Image: Dalí joven, Dalí genial

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Letras

Dalí joven, Dalí genial

6 mayo, 2004 02:00

Dalí joven, por Gusi Bejer

Ian Gibson. Aguilar. Madrid, 2004. 410 páginas, 18'50 euros

Salvador Dalí es una tentación y a la vez un tormento para cualquier biógrafo. Pocos artistas modernos ofrecen tal cantidad de material provocador o morboso. Pero, paradójicamente, esa misma abundancia puede llegar a ser frustrante. Si el biógrafo actual aspira a revelarnos el lado oscuro de un personaje, y especialmente sus tendencias sexuales secretas, resulta difícil descubrir en Dalí una perversión que él mismo no haya confesado abiertamente; él ha ido más lejos que nadie en el afán de desnudarse y de envilecerse en sus textos y declaraciones públicas.

Ian Gibson ya pudo comprobar todo eso cuando escribió su abultada y algo escandalosa (sobre todo fuera de España) biografía del artista catalán The Shameful life of Salvador Dalí (Londres, 1997) traducida al castellano con el título no muy exacto La vida desaforada de Salvador Dalí (Barcelona, Anagrama, 1998). El libro que publica ahora, tentado sin duda por las previsiones de ventas del año Dalí, no es más que un remake de aquella obra, una versión destinada al gran público de la vida del artista hasta 1930. Gibson ha aligerado sus argumentos y ha ampliado algunos puntos, pero la estructura del relato y sus temas son los mismos (es curioso que en el prólogo de este libro, no mencione siquiera su propia biografía, como para disimular lo que haya en él de autoplagio). El libro no aporta ninguna novedad, pero nos ofrece (lo que no es poco) un relato ágil y ameno, por supuesto bien documentado y esmaltado con análisis de los cuadros más importantes, que sigue los pasos de Dalí desde su infancia hasta su triunfo en el París de los surrealistas.

¿Por qué el Dalí joven? Ante todo, la "novela de formación" del artista puede ser la parte más atractiva de su biografía: las primeras amistades en la Escuela Municipal de Figueras, los primeros indicios de una vocación, el primer amor (una catalana llamada Carmen Roget), los primeros experimentos vanguardistas, la relación personal y creativa con Buñuel y Lorca. Por otra parte, la elección del Dalí joven ya estaba implícita en The Shameful Life, donde se dedicaban dos terceras partes al primer tercio de la vida del artista. Tal desproporción responde a la visión de Gibson, según la cual, a partir de 1940 la obra de Dalí se volvió repetitiva y trillada y el propio artista traicionó los ideales a los que antes se había adherido. Los postmodernos han rehabilitado el cinismo del Dalí tardío, su versatilidad de performer, sus apropiaciones y simulaciones, acercándolo a Duchamp, o considerándolo como una especie de precursor de Andy Warhol (un honor por lo demás bastante dudoso). Gibson, por su parte, se aferra al punto de vista clásico, el del mismísimo André Breton; hubo un Dalí joven que fue genial y (hasta cierto punto) puro y luego se corrompió estética, moral y políticamente.

The Shameful Life se basaba en una paradoja atractiva: la idea de que el móvil fundamental de la vida de Dalí habría sido un profundo sentimiento de vergüenza declarado ya en su infancia, agravado en la adolescencia y prolongado en la edad adulta, en aquella timidez patológica de la que hablaban sus compañeros de la residencia de Estudiantes. De niño, Dalí padeció de "ereutofobia" o miedo pánico a sonrojarse; Gibson se toma en serio ese detalle y considera que "fue un factor crucial en la formación de su peculiar personalidad". El deseo de camuflar su turbación estaría en el origen de todas las hazañas histriónicas del personaje. A lo largo de los años, Dalí habría ido construyendo "un alter ego exhibicionista", dotado de todo el descaro que le faltaba por naturaleza. Precisamente ese exhibicionismo daliniano provoca la dificultad en la labor del biógrafo de que hablaba al principio. En sus textos, Dalí confiesa su crueldad de niño mimado, su avidez de notoriedad, su egotismo ridículo. En el campo erótico, declara su horror a los genitales feme- ninos, su impotencia, su fijación anal. Siguiendo a otros autores, Gibson pone un poco en el centro de su relato el onanismo compulsivo del artista; Dalí sería el único pintor en la historia del arte que ha hecho de la masturbación uno de los temas centrales de su obra. Cuando apareció su biografía en 1997 algunos críticos anglosajones reprocharon a Gibson que encontrara símbolos de masturbación por todas partes; pero esa objeción es ridícula, puesto que fue el propio Dalí quien inició esa interpretación de su obra.

