Image: Escritos sobre Ortega / Zambrano. Monólogos de la Bella Durmiente

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Ensayo

Escritos sobre Ortega / Zambrano. Monólogos de la Bella Durmiente

María Zambrano / Miguel Morey

2 diciembre, 2011 01:00

Maríua Zambrano / Ortega y Gasset

Edición de R. Tejada. Trotta. 308 pp. 22 euros / Ed. Eclipsados, 2011. 208 páginas, 15 euros

No es tan evidente como algunos han supuesto que Ortega fundara una Escuela. Pero pocos discutirían que dejó unos discípulos fieles que de una u otra manera han prolongado su trabajo filosófico. O han partido de él: de su obra escrita y de su influencia personal. Entre ellos suelen citarse, con toda razón, José Gaos, Julián Marías y a pesar de cuanto pudo separarlos, que no fue poco, Maria Zambrano. En realidad, las divergencias de Zambrano con su maestro, el "héroe sin melancolía" -cuya activa presencia en la génesis de la noción central de su propio filosofar, la de "razón poética", y en su filosofía toda, nunca negó- comenzaron muy pronto. La primera aceptablemente documentada se remonta nada menos que a los años de aprendizaje de la filósofa. Cuando con apenas 20 años entregó con "temor y temblor" a Ortega su trabajo Hacia un saber sobre el alma con vistas a su posible publicación en Revista de Occidente, este no dudó en desengañarla así: "No ha llegado Vd. aquí (señalándose en el pecho) y ya se quiere ir lejos". La propia Zambrano ha recordado que salió llorando por la Gran Vía de la redacción de la Revista con el corazón roto "al ver la acogida que encontró en don José lo que yo creía que era la razón vital".De ahí partieron "algunos de los malentendidos con Ortega" que, en la medida en que obligaron a Zambrano a volver una y otra vez sobre sus raíces no dejaron de resultarle muy productivas, sin afectar para nada, por otra parte, a su autoconsideración como discípula fiel. Muchos años después, con ocasión de la muerte, en l955 del maestro, no dudaría en afirmar, en carta a Rosa Chacel fechada el l de abril de l956, que "siempre" sería su discípula.

La magnífica y oportuna edición, crítica y completa, de los textos de Maria Zambrano sobre Ortega que motiva estas líneas permitirá por fin a los interesados por esa importante parcela de nuestra historia política e intelectual hacerse cargo cabal de cuanto ahí está en juego. La diáfana introducción de Ricardo Tejada completa, por otra parte, con excelente criterio la tarea desde la consciencia de que la objetividad en la historia de la filosofía "no puede ser un fin en sí misma, sino más bien la detección y comprensión rigurosa de las semillas productivas que un pensamiento deja a los pensadores futuros".

Con título que solo extrañará a quienes ignoran la relevancia que los sueños y la duermevela tienen en la obra de MarÍa Zambrano, Miguel Morey propone hoy un punzante recorrido por los temas centrales de la filósofa andaluza en el que se entrelazan sabiamente la voz del autor del libro y la de la filósofa. Un recorrido que prueba, por otra parte,lo mucho que sobre ella pesó el desafío de esa tentación de las ultimidades contra la que tan tempranamente le previno Ortega.

Tal vez porque el conflicto de fondo del que Zambrano ofrece una visión sumamente idiosincrásica no es otro que el conflicto, viejo de siglos, entre una aproximación poético-religiosa al universo y una representación racionalista a cuya luz cuestiones como la del destino individual del alma no pueden, en rigor ni siquiera plantearse. Zambrano decidió muy pronto, en efecto, ajustar cuentas con la tiranía de la razón discursiva moderna y su voluntad de sistema. Y en esa decisión hunden sus raíces sus "meditaciones", en las que filosofía y poesía confluyen en una original propuesta de relación entre escritura y experiencia, sin la que difícilmente resultaría explicable la intensidad expresiva de los ensayos de Zambrano, verdadero hito del género.

Una vez trazados los límites del territorio en el que va a moverse, Morey desgrana con nitidez y elegancia los grandes temas/problemas de Zambrano: el hombre como ser que padece su propia trascendencia, el rescate de lo sagrado, el sueño creador y la duermevela, la razón poética entendida como n tercer espacio de interrogación capaz de superar y a la vez integrar, más allá de la tensión secular entre ambos, el interrogar filosófico y el poético, lo que aproxima reveladoramente, sin duda, a Maria Zambrano al conocido lema unamuniano "pensar el sentimiento, sentir el pensamiento". Y ,en suma, la búsqueda de la luz y de la lucidez, que encuentra su hogar "en una escritura cuya pasión es concentrar en una afilada cifra los contornos siempre errátiles de alguna experiencia fundamental, pero que nunca deja también de echar a volar, soñadora, con todo lo que el nombre de esa cifra evoca".

Una aportación, en fin, que brillará con luz propia.