DIARIO. "Soy un cobarde". Así se define, para empezar, Antonio Mathis, un contable de cuarenta años, soltero, que lleva una existencia mortecina y solitaria en su pequeño piso de Turín y mantiene una relación sentimental rutinaria con Anna. Su vida sufre un seísmo cuando aparece Serena, una joven monja con la que coincide en una parada de tranvía y que, todavía en la distancia, sin hablarse, a base de miradas y pequeños gestos, incentiva sus sucesivos encuentros en el mismo lugar y a la misma hora. Antonio se siente un piojo, un don nadie y, mientras se hace preguntas sobre la extraña audacia y determinación de la monja, acumula fuerza y decisión para abordarla y siente que se ha enamorado.
Antonio Mathis es el narrador de Un hombre cualquiera, tercera y breve novela publicada en 1959 por Giovanni Arpino (1927-1987), calificada por el Nobel Eugenio Montale como una obra maestra de su género. El libro se estructura en capítulos breves –salvo dos, extensos y extraordinarios– y en forma de diario, el diario que Mathis escribe sobre sus procelosas relaciones con Serena, al borde de la debacle o la salvación, entre el 10 de diciembre de 1950 y el 2 de enero de 1951.
Ausente de las librerías españolas desde hace casi cuarenta años y editado por Gatopardo el pasado otoño, no se comprende que un relato tan sutil, ambiguo –¿cuál es la personalidad real de Serena?– y tormentoso haya pasado desapercibido, del mismo modo que no se entiende que Giovanni Arpino –de quien se publicaron en castellano, entre los años 60 y 80, al menos siete novelas– no goce entre nosotros de una consideración sostenida y favorable.
CINE. "La joven monja" –su título original– o "La novicia" serían títulos más adecuados para esta novela, llevada al cine sin fortuna por Bruno Paolinelli en 1964. Pero otras dos novelas de Arpino, periodista de profesión, alcanzaron gran notoriedad en su adaptación a la pantalla. Delito de honor (1961) inspiró a Pietro Germi la magistral comedia negra Divorcio a la italiana (1962), con Marcello Mastroianni y Stefania Sandrelli. Y Esa dulce oscuridad (1969) dio lugar a Perfume de mujer (Dino Risi, 1974), con Vittorio Gassman, objeto de un remake hollywoodense –Esencia de mujer (Martin Brest, 1992)– protagonizado por Al Pacino.
Cuentista, biógrafo, ensayista, dramaturgo y poeta también, Arpino perteneció a una generación de escritores italianos muy vinculada –como la anterior y la posterior– al cine: Pier Paolo Pasolini, Tonino Guerra, Italo Calvino y Leonardo Sciascia nacieron, como él, en los años 20.
'Un hombre cualquiera', tercera y breve novela publicada en 1959 por el italiano, fue calificada por el Nobel Eugenio Montale como una obra maestra de su género
PAVESE. Giovanni Arpino publicó la mayoría de sus libros en tres de las más prestigiosas editoriales italianas: Einaudi, Rizzoli y Mondadori. Fue Einaudi quien editó originalmente Un hombre cualquiera después de haber facilitado siete años antes su debut como novelista gracias a la insistencia de Elio Vittorini, otro escritor muy ligado al cine.
Y en este punto se hace inevitable recordar a Cesare Pavese, que trabajó muchos años en Einaudi y que, seguramente, de no haberse suicidado en 1950, habría avalado también esta novela. Pavese y Arpino vivieron y murieron en Turín, en ese Turín de humedad y penumbra, surcado por el Po, magníficamente descrito, por el que Antonio Mathis vaga, pasea o transita desesperado, en busca de Serena, mientras el lector va decidiendo si la novicia veinteañera es una muchacha fresca, inocente y entusiasta o una hábil manipuladora forzada por sus orígenes familiares y sus circunstancias.
Un hombre cualquiera, traducido por Mariana Ribot, lleva un prólogo de Antonio Muñoz Molina en el que emparenta a Mathis con el Bartleby de Melville y con personajes de Kafka y Pessoa. Se podrían añadir, por su no tan lejano parentesco, al Mersault de Camus en El extranjero o al dostoievskiano narrador sin nombre de Noches blancas.