Tintoretto: 'El encuentro de Tamar y Judá', h. 1555 - 1559. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Tintoretto: 'El encuentro de Tamar y Judá', h. 1555 - 1559. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Letras

El sexo en la Biblia: la fuerza esencial y perturbadora que funda nuestra visión del mundo

El ensayo de Aldo Cazzullo, 'El Dios de nuestro padres', disecciona algunos de los tabúes de la 'autobiografía de Dios', desde la historia del onanismo a los pecados de Sodoma.

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Al inicio de El Dios de nuestros padres, Aldo Cazzullo (Alba, Piamonte, 1966) avanza así sus intenciones: "[Aunque] soy consciente de su importancia espiritual, de su valor religioso, para mí la Biblia es, en primer lugar, una obra maestra de la literatura, una gran historia, una novela formidable".

El Dios de nuestros padres

Aldo Cazzullo

Traducción de Arianna Alessandro. Harper Collins, 2025. 368 páginas. 10,99 €.

El enfoque del periodista italiano cobra sentido al pensar que la trama es precisamente la única parte intacta de la "autobiografía de Dios". Lo único que, aunque esté sujeto a infinitas interpretaciones, puede contarse al margen de ellas, de un modo refrescante y ameno —como es el caso—, dada la universalidad y el interés de sus historias.

Como en su anterior libro (Roma. El imperio infinito), Cazzullo salpica su "novela" sobre la Biblia de referencias culturales. Porque la Biblia, como sugiere en algún punto, no funda solo nuestra fe, sino también nuestra visión del mundo. Está en lo que decimos, en lo que leemos, en lo que vemos y nos emociona.

Como sería ocioso seleccionar el arte religioso más relevante, el autor señala, por ejemplo, una pintura cuyo interés estriba en su rareza. Se trata de un cuadro de Guido Reni, donde se escenifica un pasaje que los artistas, por lo general, han evitado: el momento previo a que las hijas de Lot emborrachen a su padre para que se acueste con ellas.

Los tres acaban de huir de Sodoma, la madre ha muerto y ellas urden ese plan para dar continuidad a su estirpe (el plan se consuma, pero su linaje, considerado a partir de entonces indigno, será enemigo eterno de Israel). El cuadro, de una expresividad fascinante, muestra al viejo Lot confundido, entre sus dos jóvenes hijas, que se miran nerviosas justo antes de seducirlo.

Aldo Cazzullo. Foto: Giulia Natalia Comito

Aldo Cazzullo. Foto: Giulia Natalia Comito

En esta escena, como en otras del Antiguo Testamento, el sexo aparece como una fuerza esencial y perturbadora. Lo vemos en la historia de Onán, que da nombre al onanismo, ya que derramaba su semen para no engendrar hijos con la viuda de su hermano. O en la de los propios sodomitas, que intentaron violar en grupo a dos ángeles, a quienes exigían "conocer" en el sentido bíblico.

Las violaciones, no siempre explícitas, aparecen en más lugares. Un ejemplo clásico es la de Dina, hija de Jacob, cuya deshonra vengan sus hermanos Simeón y Leví, perpetrando la primera de las muchas matanzas recogidas en el Antiguo Testamento.

Para Aldo Cazzullo, la Biblia no funda solo nuestra fe, sino también nuestra visión
del mundo.

A Dina la viola Siquén, que luego pide su mano a la familia para eludir la condena (esta práctica se llamaba "matrimonio reparador" y, como recuerda Cazzullo, en Italia rigió hasta 1981). Los hermanos de Dina fingen aceptar, pero tras exigir la circuncisión a los súbditos de Siquén, los masacran a todos.

En la Biblia encontramos también una suerte de denuncia falsa por agresión sexual. La sufre José, otro hijo de Jacob, por parte de la mujer de su amo, con la que no ha querido acostarse. La mujer, dolida porque un criado hebreo la rechace, acusa a José de haberse aprovechado de ella. José termina en la cárcel, pero más tarde sale con la ayuda de Dios, que siempre lo ha mirado con buenos ojos.

Aldo Cazzullo detecta asimismo lejanos antecedentes bíblicos de ciertas prácticas actuales, como la gestación subrogada. Para ilustrar este caso concreto, recurre a las historias de Agar y de Bilá, que se vieron obligadas a acostarse con Abraham y con Jacob para darles hijos, ya que sus mujeres eran estériles.

El libro de Cazzullo muestra, en fin, por qué es un error dejar de leer la Biblia: un libro que, como cualquier clásico de la literatura, aún no ha terminado de decir lo que tiene que decir.