Image: Tzvetan Todorov: Las cualidades morales pueden convertirse en un arma política

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Letras

Tzvetan Todorov: "Las cualidades morales pueden convertirse en un arma política"

5 febrero, 2016 01:00

Tzvetan Todorov, la semana pasada, en París

Es uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo. Historiador, filósofo y ensayista, Premio Príncipe de Asturias en 2008 y premio de la Academia Francesa en 2011, Tzvetan Todorov (Sofia, 1939) se cita con El Cultural en un café de París, junto a su casa, para hablar de su último libro, Insumisos (Galaxia Gutemberg), en donde repasa la trayectoria de ocho hombres y mujeres "extraordinarios", de Nelson Mandela a Boris Pasternak, de Etty Hillesum a Edward Snowden. "Sus nombres son más o menos conocidos -dice Todorov-, pero sus opciones éticas no han recibido toda la atención que merecen".

A pocos pasos de la Universidad de París 7, en pleno barrio Saint Victor, entre las Arenas de Lutecia, y una de las entradas más escondidas del Jardin des Plantes, se dibuja un barrio de París multicultural a la vez que intelectual. Entre las diminutas librerías y las editoriales especializadas, aparecen tiendas con olor a té, colores multiétnicos y físicos mezclados. Es un París de edificios más bajos, blancos, viejas casas de pueblo convertidas en apartamentos con vigas del siglo XII, en donde viven profesores universitarios, artistas y escritores. Se respira tranquilidad y hay resonancias de una época desaparecida.

Tzvetan Todorov llega puntual, con cara algo cansada pero mirada directa, clara y viva. Su cabellera blanca es un revuelo de ideas. Su curiosidad por el otro se nota pronto, y antes de sentarse empieza a formular preguntas. "Estamos aquí para hablar de usted y de Insumisos", le digo. Él se apresura a contestar: "Siempre he escrito libros sobre la historia de las ideas. Pero esta vez quería acercarme a unos individuos que me parecen brillantes, personas que con su ejemplo pueden ilustrarnos".

A comienzos de los ochenta, Todorov dio un giro a su trayectoria intelectual. Él lo recuerda ahora como una especie de descenso a la calle. Es difícil comparar sus primeros estudios de crítica literaria o de filosofía del lenguaje, a la sombra de quien fuera su padrino, Roland Barthes, con lo que ha venido escribiendo después. ¿Qué queda de aquel primer Todorov en este? "Yo diría que hoy soy un historiador, un crítico y, si es posible, un escritor", responde. Y añade que la diferencia entre ambos "todorovs" es la que hay entre el instrumento de análisis y el objeto analizado, "entre los textos y el mundo del que hablan esos textos".

Dice que su primer bagaje es aun hoy utilísimo para él. Y que se ve como un hombre ante todo curioso. Insumisos demuestra, sin embargo, que hay temas de los que nunca escapa Todorov: la moral y la política, el individuo y la sociedad, el arte y la literatura. Son ocho las biografías que repasa en este libro. Ocho personajes que cuestionan el régimen en el que les ha tocado vivir, y que a través de sus actos consiguen conciliar las exigencias morales y la acción política.

Pregunta.- Entre política y moral existe, escribe, un tercer terreno. ¿Es en ese terreno en el que se sitúan los insumisos?
Respuesta.- Efectivamente, este libro habla de la relación entre política y moral, por eso empiezo el ensayo distinguiéndolos. Los actos políticos se hacen para una comunidad particular. Los actos morales se asocian a una moral universal. Los gestos políticos se juzgan según el resultado. Los morales, según su intención. Un acto generoso, aunque no dé un resultado inmediato, sigue siendo un acto de virtud. En cambio, un político tiene un proyecto concreto, y le felicitaremos si consigue realizarlo. Por eso hay oposición al principio. Pero, más adelante, también descubrimos lugares en los que política y moral se cruzan. Mi idea era señalar que, en ciertas circunstancias, las cualidades morales podían convertirse en un arma política.

