Gabriela Mistral. Foto: Wikimediacommons.

Gabriela Mistral. Foto: Wikimediacommons.

Letras

La minuciosa biografía de Gabriela Mistral, una mujer puritana en lo público, pero no en su intimidad

En 'Mistral. Una vida' Elizabeth Hordan disecciona la vida de la poeta y maestra chilena, desde su origen mestizo a su sexualidad lésbica.

2 marzo, 2024 02:26

Es razón avisar que este volumen es solo el primero de los tres que compondrán una definitiva y minuciosa biografía de la poeta y maestra chilena Gabriela Mistral (1889-1957). El libro llega hasta 1922, año en el que la escritora y pronto diplomática abandona Chile rumbo a México con la primera de sus importantes secretarias, la pintora y escultora Laura Rodig.

Y año, además, en que Mistral —ya conocida como articulista— publica su primer libro de poemas, Desolación. Para que los detalles no distraigan del todo, Horan hace una suerte de introducción plena al vivir y actuar de Mistral que no se pierde cuando se va demorando en los orígenes de la poeta, su lugar de nacimiento en el remoto y andino valle de Elqui (donde luego fue maestra), su sexualidad, su obra y afán de irse construyendo su propio y recio personaje con múltiples relaciones que pudieran ayudarle.

Hay dos vectores —que sin olvidar lo demás— centran el hilo de la biógrafa norteamericana: la condición de mestiza de Mistral –que ella terminó aceptando y defendiendo–, y su sexualidad lésbica, pese a unos muy juveniles amores con hombres delicados, cuando ella era muy joven.

Mistral. Una vida. Solo me halla quien me ama

Elizabeth Horan 

Lumen, 2024. 472 páginas. 23,90€

Horan es muy clara: “El trabajo fundamental de las llamadas secretarias fue, literalmente, el de guardar los secretos de la poeta.” Y de hecho se guardaron –inmensa correspondencia, textos inéditos– hasta casi medio siglo después de su muerte en Nueva York.

Gabriela Mistral se llamaba civilmente Lucila Godoy Alcayaga y en sus ancestros hay sangre española, negra e indígena. Neruda, por ejemplo, abolió su nombre natal; Mistral mantuvo toda su vida los dos, públicamente era siempre Gabriela (como empezó firmando poemas en 1908) y en la intimidad Lucila, casi siempre.

Pero si, como he dicho, Mistral defendió y se enorgulleció de su mestizaje, celó y negó toda referencia a su lesbianismo, idea que, desde su propia imagen de mujer masculinizante, más la compañía de sus tres principales “secretarias”, le rondó siempre.

Pero nunca lo aceptó (aunque ya sus cartas han hablado de sobra de esos amores) y prefirió el papel robusto, y ganado con tesón —hablamos de una mujer autodidacta—, de madre de la patria, en una tendencia “hagiográfico-nacionalista” de raíz religiosa, que aún persiste, y que Horan ve como una rémora a la modernidad y vitalidad de Mistral.

Por eso, podemos añadir, Gabriela Mistral es para muchos lectores, y aun contando con el Premio Nobel en 1945, una figura vieja, aunque rara en su oficialismo. Es lo que saben sus tres amantes, la chilena Rodig, la mexicana Palma Guillén (quien la llevó a la diplomacia) o la final norteamericana Doris Dana, añadido a su calidad poética, lo que hoy salva e interesa en Mistral.

Puritana en lo público, pero no en su intimidad, Mistral viajó de la pobreza al esplendor y fue una gran poeta

Su nombre literario —confesó— venía del poeta provenzal Frédéric Mistral y del gran italiano decadente Gabriele D’ Annunzio, que según muchos sería alguien lejano a nuestra poeta. Aunque no tanto acaso, si tenemos en cuenta que, al ser preguntada en sus comienzos por sus favoritos, respondió Rubén Darío y el muy decadente colombiano, José María Vargas Vila.

A quienes se añadiría el mexicano Amado Nervo. El primer tomo de esta biografía es rico y minucioso. Recordemos que, para Horan, Gabriela llegó a lo alto por su capacidad de acción y por crearse múltiples amistades y relaciones de poder que llegarían hasta el Nobel.

Que fue puritana en lo público, pero no en su intimidad, que viajó de la pobreza al esplendor y que fue una gran poeta y un personaje complejo que merece este ir descifrándolo.