Image: Fernando García de Cortázar

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Letras

Fernando García de Cortázar: "El historiador debe ser el aguafiestas del poder"

“El historiador debe ser el aguafiestas del poder”

13 marzo, 2002 01:00
Pregunta: ¿Es posible resumir la historia de España en 380 páginas? Respuesta: Sí, es posible y es urgente, para que la historia de España sea conocida por el conjunto de los ciudadanos y no muera. P: ¿No teme ser acusado de frivolizar? R: En absoluto, porque he tratado de recoger el proceso de construcción de España, su inserción en el mundo occidental y la conquista de las libertades individuales. También me ha preocupado entretener al lector, pero esta tarea de instruir deleitando es la antítesis de la frivolidad. P: ¿Qué tiene en común y en qué se diferencia de los tratados de Menéndez Pidal o Altamira? R: Compartimos la preocupación por la historia de España y nos diferenciamos en el punto de partida. P: ¿Y con los más recientes de Fusi o Tusell? R: Cada uno tiene su propio estilo y los tres contribuimos con enfoques singulares a afirmar la existencia histórica de España. Yo procuro apoyarme en la literatura y en el arte. P: ¿Desde cuándo la historia de España “ya no es la crónica de un fracaso”? R: Desde que los españoles nos damos cuenta de que vivimos en un país moderno y creativo, y nos despojamos de nuestro complejo de fracasados. P: ¿A pesar de las crisis? R: Claro, la historia adquiere un nuevo tono desde que aprendemos a relativizar nuestros fracasos y a darnos cuenta de que pocas historias hay tan frondosas como la nuestra. P: Analiza cómo la libertad ha permitido destrozar mitos nacionales. ¿Esa visión del pasado está llegando a los planes de estudio? R: Creo que sí. La piqueta de los buenos historiadores ha acabado con los mitos nacionales y esto ya se refleja en los libros de texto. Los mitos se han refugiado en algunas historias locales y regionales. P: Sí, pero ¿por qué los nacionalismos revisan la historia con nuevas leyendas? R: Porque la historia es la gran partera de las naciones. Los nacionalistas, al no tener una historia singular, tratan de sustentar su ideología en el mito y no en la historia porque es una historia común a España. P: ¿Lo saben? R: Claro. Esto mismo ya lo reconocía Sabino Arana, que decía que la historia no facilitaba en nada su proyecto nacional vasco y se dolía de lo poco que habían hecho los vascos para afirmar su especificidad y lo mucho que habían hecho para afirmar su condición de españoles. P: ¿Es posible ser historiador sin ideología? R: El historiador tiene que escribir la historia desde el presente y comprometerse con su tiempo, debe ser el aguafiestas del poder. Lo contrario es una bagatela intelectual. La historia obliga a tomar partido desde una escala de valores. P: ¿Cuáles? R: Los derechos y libertades de los hombres. P: Señala cómo el pesimismo de los intelectuales del 98 impulsó que “el espejo de la España oficial se hiciera añicos”. ¿Por qué han renunciado a ejercer un papel crítico con la sociedad? R: Porque aunque el concepto de intelectual debe estar unido al de crítico con el poder, no es fácil vencer la seducción del poder y sus halagos. P: Ha denunciado, también en este libro, que los nacionalistas reclaman pluralidad al Estado, pero son implacables con la disidencia. ¿No tiene miedo? R: Sería absurdo decir que no. Sí lo tengo, pero el miedo no me hace turbar el juicio ni perder la dignidad. P: ¿Cómo combate ese miedo? R: Leyendo mucho, saliendo de este agujero en que nos movemos en el País Vasco, y yo como creyente, dando la vuelta a la máxima evangélica de “la verdad os hará libres”, por “la libertad os hará auténticos”. Para buscar la autenticidad, ahondo en la libertad de la palabra. P: Destaca cómo, tras los fastos del 92, “los hijos de la democracia” eran la “generación más preparada de la historia de España”. ¿Qué ha pasado para que ahora seamos los peores del mundo occidental? R: Existe esa obsesión por ser universitario y de ahí ciertas actitudes demagógicas sobre los controles que la universidad debe poner tanto para su entrada como para la concesión de títulos. La universidad no debe ser de mayorías. El problema es que la gente no se atreve a hablar así. P: Decía Celaya que la España que sufrimos “fue una historia mal contada”. ¿Cuál es el secreto para contarla bien? R: Contarla como una gran aventura que atraiga al lector, que no debe caer desmayado ante la pesadez de los párrafos. P: ¿Qué papel juega la poesía en sus páginas? R: La poesía sirve para elevar el tono y el registro: muchas veces la poesía de los autores españoles sirve para que el historiador pueda imitarlos y mejorar su forma de escribir. P: Va a resultar que, además de historiador, es poeta. R: Me gustaría serlo. Pero como la esperanza es la última esperanza que se pierde, seguiré andando por ese camino.