Image: Elvira Roca Barea: Es un milagro que España siga existiendo

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Elvira Roca Barea: "Es un milagro que España siga existiendo"

La profesora malagueña publica un libro contra la leyenda negra que -según dice- persigue a España por culpa de la propaganda de sus enemigos.

6 febrero, 2017 01:00

María Elvira Roca Barea. Foto: Siruela

María Elvira Roca (El Borge, 1966) ha trabajado en el CSIC y dado clases en Harvard. En su ensayo Imperiofobia y Leyenda Negra (Siruela), prologado por Arcadi Espada, se pregunta "por qué surgen" las imperiofobias, "qué tópicos las configuran y cómo se expanden hasta llegar a ser opinión pública y sustituto de la historia". Todo ello con una atención especial al caso español, cuya leyenda negra, dice, lleva "tres siglos asumida por los propios españoles".

Pregunta.- Así que el clásico autoodio del español está vinculado con la leyenda negra.
Respuesta.- Sin duda. Al asumir los tópicos de la hispanofobia, se da por supuesto que todo lo español es malo, que lo que hay de español en nosotros es la peor parte de nuestro ser.

P.- ¿Está viviendo un repunte ese autoodio o nunca se fue?
R.- Nunca se fue. Van ya para tres siglos de hispanofobia asumida. Pero en determinadas ocasiones, en épocas de crisis y de incertidumbre, hay una recidiva. Ahora los nacionalismos periféricos que nacieron en el XIX y que son por definición hispanófobos se han aliado con la izquierda antisistema, cada vez más fuerte, y esto naturalmente tenía que producir un rebrote.

P.- ¿Cómo sería la cronología de las ideologías asociadas a la leyenda negra? ¿Va del protestantismo a la izquierda?
R.- En efecto. Aunque la primera manifestación de la leyenda negra surge con el humanismo italiano, y ya es visible en el siglo XV. Desde el primer momento muy vinculada al antisemitismo. El español es malo porque es medio judío. Con el protestantismo, los españoles además de ser marranos, ignorantes, son hijos del Demonio. Esta imperiofobia feroz la encaja como un guante la Ilustración francesa, porque conviene a los intereses de su país, naturalmente. Pero con el cambio de dinastía, en el siglo XVIII, la hispanofobia se hace española. Nuestras elites imitan lo que viene de París, porque para ser moderno había que parecer francés, había que pensar que era cierta la barbarie española en América, que la Inquisición era una atrocidad, que la historia de España es pura intolerancia, que este país era atrasado y bárbaro... Más tarde el liberalismo y el nacionalismo rampante en el siglo XIX hicieron lo que faltaba para que la hispanofobia se asumiera en España.

P.- ¿Entonces la hispanofobia es previa al descubrimiento de América?
R.- Es anterior. Muy anterior. La idea de que España es un país medieval y caballeresco, lo que hará viajar a los románticos a España con tanta ilusión, es una idea del humanismo. Seis siglos repitiendo la misma tontería, desde Paulo Jovio a Curtius. Lo de América se incorpora tarde al palmarés de la leyenda negra. Es Guillermo de Orange, y las traducciones promovidas por él del texto de Bartolomé de las Casas, con los famosos grabados de De Bry, quien convierte América en un nuevo tópico hispanófobo. A los franceses que habían fracasado estrepitosamente en Canadá esto les vino de perlas. Y los ilustrados lo repitieron hasta aburrir. Porque la ilustración francesa siempre ha estado al servicio de su país, como debe de ser. Esto les honra.

P.- Usted niega rotundamente que de Bartolomé de las Casas dijera, siquiera, una verdad aproximada.
R.- Es asombroso que estemos todavía dándole vueltas a esto. Fray Bartolomé está totalmente desprestigiado como fuente fidedigna. La Brevísima relación de la destrucción de las Indias pertenece a un género literario, el de la polémica religiosa, que incluye en su poética la hipérbole. Fray Bartolomé exagera para producir polémica. Luego fue usado profusamente por los enemigos del imperio. Por otro lado, Fray Bartolomé no fue capaz de soportar la diócesis de Chiapas y el tiempo que estuvo en ella no se interesó por los indios ni aprendió una palabra de una lengua indígena, ni era capaz, como dice fray Toribio de Motolinía con amargura, de distinguir un indio de otro. Él quería vivir en el centro del poder, alrededor de la corte.

P.- ¿Se trató mejor a los indios de Sudamérica que a los de América del Norte?
R.- En Norteamérica no se trató a los indios de ninguna manera. Se les fue expulsando de los territorios conforme se avanzaba hacia el oeste y fueron paulatinamente desintegrándose y desapareciendo en las reservas. El mundo indígena y mestizo que hay en América es hispano. Esto no necesita demostración. Solo hay que abrir los ojos. Los españoles crearon un imperio en América mezclándose con los indios.