P.- Este sería el caso de Mandela, a quien dedica una parte importante de su ensayo.
R.- Mandela es el mejor ejemplo, sí. Él estaba convencido de que había que luchar contra el apartheid. Eso no exige la menor virtud particular. Lo que me interesaba era que Mandela experimentó una verdadera conversión, una revelación, parecida a la religiosa, durante su estancia en prisión. Entonces descubre que los guardias, es decir, individuos opuestos y hostiles a lo que Mandela y sus camaradas representaban, podían comportarse de una forma humana. Esto creaba un espíritu de comunidad entre ellos y él. Este descubrimiento le sirvió de incentivo para su proyecto de abolir el apartheid. Supo inspirar la misma confianza a sus interlocutores, al Primer Ministro, al Ministro del Interior, etc. Se dieron cuenta de que no pensaba luchar con represalias ni violencia, sino que deseaba construir una sociedad africana en la que pudieran convivir las diferentes comunidades.

Mandela, el ejemplo imposible

P.- Su muerte suscitó una avalancha de homenajes de muchos políticos. Sin embargo hoy ninguno sigue su ejemplo, ni siquiera los que, como Obama, pensaban hacerlo. ¿Cómo hacer para que los Estados actúen según esos valores?
R.- Es una pregunta muy difícil. Si no lo hacen es porque tienen razones para no hacerlo. Quizá piensan que sus electores o las poblaciones de las que son responsables les piden actuar como la figura tradicional del "hombre político". Hollande, Obama y otros fueron a Sudáfrica en 2013 para rendirle homenaje y expresar su admiración, pero ninguno ha hecho el menor gesto de imitación.

Siempre he escrito libros sobre la historia de las ideas, de personajes que pueden ser ejemplo"

P.- Al tratar de la situación actual, de la respuesta occidental a los atentados del ISIS, habla de efectos colaterales y cuestiona las medidas de Occidente. ¿Cómo habría que responder, a su juicio, a la amenaza real del terrorismo islámico?
R.- No puedo sustituir al Presidente de la República, sólo soy un intelectual. Dicho esto, lo que me ha chocado es que su respuesta a los atentados haya sido exclusivamente represiva. Hollande ha respondido con la violencia al Estado Islámico en Siria y con controles a cualquier hora del día y de la noche en Francia. Se pretendía demostrar una fuerza superior a los medios empleados. El Estado Islámico no amenaza a Francia o a cualquier otro país europeo en solitario: no tiene misiles, ni un armamento que pueden lanzar sobre nuestro país. En cambio, nuestros países sí pueden hacerlo sobre Irak o Siria. Pienso que nuestra protección debe forzosamente concentrarse en los ejecutantes del ISIS.

P.- ¿De qué modo? ¿Solo aplicando la ley?
R.- Hay que intentar que estos individuos, capaces de morir por una idea funesta de la religión musulmana, encuentren otro camino y dejen de estar a la deriva. No creo que los bombardeos intensificados en Siria ayuden de ninguna manera. Ellos mismos dicen que si cometen actos terroristas es para vengarse de las ofensas de Occidente. Hay una gran potencia negativa en el hecho de sentirse víctima. El método Mandela me parece indispensable.

P.- ¿Cuál siente que es su deber como intelectual en un contexto así? En Insumisos habla de la necesidad de una negociación moral y no bélica ante estas tensiones y guerras.
R.- Un intelectual es alguien que piensa, estudia y escribe. Es alguien que tiene una especialidad, un conocimiento particular del alma humana, de la condición humana, y gracias a ese conocimiento puede intervenir de forma fecunda y útil, en el debate público. Su opinión despierta nuestro interés.

