Jane Smiley. Foto: Derek Shapton. Al fondo, detalle de la portada española de 'Un poco de suerte' (Sexto Piso)

Jane Smiley. Foto: Derek Shapton. Al fondo, detalle de la portada española de 'Un poco de suerte' (Sexto Piso)

Letras

'Un poco de suerte' y una granja en Iowa: Jane Smiley retrata la cara amable del sueño americano

La escritora narra la historia de una saga familiar agrícola enfrentada a los profundos cambios que marcaron la primera mitad del siglo XX.

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Mi primer contacto con Jane Smiley (Los Ángeles, 1949) fue su novela Mil acres, que le valió el Premio Pulitzer en 1992. El segundo ha sido la lectura de Un poco de suerte, de la que se menciona en la contraportada que es la primera entrega de la “Trilogía de los cien años” sobre “una saga familiar”. Lo confieso: este tipo de epopeyas familiares, al estilo Al este del Edén de Steinbeck, me resultan tan atractivas que me atrapó incluso antes de leer el primer párrafo.

Un poco de suerte

Jane Smiley

Traducción de Ce Santiago
Sexto Piso, 2025
484 páginas. 25,90 €

El escenario de este libro es el mismo que Smiley utilizó en Mil acres, las comunidades agrícolas del estado de Iowa, en el Medio Oeste estadounidense, y temporalmente la historia abarca el período 1920-1953 (cada capítulo se corresponde con un año de forma correlativa).

El protagonista son Walter Langdon –lo conocemos en la víspera de su 26 cumpleaños– y su esposa Rosanna. Walter ha luchado en la Gran Guerra y a su regreso ha comprado una pequeña granja con diez vacas. También tiene un bebé de 5 meses. La familia crecerá con otros cuatro hijos, mientras el país sufre un cambio radical, social, tecnológico y económico.

En Un poco de suerte, Smiley nos ofrece el retrato íntimo de una familia estadounidense enfrentada a esos profundos cambios que marcaron la primera mitad del siglo XX. A lo largo de tres décadas, los Langdon criarán a su familia superando todo tipo de dificultades.

La vida rural es simple y predecible porque obedece a la rutina de las estaciones, y de acuerdo a la cadencia natural del tiempo viven los personajes. Pero el discurrir histórico y los cambios tecnológicos irán modelando sus personalidades, sobre todo la de Walter.

La elegancia narrativa de Smiley es discreta y sin alardes. Una trama sin pretensiones es cuanto necesita para crear una novela deliciosa

La narración gira en torno a la granja, el referente físico que se convertirá en el eje simbólico y emocional de los hijos, pues es el lugar a donde regresar tanto por motivos felices como dolorosos.

El primogénito, Frank, luchará contra los nazis y regresará convertido en héroe de guerra; Joe es más apocado, ama los animales y la naturaleza y será quien permanezca en la granja.

Le sigue la dulce Lillian, casada con un funcionario que reclutará a Frank en la lucha contra la amenaza comunista; el intelectual Henry es el cuarto y la pequeña Claire, el ojito derecho de su padre, es la última de los Langdon.

Cada hijo seguirá un camino distinto, y la referida estructura capítulo-año, en una narración lineal sin flashbacks, propicia entrelazar la evolución íntima de los personajes con acontecimientos históricos relevantes que funcionan como hilos conductores del relato. Al mismo tiempo, la hondura emocional de lo cotidiano conforma el corazón de esta entrañable historia familiar.

Finalizando la novela, Walter reflexiona sobre momentos emblemáticos de su vida y cómo ha pasado de ser padre a cariñoso abuelo: “Walter volvió la cabeza y miró a Rosanna, y en ese instante los dos estuvieron de acuerdo: se había creado algo de la nada” (p. 405). Crear algo de la nada recrea el ideal del sueño americano que encarna Walter, quien, con esfuerzo y voluntad, logra vencer lo que el destino le tenía preparado.

Su reflexión al comenzar la novela (“Si eras un Langdon y tu madre una Chick lo normal era plantar avena, comer avena, dar avena a los animales, empajar las cuadras con avena, y disfrutar de todas las fases del cultivo de avena” [p. 40]) incita a pensar que el peso de la historia y la tradición aplastarán a Walter. No será así.

La elegancia narrativa de Smiley es discreta y silenciosa, sin alardes. No necesita giros espectaculares para cautivar al lector. Una trama sin grandes pretensiones, unos personajes sencillos y un marco histórico realista es cuanto necesita para ofrecernos una novela deliciosa.