Chantal Maillard. Foto: Bernabé Fernández

Chantal Maillard. Foto: Bernabé Fernández

Letras

El yo quebradizo de Chantal Maillard

Entre la expresión del deseo y la necesidad del grito, 'Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es agua' reúne la poesía publicada por la escritora desde 2004 hasta 2020

11 mayo, 2022 03:23

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Chantal Maillard (Bruselas, 1951) reside en España desde los trece años. Autora de numerosos ensayos, es especialista en filosofías y religiones de la India. Ha traducido a Henri Michaux al español. En 2004 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con el libro Matar a Platón (Tusquets).

Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua
Chantal Maillard
Galaxia Gutenberg, 2022. 800 pp. 28.90 €

Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es agua reúne la poesía publicada por Chantal Maillard desde 2004 hasta 2020. La profesora Virginia Trueba firma una exhaustiva introducción de cuarenta y cuatro páginas. En ella estudia certeramente la literatura de la poeta, su “tono entre lo conceptual y lo existencial, lo abstracto y lo concreto, expresión tanto del deseo de calma como de la necesidad del grito”.

El primer libro incluido en la recopilación, Matar a Platón, se abre con dos epígrafes del filósofo Gilles Deleuze. La obra fue compuesta cuando la escritora padecía una enfermedad grave y se inicia con un signo trágico: el ideograma que forman unos metales y la carne reventada de un hombre aplastado. El cuerpo del conductor que ha causado el accidente “emite un ruido que le parece ajeno, / un ruido como un túnel de acero que conduce / al oscuro principio de la culpa”.

Chantal Maillard transmite su vivencia del dolor en Escribir. Convertida la angustia en un cóndor que la asedia, la autora confiesa que utiliza la escritura “para colmar la distancia / entre mi miedo y yo”. El efecto es turbador, sin trampas retóricas, con imágenes emocionantes. La herida persiste en los poemarios Hilos y Cual. La vigilia, el nudo, la saliva y el cansancio trazan un círculo que aprisiona a la poeta.

Un yo quebradizo lucha contra lo irremediable mientras la vejez conquista nuestro rostro. Gran parte de las afirmaciones es respondida por una interrogación y se repiten los ingredientes del desasosiego: vértigo, arenisca, papel rasgado, semillas putrefactas. Maillard reconoce su aislamiento: “No es fácil ofrecer cobijo / cuando se lleva a rastras / una caja vacía”.

La prosa del libro La tierra prometida forma una especie de molinillo de plegarias. En la “letanía” (término preferido por la escritora) son mencionados animales en peligro de extinción: el tapir, la vicuña, el petrel, la pantera nebulosa o el sileno. El poemario La herida en la lengua hurga en el erial, la náusea, el límite y la caída. De nuevo, la fragilidad y el desamparo son resumidos por la palabra “hilo”.

La vigilia, el nudo, la saliva y el cansancio trazan un círculo que aprisiona a la poeta, que escribe sin trampas retóricas, con imágenes emocionantes

Antes de aludir a Friedrich Hölderlin, Paul Celan y Friedrich Nietzsche, destacan siete versos: “Se quitaron la vida / el hijo de mi padre, / la hija de mi suegra / y el que nació de mí. / Hoy las cigarras cantan / en la hierba dorada. // Realmente es extraño”. El volumen Cual menguando encierra cinco breves piezas teatrales, poemas y un epílogo.

El libro Medea sobresale por su fuerza expresiva. Partiendo de la tragedia creada por Eurípides y de la versión del cineasta danés Lars von Trier, la poeta nos ve como gotas de agua que se evaporan al chocar contra el yunque del tiempo. Tras las composiciones de la sección Inéditos, tres perspicaces textos en prosa de Fugas compendian el pensamiento poético de Maillard.

Una “posdata” del filósofo Miguel Morey cierra Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es agua. Son doce páginas de claridad expositiva. Se incluyen ilustraciones sugerentes de Joaquín Ivars, Joan Cruspinera, David Escalona, Teté Vargas-Machuca y de la propia Chantal Maillard. Percibimos el cuidado profesional de Jordi Doce en una obra editada con primor. Acabada la lectura, queda la certeza de haber acompañado a una autora cuyo talento se sitúa muy lejos de las convenciones literarias.

EL MAR

Me bastó su presencia
para hacer el mar. Añadí
la vertiente escarpada.
Bajo las suelas,
costuras de basalto –¿o eran
de pizarra?– en las que
asomaba el tomillo,
y las flores de espliego.
Y el sol rielando, abajo,
¡con qué recio dulzor!
Llevaba corto el pelo.
El aire olía a ropa
recién almidonada.

Ella me sonreía con
un hilo entre los labios.