Pier Paolo Pasolini. Foto: Nórdica Herbert List

Pier Paolo Pasolini. Foto: Nórdica Herbert List

Letras

Pasolini: sexo y delincuencia en las chabolas romanas de 'Una vida violenta'

La segunda novela del escritor y cineasta es rica en registros y matices, pero siempre dura, porque retrata la desolación de las barriadas

1 abril, 2023 02:37

Recién conmemorado el centenario de Pasolini (1922-1975), lo que más claro parece haber quedado es que lo mejor de su obra sigue siendo actual, al hacer intemporal su temporalidad. Así, esta cuidada nueva traducción de Una vida violenta, publicada en 1959 y traducida ya al español en Monte Ávila, Caracas 1969, por Attilio Dabini. Ahora la mezcla en el texto de diversos niveles lingüísticos en el italiano –romanesco, modos jergales y aún lengua de pura germanía– se intenta equiparar en el español.

Una vida violenta

Pier Paolo Pasolini

Traducción de Miguel Ángel Cuevas. Nórdica, 2023. 326 páginas. 23,95 €

Una vida violenta fue la segunda novela de Pasolini (tras Ragazzi di vita del 55) y en su misma onda, pero acaso con mayor fuerza. Pasolini –en vida– sólo publicaría otra novela de ese nivel literario, pero muy distinto, Teorema en 1967. Ragazzi di vita ha tenido diversas traducciones al español, siempre tentativas con el título: Chicos del arroyo, Chavales del arroyo; me quedo con la ya antigua traducción argentina: Muchachos de la calle. ¿No es algo arcaica esa acepción de “arroyo”?

Como fuere, de ello trata la novela desesperada: de los chicos de las barriadas romanas de los 50, pobres, puros, brutales, buenos, entregados a la delincuencia, al sexo y a sobrevivir como sea. Eran barrios (como Pietralata) con chabolas que la lluvia podía anegar, junto a recientes pisos de protección oficial, en el punto donde una ciudad-miseria coincide con el campo. “Todo era sol y mugre, mugre y sol”.

La novela es la historia de uno de esos chicos, Tommaso (“Tomá”) Puzzilli. El chico –de salud delicada– conocerá la cárcel y el hospital, para morir de la tuberculosis que arrastraba. Roba –como los otros– y con violencia, pero se vuelve delicado cuando encuentra a una chica que le gusta, Irene.

Tommasino se puede meter en peleas de chulería, pero aspira a algo mejor que no sabe cómo llegará. Habla el dialecto romanesco y todas las jergas del margen, que Pasolini aprendió en esos barrios y con esos chicos, en especial los hermanos Citti (alumnos suyos cuando llegó a Roma): el mayor, Sergio, está en los agradecimientos, ayuda con la lengua y será luego cineasta.

Con su cine crítico-neorrealista, las dos primeras novelas y la poesía popular, brota un primer Pasolini vivísimo

El menor, Franco, se convierte en muy cercano amigo de Pier Paolo y en imagen icónica de su cine. Franco Citti protagonizó la primera película de Pasolini, Accatone (1961), y la versión cinematográfica de Una vida violenta (1962) de Paolo Heusch y Brunello Rondi, película muy correcta y muy obviamente pasoliniana.

Tanto Ragazzi di vita como Una vita violenta –sobre todo la primera– crearon escándalo y juicios. Para parapetarse, el editor Garzanti pidió a Pasolini quitar algo sexual (el ofrecimiento como chapero) o malsonante en Una vita… El traductor lo ha puesto, siguiendo la edición definitiva.

La novela es rica en registros y matices, pero siempre dura, porque retrata esa desolación de las barriadas míseras, en las que Pier Paolo vio, doblemente, un mundo que era necesario superar y cambiar, pero un pueblo que tenía casi intactas sus raíces, y de nuevo vamos a esa lengua sápida donde cada apodo marca y por ello es una lengua viva, no la lengua estándar y pobre de la tele o los mass-media.

Con su cine crítico-neorrealista (hasta La Riccotta, 1963), las dos primeras novelas y la poesía popular, brota un primer Pasolini vivísimo. La marginalidad es otra hoy, pero las vidas violentas siguen gritando y más todavía. Gran obra.