P.- Eso se podría decir también de un novelista.
R.- Sí, y por eso, porque han demostrado un gran conocimiento de lo humano, hacemos a los novelistas preguntas sobre la actualidad. Aunque es verdad que hay quienes ponen su intelecto al servicio de temas que no son críticos, eso no va conmigo. Creo que el intelectual no debe contentarse con ser el portavoz de la opinión común; su mirada debe ir más allá. Se dice que debe ser comprometido. Más que eso, yo creo que su mirada, sus palabras, incluso sus acciones, deben ser como una luz que nos ilumina.

Me choca que la respuesta de los atentados del ISIS haya sido exclusivamente represiva. Deberíamos intentar otro camino"

P.- ¿Entran los insumisos de su libro en la condición de intelectuales? Algunos, si lo eran, se salían de la imagen habitual que tenemos del intelectual.
R.- No han de serlo forzosamente. Algunos lo son, otros no. Pero creo, en todo caso, que un intelectual gana al ser inconformista. El primer intelectual fue Sócrates y decía que él era como el tábano que no deja tranquilo al caballo.

La utilidad de la insumisión

P.- A través de las vidas de sus insumisos parece decirnos que la insumisión no siempre ha de tener un fondo útil. Pero ¿sirve para algo si no logra propiciar cambios?
R.- Le contestaré con uno de los ejemplos que doy en el libro. El caso de David Shulman, que se pregunta si su resistencia a la actuación en Palestina del régimen israelí tendrá algún resultado. Shulman se da cuenta de que adopta una posición que le viene quizá del budismo, una de las religiones que estudia y de la que es especialista. En el budismo se dice que el acto moral no busca el resultado sino que responde a un acto innato.

P.- ¿Es comparable, en este sentido de la utilidad, la insumisión de Hillesum -pasiva- con la de Gandhi, o la del mismo Mandela con la de Malcolm X, que fue en origen violenta?
R.- No son ejemplos radicalmente opuestos. Malcolm X es un militante cuya orientación política es evidente. Al principio de su vida, su único interés es defender su comunidad afroamericana. Piensa que la raza blanca es intrínsecamente mala, que no se pueden tener simpatizantes blancos en los movimientos antirracistas. Su actitud es, por tanto, la de un racista. Pero durante uno de sus viajes a La Meca descubre que el hombre blanco también puede ser extremadamente generoso, que es posible universalizar nuestros valores y que no se puede excluir a los demás.

P.- ¿Le acerca eso a las ideas de Mandela?
R.- Sí, y sobre todo a las de Martin Luther King, a quien se oponía en un comienzo porque no le consideraba lo suficientemente combativo. Durante los últimos meses de su vida, Malcolm X se acerca a esta forma de pensar y diferencia al ser humano y su combate. Etty Hillesum es un caso extremo. Es una mujer que se mostró indiferente, incluso hostil a la acción política. Intenta conducir su vida a través de exigencias espirituales para no caer en el mismo odio que sus represores. Pero también ella cambia. Hacia el final de su vida, trabaja en el campo de concentración de Westerbork, por donde pasaban los judíos antes de que los enviaran a Auschwitz o a otros campos, y es allí donde comienza a soñar con que los aliados destruyan los raíles de los trenes. Antes, Hillesum había alcanzado una especie de santidad laica que daba fuerzas a los prisioneros. Creo que esta mujer realizó una labor perfectamente comparable a la de otros insumisos más comprometidos en política, como Germaine Tillon.

P.- ¿Estos valores intrínsecos de los que habla tienen algún precedente en las enseñanzas de Cristo? No he podido dejar de pensarlo mientras leía.
R.- Cristo está presente en mi libro en el ejemplo de Etty Hillesum, y en el de Pasternak o Solzhenitsyn, que estaban impregnados de la tradición cristiana. A pesar de ser judía, Etty Hillesum se siente más cercana al cristianismo. Si se fija, en los Evangelios Cristo defiende una actitud militante cuando dice "quien no está conmigo está contra mí", o "no he venido a traer la paz sino la guerra". Sería, claro, un militante fuera de su contexto, ya que dice que su Reino no es de este mundo.

