Image: Mundo consumo. Ética del individuo en el mundo global

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Ensayo

Mundo consumo. Ética del individuo en el mundo global

Zygmunt Bauman

2 abril, 2010 02:00

Zygmunt Bauman. Foto: Heribert Proepper

Trad. de Albino Santos. Paidós. 250 pp, 22'50 e.


Desde que acuñara el concepto de "modernidad líquida" para referirse a la fisonomía emergente en las sociedades contemporáneas tras la Guerra Fría, el sociólogo Zygmunt Bauman (Poznan, 1925) no ha dejado de aplicarlo con éxito a la descripción de los más diversos fenómenos de nuestro mundo: las relaciones laborales, los vínculos afectivos, la búsqueda de la felicidad, la inseguridad, el miedo o el amor. En todos ellos detecta similar disolución de los firmes lazos que mantenían cohesionada la estructura social en la era del capitalismo industrial.

Ahora bien, puesto que en esta nueva etapa no desaparecen sin más las formas anteriores, sino que conviven y se amalgaman con sus variantes líquidas, Bauman añade a sus análisis una aguda conciencia de las ambivalencias propias de esta segunda modernidad. De ahí que sus libros no se queden en la mera descripción de toda esa multiplicidad de fenómenos, sino que siempre ofrezcan al lector pautas eficaces de comprensión de los procesos que los originan y una clarividente interpretación de su significado.

Pese a este valor añadido, y a pesar también de la amenidad que suele acompañar a sus textos, últimamente éstos venían acusando cierto carácter reiterativo. No es el caso de Mundo consumo. La obra nos devuelve el mejor perfil de este incisivo crítico del presente, que retorna una vez más a sus temas habituales, pero lo hace con frescura argumental y un enfoque comprehensivo, ordenado en torno a una cuestión central: ¿es posible la ética en este mundo globalizado de consumidores? El interrogante, que dio título al ciclo de conferencias pronunciado por el autor en la Universidad de Viena, base de este libro, funciona aquí como un espléndido hilo conductor para recorrer el conjunto de su producción intelectual.

Nos encontramos así con una revisión de la temática de Modernidad y Holocausto -donde se defendía la tesis de que sin inventos típicamente modernos como la tecnología, la burocracia o la ingeniería social a gran escala, difícilmente habría sido posible aquel "asesinato cate- gorial" en masa que fue el holocausto judío- que nos permite entender mejor cómo la mirada inicial de Bauman al lado oscuro de la modernidad se ha extendido luego a sus formas líquidas, aparentemente libres de toda tentación totalitaria y, sin embargo, no menos opresivas. Aquí se sitúa el grueso de su interés por los efectos del capitalismo en la psique de los individuos: si antes la ética del trabajo trataba de imponer su control mediante una coacción interiorizada, ahora, en un escenario cada vez más desregularizado y privatizado, la nueva estética del consumo libera el principio del placer para explotarlo lucrativamente en los mercados. Esta política de la vida, carente de pautas y lazos sociales perdurables, deja a los individuos abandonados a su suerte, obsesionados por su propio bienestar. La nueva identidad que se construye en este mundo a base de consumir determinadas marcas, dispuesta a cada momento a mudar de estilo y tirar a la basura el anterior, se toma a sí misma y a los demás como productos desechables. Programas televisivos de máxima audiencia como Gran hermano, Supervivientes o El eslabón más débil expresan de forma meridiana qué ideología opera aquí: la que piensa que la vida es una lucha encarnizada por la supervivencia individual, donde los otros son meros competidores a los que hay que vencer y donde la confianza o la compasión sólo llevan al fracaso.

En un mundo así, donde la libertad se entiende como la capacidad de huir del propio yo para comprarse uno nuevo, ¿es posible la ética? Sin pecar de ingenuo, tras cargar las tintas en los rasgos negativos de esta ambivalente modernidad líquida nuestra, Bauman cree que sí, que la globalización es una oportunidad tanto o más que una amenaza, pues supone que todos somos mutuamente dependientes, que ya no hay eximente moral cuando otros seres humanos sufren y que, por ello, la solidaridad de un destino compartido es algo cada vez más factible. Ojalá que sea así y ése sea el destino que nos alcance.

Zigmunt Bauman acuñó su más afamado concepto en las páginas de Liquid Modernity, texto publicado por la Universidad de Cambridge en el año 2000. Allí realizaba el siguiente símil, germen de tan productiva expresión: "Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados".