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Discos

DiDonato, canto a Camille Claudel

La popular y expresiva mezzo estadounidense interpreta en el disco 'Into the Fire' un ciclo de canciones dedicadas por el compositor Jake Heggie a la escultora francesa

3 junio, 2020 08:58

Joyce DiDonato, bien conocida en nuestro país, donde ha hecho de todo, sigue siendo, como lo era al principio de su carrera, una mezzo muy lírica, en el linde con la soprano, de agudo fácil y coloratura rutilante, firme en los ataques y magistral en los trinos, bien que no posea el metal y la penetración ideales. Pero siempre es excitante verla en acción pues es muy expresiva. Es verdaderamente caleidoscópica. El color del instrumento es claro, aunque ella sabe otorgarle los debidos claroscuros y tornasoles, las irisaciones precisas.

Estas credenciales, a las que hay que añadir su entusiasmo y su efusión, resplandecen en este compacto, que recoge un recital celebrado en diciembre de 2017 en el Wigmore Hall de Londres y en el que dio a conocer en Europa una obra muy seria y evocativa firmada por el norteamericano Jake Heggie, autor de la conocida ópera Dead Man Walking (que ella misma interpretó en el Teatro Real la temporada pasada): el ciclo de canciones Camille Claudel: Into the Fire, una prospección en torno al carácter y vivencias de la joven escultora, amante un tiempo de Rodin. Es el principal reclamo del disco, aunque el resto de lo que en él se contiene no sea precisamente despreciable.

DiDonato recoge un recital en el Wigmore Hall en el que muestra su potencial lírico y su coloratura rutilante

Heggie es un compositor habilísimo, tan alejado de las vanguardias como del más rancio conservadurismo, lejanamente emparentado con minimalistas como Glass, Reich y Nyman o, en otro plano, Adams. Pero tiene un lenguaje propio, claro, preciso y, a ratos, emotivo. La composición, que se desarrolla a lo largo de ocho episodios o viñetas, estrenada en San Francisco en 2012 por la propia Joyce DiDonato y en este caso el Cuarteto Alexander, se edifica sobre un texto ajustado y extrañamente poético de Gene Scheer. Aparece inaugurada por un climático Preludio solo instrumental, que se hace apasionado a cada compás para enlazar con Rodin, un soliloquio erótico y nocturnal.

Luego, un Vals de ritmos alterados y cambiantes; Shakuntala, de melismas orientalizantes; La Petite Châtelaine, un sutil y melódico canto al niño perdido por Camille; The Gossips, de clara estructura repetitiva, que afecta a los procesos mentales de a artista (y que nos recuerda a Bachiana Brasileira n.º 5 de Villalobos), con la voz proyectada hacia lo alto; L’Age mûr, triste interludio, y, por fin, el Epílogo, una suerte de tranquilo fugato, con armónicos irisados, evocación de una visita de la escultora inglesa Jessie Lipscomb al asilo en el que estaba recluida Camille. Todo concluye en un significativo pianísimo.

Expansiva emotividad

La obra no es nada fácil y exige cambios continuos de tesitura, preciso arte del legato, afinación, sutil capacidad de matización y emotividad a veces muy expansiva. DiDonato la borda, con su claridad vocal, su excelente dicción, su extensión y su arrasadora y contagiosa emoción. La misma que presta al resto del programa. Las seis canciones de Strauss son esculpidas con sensibilidad y Morgen, ofrecida como primer bis, está expuesta en un hilo. Toda la sensualidad recóndita para las Tres canciones de Bilitis de Debussy (en arreglo de Heggie) y para un segundo bis: Noche de paz, en donde el público canta mientras ella hace segundas voces y contrapuntos muy curiosos. El Cuarteto Brentano está a su altura e interpreta por su cuenta el doloroso Molto Adagio del malogrado músico belga Gillaume Lekeu. Dos de sus miembros son además los arreglistas en los acompañamientos de Strauss.