Juan Margallo. Foto: AISGE

Juan Margallo. Foto: AISGE

Teatro

Muere Juan Margallo, el Gallo Vallecano del teatro independiente español

Fue, junto a su mujer Petra Martínez, con la que formó un tándem artístico chispeante, una figura clave en la renovación de la escena española durante el franquismo.

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Vamos a echarle mucho de menos en estos tiempos tan ásperos. Nos proporcionó tantos ratos de risas… Un regalo inestimable que alivia fatigas y ansiedades. Lo hizo durante décadas, junto a su mujer, Petra Martínez, con la que formó una pareja entrañable de pícaros que fueron destilando su teatro performático (sí, así de modernos fueron) a lo lago de varias décadas, hasta convertir sus espectáculos en un despiporre tan saludable como divertido.

Ya no podrán estar más juntos sobre las tablas. Juan Margallo, que nació en Cáceres en 1940, ha fallecido este domingo lluvioso en Madrid. Actor, director y autor, hombre de teatro hasta la médula, que terminó por no distinguir lo que pasaba en el escenario de lo que sucedía en la vida, nos deja cuando contaba 84 años de edad.

En 2022 el Ministerio de Cultura reconoció esa entrega (la de él y la de Petra) con el Premio Nacional de Teatro. “Por la coherencia en la trayectoria mantenida sobre los escenarios, y por su compromiso con el arte y la sociedad a través de sus creaciones”, se argumentó entonces, con mucho tino. Fue un espaldarazo a su trayectoria gestada en la escena independiente de un oficio vulnerable, siempre sobre el alambre y marcado por la precariedad.

Ellos, de esta fragilidad, hacían virtud. Y chiste. Las estreches económicas fueron consustanciales a su devenir como hacedores de teatro, pero no lloraban por ello porque, a cambio, obtenían otras satisfacciones. “Lo que nos hemos reído…”, decía Margallo cuando salía relucir la cuestión. No en vano, la motivación del fallo del Nacional también aludía a otro rasgo que han lucido todo este tiempo: resistencia.

En 2015, nos brindaron las funciones de ¡Chimpón!, que presentaron en Madrid en el Teatro Valle-Inclán, bajo el cachondo subtítulo de Panfleto Postmorten. Dirigidos aquella vez por su hija Olga, que los presentaba como dos viejecitos encantadores, iban en silla de ruedas y repasabab (con fotografías suyas antiguas proyectadas) su itinerario. Un flashback jugoso que nos permitía revisar de nuevo su camino. Volver por ejemplo a los tiempos del Teatro Experimental Independiente y Tábano, proyectos escénicos gestados en el ámbito de una universidad que intentaba sacudirse los preceptos e imposiciones nacionalcatólicas del franquismo. Son, por aquel hito seminal, historia de nuestro teatro, con mayúsculas.

Ya con el caudillo bajo la pesada losa de la Cruz de los Caídos, en 1978, fundaron El Gayo Vallecano, mítica compañía independiente alumbrada en el barrio proletario que le da nombre (con guiño a su equipo de fútbol, el popular Rayito). Fermín Cabal y Luis Matilla fueron otros de los impulsores de esta compañía, que nació con el objetivo de dar a un entorno desfavorecido, dejado de la mano de Dios por parte de las recién estrenadas administraciones de la nueva democracia, una alternativa cultural que enriqueciera la vida de sus habitantes. Qué falta hacía. Qué falta hace.

Recurrieron a una simbiosis de clásicos y contemporáneos. Lorca, Alonso de Santos (con La estanquera de Vallecas, precisamente) y Pedro Álvarez-Ossorio fueron algunos de los autores que subieron al escenario en este periplo que se prolongó hasta mitad de los 80, bajo el auspicio del viejo profesor Tierno Galván, a la sazón alcalde de Madrid. Eran los tiempos de “el que no esté colocado, que se coloque, y al loro”. Plena Movida, tan efervescente en la creación artística.

Juan Margallo y Petra Martínez en 'Cosas nuestras de nosotros mismos'

Juan Margallo y Petra Martínez en 'Cosas nuestras de nosotros mismos'

Al parecer, Margallo tenía unas piernas muy bonitas de joven. Es un detalle que puede sonar banal en este obituario, pero no lo es. Porque en esas formas apolíneas estriba la clave de la conjunción con Petra, que se encaprichó de ellas cuando las vio bajo las faldas que vestía Margallo en un montaje de Calígula en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Entonces empezó el flirteo juvenil que, ya en forma de matrimonio (se casaron en el contracultural 1968), ha traspasado décadas y dificultades sin romperse hasta hoy, con la muerte de Margallo, que antes de gastar aquellas faldas había trabajado para las troupes del Teatro  María Guerrero, la del Lope de Vega y la del Español.

En el 1985, dieron una larga cambiada alumbrando Uroc Teatro, una compañía con la que abrieron enormemente el campo creativo, de nuevo alternando clasicismo y modernidad. Algunos de los títulos que cristalizaron fueron: El retablo de las maravillas (1996), Clown Quijote de la Mancha (1998) y El de la triste figura (2005), inspiradas en la obra de Cervantes; Clásyclos (comando incontrolado de teatro) (1998), a partir de versos de Calderón y Lope; Pareja Abierta; Reservadísimo (2001) y La mujer pasota; La mujer sola (2005), montajes de obras del Nobel Dario Fo; y La rosa de papel (2004), de Valle-Inclán.

Margallo no se ha prodigado en la gran pantalla. Pero sus apariciones puntuales no son nada desdeñables. En su currículum en este terreno destaca sobre todo El espíritu de la colmena, la obra maestra de Víctor Erice. También le hemos podido ver en Al sur de Granada, de Fernando Colomo, y la más reciente Campeones, de Javier Fesser, que le valió una candidatura -como mejor actor secundario- en los Goya de 2019.

Petra ayer lo recordaba en Instagram. Colgó una foto de los dos juntos con el texto: "Juan y yo haciendo una obra que se llamaba Cosas nuestras de nosotros mismos, nos divertíamos muchísimo haciéndola”. Y nosotros, siempre, viéndoles.