P.- ¿Qué papel juega el enfrentamiento entre católicos y protestantes en el asentamiento de la leyenda negra española?
R.- El protestantismo fue un problema político que se manifestó a través de la religión. En el caso alemán es desde luego la primera manifestación del nacionalismo germánico, ya entonces muy agresivo e intolerante. El protestantismo es el resultado del choque de trenes del Imperio español con los nacionalismos emergentes. Lo que el protestantismo hace es crear iglesias nacionales, y esto tenía que colisionar con la visión universalista de lo humano propia del catolicismo. La Iglesia Romana no es de ninguna nación. Pero la iglesia anglicana es de Inglaterra, los príncipes alemanes se declararon jefes de sus propias iglesias territoriales. El protestantismo busca la destrucción de la Iglesia católica porque este era el vínculo común. Naturalmente ese alejamiento, esa ruptura se tenía que justificar y esto sólo podía hacerse convirtiendo a la Iglesia de Roma en la Ramera de Babilonia. Cuando los niños protestantes hacen su catequesis estudian cómo nació su iglesia y cuánto tuvieron que luchar contra Roma y contra la monstruosa y demoniaca España, brazo armado del catolicismo, para poder existir y alejarse moralmente del Anticristo. ¿Cómo quiere usted que desaparezca la leyenda negra?

P.- Isabel I es, con Shakespeare, el personaje que más espacio tiene en el diccionario biográfico de Oxford. ¿Hay falta de autocrítica en ciertas historiografías como la británica, o hay un exceso de autocrítica en la española?
R.- Toda nuestra relación con la historia de España está desquiciada por la propaganda. La historia de Gran Bretaña que conocemos se escribió en el siglo XIX, momento álgido de la expansión victoriana. Hubo ahí una operación de borrado y maquillaje realmente espectacular. Naturalmente en ella el demonio español tenía un lugar de honor. El fracaso inglés en América se trasforma en un éxito, a pesar de que se pasaron casi dos siglos empantanados; el periodo de hambre, guerras civiles y feroz represión de la época de Isabel I también se metamorfosea en una época estupenda; y Shakespeare triunfa y se pasea por los salones isabelinos, cuando lo cierto es que pasó gran parte de su vida en la semiclandestinidad, y por supuesto, jamás se menciona que era católico. La Armada de Felipe II, que no significó nada para nadie, ni siquiera en aquella guerra, pasa a ser el momento en que Inglaterra le disputa el dominio de los mares a España y se lo arrebata... Lo que hay debajo de la historia oficial que se escribe en el siglo XIX de esos países es falta de libertad, fundamentalmente de expresión, hasta unos niveles que los católicos no podemos ni imaginar.

P.- Los españoles no fueron los primeros en expulsar a los judíos. ¿Pero se fue más tolerante con ellos cuando vivieron aquí de lo que fueron otros países como Francia o Inglaterra?
R.- La situación de los judíos ha sido difícil siempre y en todas partes. Pero en la historia de Israel sólo hay una Sefarad. Durante siglos, los españoles fueron malos cristianos, porque estaban contaminados por los judíos. Esto se usó tanto para explicar su inferioridad moral (idea común a todas las imperiofobias) como su inferioridad racial y la idea duró hasta el siglo XIX. Voltaire la repite hasta aburrir. Pero en esas fechas este tópico hispanófobo gira sobre sí mismo y los judíos se transforman en artillería para demostrar la intolerancia española, como si las expulsiones y persecuciones de judíos no hubieran sido el pan nuestro de cada día en Europa, pero solo la española es popular.

La situación de los judíos ha sido difícil siempre y en todas partes. Pero en la historia de Israel sólo hay una Sefarad"

P.- Con la crisis de deuda se volvieron a agitar esos fantasmas contra España, pero también se aplicaron ciertos tópicos -los de los países atrasados del sur- a Grecia y a Italia. ¿Se puede explicar esto también por la vía de la imperiofobia?
R.- En el caso de España, de manera clarísima. No era difícil agitar los tópicos hispanófobos que siguen vivos en la mentalidad europea. Nuestra prima de riesgo ha subido y sigue por encima de las demás. ¿Por qué? Como lobos, ha vuelto la prensa en lengua inglesa a agitar los viejos fantasmas. Hacerlo es fácil y rentable. Ya aparecemos representados como cerdos (PIG'S) en grabados del siglo XVI. Los españoles no se defienden. Al paso que vamos estaremos pagando la misma factura eternamente. ¿Por qué nuestras élites políticas e intelectuales no le explican esto a la gente?

P.- Equipara la imperiofobia al racismo. ¿Qué los une?
R.- Todo. Es condena moral vinculada a la estirpe. Eres malo porque has nacido en un grupo humano que es malo por su sangre, moralmente inferior por el genus al que pertenece. La hispanofobia no puede desaparecer porque está escrita en el ADN de las iglesias protestantes, de dos de las corrientes culturales más importantes que ha tenido el continente, el humanismo y la ilustración; y de las ideologías triunfantes en el siglo XIX, como el liberalismo. Por no hablar de la colisión del Imperio español con casi todos los nacionalismos europeos: los emergentes en el siglo XVI en Gran Bretaña, Países Bajos, y los territorios germánicos, y finalmente triunfantes durante el siglo XIX. El problema es que ni nuestros historiadores ni nuestros intelectuales se han puesto nunca a reescribir la historia, sino a comentar la que escribían los ingleses o los alemanes y luego llegaba a España en francés. Así se fue ahondando más ese fenómeno del extrañamiento de los españoles con sus elites, asunto que tanto inquietó a Ortega. Porque en España para ser un intelectual de prestigio, hay que ser antiespañol. Así que cuando aprieta el zapato, este pueblo se ve solo ante el peligro, así se vio cuando la invasión francesa y así lleva aguantando mucho tiempo. Es verdaderamente un milagro que España siga existiendo.