Pero en este campo del Eros hay rincones de sí mismo que Dalí dejó, si no en la completa oscuridad, sí en una cierta penumbra. Gibson postula una homosexualidad más o menos reprimida que se remontaría hasta su infancia (de creer la confesión daliniana de su amor infantil por un compañero de colegio de apretadas nalgas). La homosexualidad latente es el lazo que permite confrontar y anudar la figura de Dalí con la de Lorca, del que Gibson es el biógrafo por antonomasia.

La relación Lorca-Dalí fue uno de los ejes de The Shameful Life y más tarde de otro libro: Lorca-Dalí. El amor que no pudo ser. Es verdad que muchos autores han destacado esa relación, pero Gibson ha ido más lejos que nadie, sosteniendo que Dalí nunca pudo olvidar a Lorca, cuyo fantasma seguiría acechando en su obra hasta el final; y que la gran tragedia de Dalí fue no haber correspondido al amor del poeta. Para Gibson, Lorca es una especie de ángel que podría haber salvado a Dalí de sí mismo. (Otro género de "salvación", pero por el lado oscuro, representará la rusa Gala, que al final para Gibson parece ser una especie de sustituta inadecuada de la figura de Lorca).

Los problemas estéticos y las preocupaciones vitales aparecen constantemente mezclados en el relato de Gibson, hasta el punto de confundirse. La pasión de Lorca resuena en su "Oda a Salvador Dalí" entreverada con motivos estéticos característicos del momento. Y recíprocamente, la resistencia de Dalí ante el amor de su amigo poeta tendrá al final consecuencias artísticas; el texto de Dalí sobre "San Sebastián", donde se propone una estética fría y precisa de la objetividad, es para Gibson la declaración definitiva de que Dalí no cederá a los requerimientos amorosos de su amigo. Al margen de su poder revelador, los análisis de Gibson sucumben a la tentación de reducir la obra de arte a una carta de amor, presentando la vida personal del artista como la clave decisiva, a veces exclusiva, para descifrar el mundo de la ficción estética. Pero este es un problema demasiado general en las biografías de artistas para reprochárselo al autor.

Un provocador precoz

Las provocaciones de Dalí no siempre fueron buscadas. En mayo de 1928 dictó en Figueras una conferencia sobre las últimas tendencias artísticas. Después de hablar Dalí sobre la evolución de la pintura moderna desde el cubismo hasta el surrealismo, y de mostrar bien a las claras su preferencia por este último, tomó la palabra el alcalde de Figueras, Ramón Bassols. Fueron muchos los que, entre el público, se dieron cuenta de que cada vez se ponía más pálido mientras hablaba. Cuando abandonó el estrado, cayó muerto, lo que produjo una enorme conmoción y fue recogido ampliamente por la prensa local, y también por la de Barcelona. Dalí aprovechó el asunto "para alimentar su creciente fama de conferenciante extremadamente provocador", afirma Gibson. El propio artista, en La vida secreta de Salvador Dalí, se jacta de que "los periódicos satíricos sostuvieron que le habían matado las enormidades dichas en el curso de mi conferencia". Sin embargo, Gibson es de la opinión de que "no parece que hubiera habido tales enormidades" porque "con su familia entre el público Dalí se había comportado como un buen chico". Pero sí que es cierto que Dalí ya le había tomado el gusto a la provocación. Apenas unos días antes había presentado en Sitges un programa de 10 recomendaciones a quienes se preocupaban por la civilización, la primera de las cuales era la abolición de la sardana, y la última, "considerar a los artistas como un obstáculo a la civilización", entre otras como "considerar con menosprecio todo edificio que sobrepase los veinte años de antigöedad".