'Omar e Ismael, Ismael y Omar', 2024 © Pablo Gómez

'Omar e Ismael, Ismael y Omar', 2024 © Pablo Gómez

Arte

Asunción Molinos Gordo: una exposición en la que hablan los huesos, las piedras, el barro y la tierra

El CA2M de Móstoles dedica una individual a esta artista atenta a las materias naturales, el campo, la artesanía y el trabajo comunitario.

2 marzo, 2024 02:26

Asunción Molinos Gordo (Guzmán, 1979) hace “trabajo de campo”: arraigada en un pequeño pueblo de Burgos, se ha servido con gran talento plástico de los materiales naturales y de los saberes técnicos o artesanales propios de las labores del agro. Su aproximación a él no es la arcádica del urbanita aunque tiene algo de utópica, pues asocia ese fondo universal de experiencia y de pensamiento a la abolición de tiempos históricos, fronteras, jerarquías culturales y raciales, y a un arte con capacidad de sanación social.

Asunción Molinos Gordo. Deja Vécu. Lo ya vivido

CA2M. Móstoles (Madrid). Comisaria: Andrea Pacheco González. Hasta el 9 de junio

Esta exposición reúne ocho proyectos distintos en su argumentario y en su formalización, la mayoría inéditos. El ideal comunitario como principio y la arqueología del presente como herramienta se entrelazan para actuar como hilo conductor, tendido en la penumbra.

El montaje, con muros oscuros y superficies reflectantes, genera una atmósfera espectral conveniente para la aparición de artefactos –siempre con “toma de tierra” y transmutados por la imaginación procesual de la artista– en los que se inscribe una historia que había sido silenciada. Varios de ellos expresan la persistencia del legado islámico en España. Molinos Gordo aboga por la hibridación cultural, no como apriorismo sino desde la vivencia: dio sus primeros pasos creativos en Egipto y luego en Omán, y ese periplo derivó en lazos familiares.

El montaje genera una atmósfera espectral en la que se inscribe una historia que había sido silenciada

Para entrar a la muestra hay que atravesar una mezquita reducida a una estructura de madera con algunos muros de hermosa textura que evoca el adobe y coronada por una fusión de yamur islámico y veleta, en hueso, madera de olivo, barro cocido y bronce. Se detecta en ella un impulso vertical que se aprecia en otras obras, como la impresionante columna que se eleva, retorciéndose, sobre un lóbrego estanque, y que reproduce en su parte superior las nervaduras en forma de palmera de San Baudelio de Berlanga, posible templo multiconfesional. Su fuste es descrito como el vómito de un monstruo del tiempo que se hubiese atiborrado de dispares arquitecturas. Lo son también, de adobe, los nidos agrandados de golondrina, ave que encarna la migración y la transmigración (de las almas, o metempsicosis), y de una manera más contundente el paño de la muralla de Mayrit sobre el que Molinos Gordo, acompañada de un grupo de jóvenes artistas de origen islámico, ha hecho trescientos frottages.

La práctica colaborativa es fundamental en su trabajo. El proyecto expositivo es resultado de una estrecha investigación conjunta con la comisaria, Andrea Pacheco, y cuando habla de las piezas menciona los nombres de decenas de personas de las que ha aprendido algo o que le han ayudado en su materialización.

'Mil leches', 2024 © Pablo Gómez

'Mil leches', 2024 © Pablo Gómez

Los dibujos sobre la muralla son un ejemplo perfecto de ello. También de la perspectiva abierta y poética –“arqueología imaginaria”– que aplica a los asuntos de los que se ocupa: en las formas que emergen en esos frottages ve arroyos, montañas y valles, nubes, viento, cuerpos celestes, chispas de fuego… Toda una historia geológica y hasta el mapa del Madrid islámico. Y en el proceso de conglomeración de la enorme manta de fieltro hecha con lana de todas las razas de ovejas ibéricas ve oleaje y ve nieve, y nos lo muestra en los hipnóticos vídeos incluidos en esta otra instalación.

Tal transubstanciación es uno de los pilares de su imaginario creativo. La muralla árabe llevó a Molinos Gordo a interesarse por la piedra en la que se talló: el sílex, que formó parte aún en el siglo XVI de uno de los primeros emblemas de la ciudad, que rezaba “mis muros de fuego son”. Buscó la cantera de la que se extrajo y consiguió una gran roca que hizo tallar con técnica prehistórica para desnudar en su centro un cuchillo de pedernal visceral, un corazón de piedra.

[Artistas no contaminantes]

Me referí antes a los artefactos en los que se “inscriben” historias. Esto es literal en otra de las instalaciones relacionadas con lo islámico –y, de nuevo, con el campo y los materiales orgánicos– que hace flotar en la pared escápulas de vaca como las que se usaban en las madrasas medievales para enseñar el alfabeto a los niños. En ellas ha hecho tallar la artista las palabras con las que en la Biblioteca de El Escorial se describen las mutilaciones y las pérdidas en sus manuscritos árabes, reliquias del intercambio científico y cultural. Siempre se ha dicho que los huesos hablan. Y hablan las piedras. Y habla el barro, la tierra.