De izquierda a derecha,  Israel Frías, Luis Rallo y Alberto Berzal en 'A la fresca'. Foto: Paco Ureña

De izquierda a derecha, Israel Frías, Luis Rallo y Alberto Berzal en 'A la fresca'. Foto: Paco Ureña

Teatro

'A la fresca', de Pablo Rosal, llega a Matadero: conversaciones nocturnas para saborear la vida

La producción se estrena el 6 de febrero y tiene como epicentro este acto social que, según su director "nos mantiene fuera de la ley y del tiempo durante unas horas".

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Ángel Mora
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Hay algo que apela a la hispanidad más que la bandera de nuestro país. Más que la gastronomía y las playas, también. Es un “cuadro” que no está pintado por ninguno de nuestros grandes artistas pero que, así y todo, permanece grabado en nuestro subconsciente.

Aunque está recomendado para todos los públicos, se lo suele relacionar con la tercera edad, tal vez por el sosiego que les es común. El telón de fondo debe ser una tarde o noche de verano, cuando el sol deja de morder y el escaso aire fresco que circula por las calles se vuelve un bien de primera necesidad. Es entonces cuando corrillos de gente armada con sus sillas se reúnen frente a los portales de los hogares para llevar a cabo el acto, a caballo entre el idilio y el ritual, de tomar la fresca.

Rito o ceremonia como también lo es el teatro. Es esta asociación la que ha llevado al director, dramaturgo, actor y poeta Pablo Rosal (Barcelona, 1983) a colocar esta costumbre tan patria en el núcleo de A la fresca, su nueva obra que se estrenará en la Nave 10 de Matadero el próximo 6 de febrero y permanecerá en cartel hasta el 23 del mismo mes.

En ella nos encontramos con Eusebio (Luis Rallo), un escritor al que se le han secado las ideas y que toma la decisión de trasladarse, veinte años después, a la que fuera la casa de campo de sus abuelos. Allí planea recuperar la inspiración que tan esquiva le está siendo últimamente. No lo logrará. Un problema relacionado con su familia y los alquileres vacacionales impiden que consiga la calma que desea, lo que le impulsa a proyectar la construcción de una cabaña donde, por fin, refugiarse del mundanal ruido.

El reparto lo completan Alberto Berzal e Israel Frías, que interpretarán el papel de unos vecinos con los que el escritor mantendrá unas conversaciones mientras se relajan, claro está, a la fresca.

“Cualquier persona, cuando ve a alguien tomando el fresco, siente como una deriva del alma”. Pablo Rosal

En su conversación con El Cultural, Rosal reniega de la relación de nuestro país con el ritual de tomar la fresca y defiende, en cambio, la universalidad del fenómeno: “Cualquier persona, sin importar lo más mínimo su procedencia, cuando ve a alguien tomando el fresco, siente como una deriva del alma, casi como una tentación que le llama a participar”.

Es un reclamo, según Rosal, que, tal y como ocurre en el teatro, “nos mantiene fuera de la ley y del tiempo durante unas horas. Es un pacto de complicidad con otra gente que, como tú, desea frenar durante un rato y saborear detenidamente la vida”.

Como sucede en el propio acto en el que se centra la obra, que se caracteriza por requerir únicamente de unas sillas de plástico y una predisposición a la conversación por parte de los participantes, también la puesta en escena de A la fresca será parca en atrezo. Confiará, en cambio, en la palabra y las actuaciones de los tres actores. Es todo ello, asegura Rosal, “un manifiesto en defensa de las bondades de la palabra, de su luminosidad y el poder creador que nos otorga y, por encima de todo, la capacidad que tiene para convertirnos en una comunidad”.