Letras

7 poetas, 7 poemas

Luis Rosales, 100 años

28 mayo, 2010 02:00

"La palabra del alma es la memoria", escribió Rosales. Hoy, los poetas María Victoria Atencia, Francisco Brines, Vicente Gallego, Antonio Gamoneda, Juan Antonio González Iglesias, Almudena Guzmán y Francisco Rico hacen memoria, eligen sus versos preferidos de Rosales

Nadie sabe hasta dónde puede llevarle la obediencia

Me gusta recordar que he nacido en Granada:
Libreros, una calle tan pequeña que iba a dar clase
por la noche;
la cerraba, a la izquierda, una pared arzobispal,
una pared muy digna y casi sin ventanas;
generalmente la cubría una pizca de cielo desconchado.
Sí, señor, así fue, no necesita
que le diga mi nombre,
no es preciso,
no lo va a recordar. [...]
No cabe vivir más,
sólo quiero decirle que esa vestiduría,
me causó un sufrimiento tan intenso que recorrió mi
cuerpo hasta llegar a hoy,
no sé cómo,
no sé
pero con él vino hasta mí la despreguntación,
y viví en un dolor la vida entera:
al ponerme la enagura tuve la sensación de entrar por
vez primera en la oficina,
al ponerme las medias sentí un dolor de parto,
al ponerme las bragas se me cayó una mano en el
infierno,
y vi la mano arder,
y yo seguía vistiéndome sin manos,
Sí, señor, así fue,
aún me dura la humillación, el uniforme era tan largo en mi cuerpo de niño como si
me vistiera con la guerra civil,
y cuando todo estaba terminado me puse en la
cabeza un sombrero de niña y aquel sombrero era la muerte de mis padres.

Este poema, que comienza haciendo poesía de lo imposible, de un retortijón, y termina en uno de los finales más sobrecogedores de toda la obra de Rosales. No debería faltar en ninguna antología de poesía española del siglo XX. En él está el Rosales maestro de la imagen, de la precisión y de la hondura emocionada. Lo cuento entre ese puñado de poemas que acompañan y dignifican una vida. VICENTE GALLEGO


Siempre mañana y nunca mañanamos

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida.

La sección final de La casa encendida ( v: Siempre mañana y nunca mañanamos), por la intensidad emotiva que cobra ahí el lenguaje coloquial, por la sabia administración de pausas que prepara la llegada al inolvidable el último verso y porque lo recuerdo dicho maravillosamente por Rosales. FRANCISCO RICO

Ahora que estamos juntos

Ahora que estamos juntos
ahora que ha vuelto la inocencia,
y la disposición visceral de estas paredes,
ahora que todo está en la mano,
quiero deciros algo, quiero deciros algo.
El dolor es un largo viaje,
es un largo viaje que nos acerca siempre,
que nos conduce hacia el país donde todos los hombres son iguales,
lo mismo que la palabra de Dios, su acontecer no tiene nacimiento, sino revelación,
lo mismo que la palabra de Dios, nos hace de madera para quemarnos,
lo mismo que la palabra de Dios, corta los pies del rico para igualarnos en su presencia,
y yo quiero deciros que el dolor es un don
porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre [...]

Siempre que leo este poema me siento reconfortada, como si alguien, en lo más crudo del invierno, me pusiera una manta sobre los hombros. En él, Rosales convierte el dolor en un don que hermana a todos los hombres y los integra en el ciclo vital de la naturaleza. Cada vez que lo leo me acuerdo de San Francisco de Asís. ALMUDENA GUZMÁN


Recordando un temblor en el bosque de los muertos

Si el corazón perdiera su cimiento,
y vibraran la tierra y la madera
del bosque de la sangre, y se sintiera
en tu carne un pequeño movimiento
total, como un alud que avanza lento
borrando en cada paso una frontera,
y fuese una luz fija la ceguera,
y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas
un bosque ciego bajo el mar desnudo
-el bosque de la muerte en el deshoja
un sol, ya en otro cielo, su oro mudo-
y volase un enjambre entre las ramas
donde puso el temblor la primer hoja...

Sin duda alguna, cualquier poema de La Casa Encendida que tenga por sí mismo entidad propia, porque se trata de un poema único excepcional que, con independencia de su altísima calidad poética, tiene una más definida y profunda raíz existencial. ANTONIO GAMONEDA

Es el miedo al dolor

Es el miedo al dolor y no el dolor quien suele hacernos pánicos y crueles,
quien socava las almas
como socavan la ribera las orillas del río,
y yo he sentido su calambre desde hace mucho
tiempo,
y yo he sentido, desde hace mucho tiempo, que el curso de sus aguas nos arrastra,
nos mueve las raíces sin dejarnos crecer,
y nos empuja, y nos sigue empujando hasta
juntarnos
en esta habitación que es ya un rescoldo mío,
en esta habitación en donde las baldosas se levantan un poco
y ya no vuelven a encajar en su sitio
como la tierra removida ya no cabe en su hoyo:
tal vez a nuestro cuerpo le ocurra igual...

Más de dos décadas después de haberlo leído por vez primera, hay versos de La Casa Encendida que sigo recordando. El final espléndido, a la vez claro y misterioso, metafísico y cotidiano, alto y concreto.No son recuerdo literario, sino vital. El versículo largo de Rosales tiene la capacidad de ser bellamente exhaustivo. En ese "todas las ventanas" cabe una totalidad que no necesita enumeración. JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS

Porque todo es igual y tú lo sabes

PORQUE TODO ES IGUAL Y TÚ LO SABES,
has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

Podría elegir cualquier fragmento de La Casa Encendida, un poema que es un libro muy personal y extraordinario, porque es una poesía que está escrita desde la sensibilidad y el afecto plenos, y también tiene rasgos de concepto, así que es una obra muy completa . FRANCISCO BRINES

Autobiografía

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,

sabiendo que jamás me he equivocado en nada,

sino en las cosas que yo más quería.

Conocí a Luis Rosales y confieson que me impresionó como ser humano, como intelectual y como poeta. No siempre resulta sencillo elegir un solo poema, pero dentro de ese extraordinario libro que es La Casa Encendida, hay muchos versos extraordinarios, mis favoritos, que reflejan el sufrimiento del poeta y su búsqueda de la felicidad. O el retrato implacable que de sí mismo traza en esta "Autobiografía". MARÍA VICTORIA ATENCIA