, el suficiente para quedar herida para siempre. Y más con lo que sucedió a continuación.
Ahora, sin apenas amigos y muy dependiente de los ansiolíticos, convertida en coordinadora de intimidad de rodajes, se siente en la obligación de aceptar la petición desesperada de un colega de producción y buen compañero en apuros: volver al pueblo donde sucedieron los hechos para ejercer su oficio en un rodaje cuyo guion incluye una escena de violación. Será una ocasión para salir de su crisis permanente –y de una deriva que Aibar hace extensiva a su profesión y a aspectos de la vida española– o para hundirse más en ella.