Simulacro de fusilamiento Academia de Caballería (1936). Foto: Cacho

Simulacro de fusilamiento Academia de Caballería (1936). Foto: Cacho

Historia

Entierros, bodas y desfiles con el brazo en alto: las fotos inéditas de la Guerra Civil en la retaguardia sublevada

María José Velloso Mata y Luis Posadas Lubeiro recopilan en su libro 'El verano detenido' algunas instantáneas de Valladolid durante la contienda nunca antes publicadas. 

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Ángel Mora
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Cuentan que la Guerra Civil en Valladolid duró dos días. Es el tiempo que le llevó a la Guardia de Asalto y los militares rebeldes tomar los principales puntos estratégicos de la ciudad y apartar de su cargo a Nicolás Molero, quien hasta ese momento era el general al cargo de la 7.ª División Orgánica acantonada en la provincia.

Después de sofocar los pocos conatos de resistencia que los pobremente organizados grupos sindicales y de trabajadores mantuvieron en algunos puntos diseminados de la provincia, la ciudad pasó a ser la primera gran urbe en unirse a la sublevación. A partir de la madrugada del 19 de julio, pasaría a formar parte de la retaguardia del autoproclamado bando nacional. Jamás volvería a establecerse ningún frente en esa zona. Lo peor había pasado. Eso cuentan. 

Eso mismo dejan translucir, también, las nuevas fotografías inéditas hasta el momento que ahora se publican en El verano detenido, un recopilatorio de cientas de instantáneas —en su mayoría de admirable calidad— que capturan algunas escenas de la ciudad vallisoletana durante aquellos años. 

Muchos de los que ahí aparecen sonríen. Es el hechizo de la cámara. Sonríen los que reparten el pan, sonríen otros con el brazo en alto, como para amansar a una fiera, también sonríen los que conducen los carros de combate e incluso sonríen algunos de los que realizan un simulacro de fusilamiento apuntando a uno de los suyos, tan metido éste en el papel, que mira directamente a la boca de los fusiles con ojos de presa acorralada.

Los que no lo hacen muestran al objetivo un gesto impertérrito. Es el rostro del guerrero contenido, solemne, el que se dispone a partir a los Altos del León para someter al rojo o el que está en una camilla de hospital por sus heridas en el campo de batalla y en sus ojos se lee que volvería a él si se lo permitieran. Son las dos caras de la victoria: la del que la ve inminente y la celebra esbozando una sonrisa y el de aquel que está dispuesto a todo para lograr alcanzar este triunfo final. 

Estas fotografías son, claro, reflejo de la realidad de aquellos días no solo por lo que muestran sino, sobre todo, por lo que no dejan ver y se adivina gracias al contexto que nos da la historia y la información que nos ha llegado de aquellos días. Andrés Trapiello insiste en ello en el texto que prologa El verano detenido: "A menudo esa es la paradoja: nada menos objetivo que el objetivo de una cámara de fotos". 

Aparece, por ejemplo, la Capitanía, pero no su interior. Allí mantuvieron presos a muchos izquierdistas o, sencillamente, simpatizantes de la República. Para todos ellos la guerra no había acabado el 19 de julio. "Hubo un nivel de represalias brutal", nos cuenta Luis Posadas, librero de viejo en Valladolid y uno de los encargados de recopilar todas estas fotografías. "A finales de julio comenzaron los fusilamientos. La Falange tenía más fuerza aquí que en otras provincias, lo que dio lugar a una represión muy dura, sobre todo en los pueblos pequeños, donde todo el mundo se conocía".

Pero lo cortés no quita lo valiente. Aunque parciales, las fotografías no pierden su inmenso valor. Son el resultado de un esfuerzo de recopilación y selección de María José Velloso y el propio Posadas, como parte de una labor que ya ha tenido como resultado cuatro libros —el último de los cuales es El verano detenido— que retratan la vida en la capital de Castilla y León a lo largo del siglo XX. "Todas estas fotografías son el fruto de cuarenta años de coleccionismo", comparte con El Cultural Posadas. "De las casi 4.000 fotos que teníamos, acabamos seleccionando hasta las 870 que finalmente hemos publicado en este volumen". 

Acabara la Guerra Civil cuando acabara en el territorio vallisoletano, Posadas insiste en que el objetivo de esta compilación que sale a la luz no es otro que "reivindicar la memoria oral, porque todos los textos que acompañan a las fotos son de historias que escuchamos en las casas, de historias que nos vinieron, de gente que se quedó atrapada en el conflicto, que nunca optó por ningún bando". Es, en definitiva, un prolífico anecdotario tanto de lo que se cuenta, como de lo que, o bien se intuye, o bien se calla.