Lynne Ramsay. Foto: Zoran Bihac
Lynne Ramsay estrena 'Die My Love': “Me emociono mucho en los rodajes, es como un gran parque infantil”
La directora adapta una novela de Ariana Harwicz sobre una mujer que, tras dar a luz, se sumerge en la locura. Con Jennifer Lawrence y Robert Pattinson.
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Lynne Ramsay (Glasgow, 1969) aseguraba en la pasada edición del Festival de Cannes que ya casi no ve películas, salvo documentales. La música es su combustible cultural. La energía que la invade cuando escucha discos la ha replicado en su adaptación del libro de Ariana Harwicz Matate, amor (Anagrama, 2025), que estrena este viernes 14.
Jazz entrecortado y rock a un volumen desquiciante inflaman este estudio febril de la maternidad y el descenso a las simas del desequilibrio mental, en cuya banda sonora también ha participado la directora y guionista. En colaboración con el supervisor musical Raife Burchell y el guitarrista George Vjestica, miembro de The Bad Seeds, canta durante los créditos finales una versión de Love Will Tear Us Apart, de Joy Division, y también en un tema punk titulado Zero.
Tras ocho años de parón, respaldada por Martin Scorsese y Jennifer Lawrence como productores, Lynne Ramsay regresa con su quinta película, cantando para conjurar la soledad, la desesperación y el bloqueo creativo.
Pregunta. ¿Cómo gestiona su propia energía en el set, especialmente en rodajes de alta intensidad emocional como este?
Respuesta. Me emociono mucho en los rodajes, es como un gran parque infantil, un set gigante de Lego. Sin embargo, ahora me agoto más rápido. Me estoy haciendo mayor [risas]. Me insuflaban energía la velocidad del rodaje y seguir mi instinto. El montador, Toni Froschhammer, que ha formado parte de una banda, repetía: “Esto es una canción punk. No hay que sobrepulirla. Debe ser algo desordenado”.
»Montamos en cuatro o cinco meses. Mezclamos el sonido en cinco días, como si fuera un corto. Fue una locura, salimos con síndrome de estrés postraumático, el sonido seguía resonándonos en la cabeza, pero nos gustaba el desorden, la sensación caleidoscópica.
P. Suele implicarse tanto que llega a convertirse en sus personajes. ¿Cómo afecta ese grado de inmersión a su forma de dirigir?
R. Recuerdo que Samantha Morton se partía de risa con Morvern Callar (2002) porque, mientras rodaba la escena del club, alguien grabó el making of y yo estaba en el monitor haciendo exactamente lo que ella. Con Joaquin Phoenix, igual, caminaba escenas enteras como él. No lo hago conscientemente, pero intento ver lo que ellos ven. Es útil, aunque me desquicie.
»No quieres vivir siendo el protagonista de En realidad, nunca estuviste aquí (2017), pero en Die My Love, se volvió algo muy personal, porque reflejaba parte de lo que yo viví tras ser madre.
P. Aunque el filme trata aspectos como el aislamiento y el bloqueo creativo, se ha vinculado rápidamente con la depresión posparto. ¿Considera que este tema sigue siendo un tabú en el audiovisual contemporáneo?
R. Efectivamente, es demasiado fácil etiquetar esta película así. También trata de las relaciones, de la depresión, de la salud mental y del bloqueo creativo, que yo misma he sufrido. Pero, efectivamente, es un tema tabú. Después de dar a luz, te sientes un poco agotada, porque durante el embarazo estás radiante, el pelo te luce fantástico… y luego se te empieza a caer, no duermes, tienes que despertarte cada tres horas. Mi marido estuvo muy presente, pero durante tres meses los dos parecíamos un par de zombis. Es mucho más desafiante de lo que esperas. Te sientes decaída, como si tu identidad entera entrara en crisis.
»En ese sentido, sí está en el filme, pero no es una película sobre el posparto. Tiene muchas capas. Yo la veo como una historia de amor donde ella es un animal salvaje que va por otro camino. Él todavía la ama, pero no logra entenderla. Ella es una anarquista, impredecible, destruye el mundo a su alrededor, pero también tiene humor. Es probablemente la película más colorida que he hecho.
P. De hecho, su cine se ha caracterizado por un tono sombrío. ¿De dónde proviene esa nueva veta cómica?
R. He tenido en mente a mis padres, que siempre estaban discutiendo, pero en medio de sus peleas empezaban a reírse y todos los niños también. Era una locura total. Cuando estaba en la escuela de cine, puse una cámara en la mesa de la cocina y les grabé discutiendo y carcajeándose. La puesta en escena resultó perfecta. Quise que ese humor alocado estuviera presente en las disputas en el filme.
P. La película sugiere que la pareja protagonista procede de un entorno urbano y culturalmente sofisticado. ¿Cómo construyó ese trasfondo no explícito en pantalla?
R. Siempre imaginé que eran una pareja que se había mudado de Nueva York a este sitio horrible en la zona rural de Montana, porque era propiedad del tío del protagonista y, por tanto, gratis. Así que tendrían una gran colección de discos. En mi historia mental, él era cierto tipo de músico. En el filme hay algunas líneas que lo sugieren. Probablemente fueron una pareja muy hipster antes, y ahora se encuentran en este lugar dejado de la mano de Dios.
P. ¿Qué criterios guiaron la elección de la casa?
R. Me vino a la cabeza El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Obviamente es otra propuesta, pero comparten esa sensación inquietante, psicológica, ese sobresalto cuando oyes ruidos... Lo planeamos todo: el diseño con el papel floreado, el bosque visible... Siempre vi la casa como un personaje sombrío. Como cuando los personajes de El resplandor llegan al Overlook y de inmediato te asalta la idea de que en este hotel nada va a salir bien.
P. ¿Por qué optó por el formato académico frente al CinemaScope inicialmente propuesto por su director de fotografía, Seamus McGarvey?
R. Pensé que no funcionaría, porque concebí encuadres muy cuadrados y no se hubiera visto el exterior, así que le propuse rodar en 1:1.85 con planos largos. Luego me pregunté por qué demonios tomé esa decisión, ya que resultaba incómodo en el bosque y en los primeros planos. Pero para retratos tipo Bergman resulta precioso.
»En cuanto al color, optamos por la noche americana, es decir, filmar de día fingiendo que es de noche, subexponiendo. Da un aspecto plateado y surreal.
Jennifer Lawrence y Robert Pattinson, en el filme
P. ¿Qué retos de planificación supuso el rodaje en celuloide?
R. Mi última película, En realidad, nunca estuviste aquí, fue digital, y había olvidado lo lento que es el celuloide. No teníamos mucho tiempo, pero en un set hay que mantener la calma, que todos se sientan en familia. Rodamos a una velocidad de vértigo.
»Hubo una escena en concreto, con la luz cayendo, cuando él le pide casarse, que tardamos hora y media en rodar, porque había mucho diálogo. Seamus estaba tirado en la hierba, medio colapsando. Y yo también. No íbamos a llegar. Así que nos miramos y decidimos rodarla arrastrándonos por la hierba. Fui corriendo a contárselo a los actores: “Robert, tienes que ser un gato en la hierba”. Él: “¿Qué coño…? Vale”. Ella: “Genial”. Estábamos ya con tanta confianza que lo hicimos. Parecía una locura, pero funcionó.