España, laboratorio de Europa

Ser un insumiso consiste, de acuerdo con la trayectoria de los ocho héroes que propone Tzvetan Todorov en su libro, en oponer el amor, la comprensión y la escucha a la violencia, la intolerancia y la barbarie. Todorov da ocho ejemplos de personas que, en contextos distintos -el nazismo, el apartheid, el estalinismo- supieron adoptar esa compasión frente al combate. Un amor, escribe, "hacia los seres humanos y la verdad".

P.- ¿Es su ideal, como pensador, que adoptemos una visión global del mundo, más allá de fronteras y nacionalidades?
R.- En absoluto. No tengo esa ambición. Cuando digo que las virtudes morales podrían convertirse en actos políticos, quiero decir que, para mí, los actos políticos no son universales. De serlo esto sería el paraíso terrenal. Para mí son actos de comportamiento moral cuya significación se entiende solamente en el contexto de un país en particular.

La insatisfacción ante las formas tradicionales de la política es manifiesta y en España se están buscando nuevos caminos"

P.- ¿Está al tanto de la política española, del nuevo escenario que surge después de las últimas elecciones? ¿Qué opina?
R.- Me da la impresión de que en España las cosas se mueven. El hecho de que se busquen otros medios con nuevos partidos, como Podemos y Ciudadanos, ya es algo muy positivo. España se ha convertido en el laboratorio político de Europa, y me parece excelente. Las cuatro formaciones políticas que hay ahora tienen que aprender a convivir. La verdad es que espero el cambio con verdadera simpatía. La insatisfacción ante las formas tradicionales de la acción política es manifiesta y los españoles están buscando nuevos caminos.

P.- ¿Percibe un sentimiento de hartazgo comparable en Francia?
R.- Siento que en Francia la actividad política todavía está reservada a la misma clase de individuos que vuelven una y otra vez. Esta profesionalización de la política no me parece ni constructiva ni buena. Por eso simpatizo con esa búsqueda española, claro que soy consciente de que, cuando uno busca, no tiene la seguridad de encontrar algo mejor.

P.- En el libro denuncia que los totalitarismos del siglo XX han sido sustituidos por el totalitarismo tecnológico. ¿Tenemos posibilidad de defendernos contra sus intromisiones?
R.- Claro que sí. A lo que me refiero en el libro es a la tentación de encontrar siempre una respuesta a través de las tecnologías. Pero claro que podemos actuar, resistir a esa influencia tecnológica. No somos impotentes ante ella. La ecología, por ejemplo, es una forma de resistencia.

La pérdida de los ideales

Todorov reflexiona en las páginas de Insumisos sobre la falta de ideales que, según él, surgió a raíz de la caída del Muro de Berlín. Y parece abogar por un punto medio entre la política sometida a la utopía -propia de los sistemas comunistas- y la política que se limita a gestionar los asuntos en curso, que sería la nuestra. ¿Es deseable que las democracias liberales busquen ese punto medio? "Yo estoy del lado de la democracia", responde. "Lo que yo constato es que la caída del Muro de Berlín ha tenido también consecuencias indeseadas. No basta con decir que la democracia es mejor que el totalitarismo. Todo el mundo está de acuerdo en esto. Hay que criticar también los fallos de nuestro sistema".

P.- ¿Y qué fallos son esos, además de la pérdida de ideales a la que alude en su libro?
R.- La política exterior, por ejemplo. Una guerra en nombre de la democracia, como la de Irak, ha sido catastrófica. Creer que se puede imponer la democracia es muy infantil y el remedio, como hemos comprobado ya, se revela peor que el mal. Hay que evitar dar, desde nuestra posición, lecciones al mundo. Ya que nosotros tenemos muchas lecciones que recibir de los demás.

@JacintaCremades