Laura Giordani. Foto: J. Sebastian Van

Laura Giordani. Foto: J. Sebastian Van

Letras

Laura Giordani, "como un muerto abriendo sus ojos por primera vez bajo tierra": poesía del arraigo

El nuevo libro de la escritora se abre hacia lo íntimo y lo colectivo, siempre desde el convencimiento de que "lo esencial se ha ocultado a la mirada".

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A caballo entre Argentina –donde se crio– y España –donde ha desarrollado su vida adulta–, Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964) no ha dejado de darle vueltas a la cuestión del arraigo, lo que supone tener un solar nutricio y echar raíces.

Micelio

Laura Giordani

RIL, 2025
120 páginas. 15 €

Micelio arranca donde nos dejó Manca terra (2020), que era una larga pregunta sobre la esquilmación de los ecosistemas que nos sostienen, un canto urgente "mientras el mundo se derrumba".

En Micelio el correlato generador ya no es el árbol y sus raíces, sino esa red vasta de filamentos blancos llamados hifas, la parte vegetativa del hongo que crece bajo tierra y absorbe los nutrientes. Ese correlato protagoniza la primera sección del libro a partir del juego anagramático: micelio-mi cielo.

Como un iceberg, el micelio existe en lo escondido, pero es también, por su rara luminosidad, un cielo invertido, sepultado: ver ese firmamento exige "hundirse sin reservas / como un muerto abriendo sus ojos / por primera vez bajo tierra". A partir de ahí, el libro se bifurca para abrirse hacia lo íntimo –lo personal– y lo colectivo, siempre desde el convencimiento de que "lo esencial se ha ocultado a la mirada".

El tono elegíaco domina "Familia", donde la muerte del padre culmina con la imagen memorable del muerto esparciendo "las cenizas de tu propia cremación […] Aunque no podamos verte, sonríes con la dicha indescriptible de disolverte". "Anomalías" incluye un diccionario con acepciones de neologismos poco terrenales como "Encielar(se)", pero la poeta constata que "la tierra que pisamos fecunda con la suma de los duelos".

Llegamos así a las dos secciones finales, donde el tono se remansa –entre el afán de aceptación y la indagación metapoética– y el libro vuelve a coger aire para "encontrar esa palabra que refleja el mundo y no impone su rumor sobre él". Y lo consigue.